miércoles, 3 de febrero de 2010

Exodos 24

Exodos 24 -

CAPÍTULO
Versículos 1-8. Moisés llamado a subir al monte-El pueblo promete obediencia. 9-11. Aparece la gloria del Señor. 12-18. Moisés sube al monte.

Vv. 1-8.Dios hizo un pacto solemne con Israel. Fue muy solemne, tipificando el pacto de gracia entre Dios y los creyentes por medio de Cristo. Tan pronto como Dios apartó para sí un pueblo peculiar, los gobernó por la palabra escrita, y así lo ha hecho desde entonces.
Los pactos y los mandamientos de Dios son tan justos en sí mismos, y para nuestro bien, que mientras más pensemos en ellos y con más claridad y en forma más completa aparecen ante nosotros, más razón vemos para cumplirlos. La sangre del sacrificio se rociaba sobre el altar, sobre el libro y sobre el pueblo. Ni las personas, su obediencia moral ni sus servicios religiosos hallarán aceptación de parte del Dios santo, si no es por medio del derramamiento y el rociamiento de sangre. Además, todas las bendiciones impartidas a ellos eran por misericordia; el Señor los trataría con bondad. Así, por fe en la sangre de Cristo, el pecador rinde obediencia voluntaria y aceptable.

Vv. 9-11.Los ancianos vieron al Dios de Israel; tuvieron un vistazo de su gloria, aunque lo que hayan visto fuera algo de lo que no podían hacer imagen ni retrato alguno, bastó para satisfacerlos de que Dios estaba con ellos de verdad. Nada se describe sino lo que estaba bajo sus pies. Los zafiros eran el pavimento bajo sus pies; pongamos toda la riqueza de este mundo bajo nuestros pies y no en nuestro corazón. Así, el creyente descubre en la faz de Jesucristo destellos mucho más gloriosos de la justicia y santidad de Dios con mayor claridad de lo que jamás hubiese visto bajo convicciones aterradoras; y por medio del Salvador tiene comunión con el Dios santo.

Vv. 12-18.Una nube tapó el monte durante seis días; una señal de la especial presencia de Dios allí. Moisés estaba seguro que quien le ordenó subir, lo protegería. Hasta en los atributos gloriosos de Dios, que son terribles hasta lo sumo para el impío, se regocijan los santos con humilde reverencia. Por medio de la fe en el sacrificio expiatorio, esperamos mayor honra que la que disfrutara Moisés en la tierra. Ahora vemos a través de un espejo, oscuramente, pero cuando Él aparezca, le veremos cara a cara. Esta visión de Dios continuará con el mismo, creciente, resplandor de gozo, no sólo por unos pocos días, sino por toda la eternidad.