lunes, 18 de abril de 2016

Defensa de la fe

Defensa de la fe
Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros.
1 Pedro 3:15
Cuando la sociedad ataca, hay que estar preparado para hacer una defensa. El término griego para "defensa" a menudo se refería a una defensa formal en un juzgado. Pero Pablo también empleó la palabra para describir su capacidad de responder a cualquiera que le preguntara; no solo un juez, un magistrado o un gobernador (Fil. 1:16-17). Además, la inclusión de la palabra siempre en el versículo de hoy indica que hay que estar preparado para responder en todas las situaciones y no solo en la esfera jurídica.
Sea en el ámbito oficial o de manera informal a cualquiera que pregunte, usted tiene que estar preparado para dar una respuesta acerca de "la esperanza que hay en vosotros" (1 P. 3:15), es decir, dar una descripción de su fe cristiana. Debe estar preparado para dar una explicación racional de su salvación. Una amable respuesta
El siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos.
2 Timoteo 2:24
Un cristiano debe explicar su fe "con mansedumbre y reverencia" (1 P. 3:15). Esto indica un espíritu sensible y generoso en la conversación. El temor que debemos tener es una sana devoción a Dios, un gran interés por la verdad y un considerable respeto por la persona con la que hablamos. Por eso no se puede ser contencioso cuando se defiende la fe.
Un cristiano que no puede dar una explicación clara, razonable y bíblica de su fe se sentirá inseguro cuando afronte la hostilidad y pudiera inclinarse a dudar de su salvación. El golpe del enemigo destruirá a quienes no estén vestidos con "la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo" (1 Ts. 5:8). Una buena conciencia
Teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo.
1 Pedro 3:16
La conciencia acusa o excusa a una persona, obrando como fuente de convicción o afirmación. Una buena conciencia no acusa a un creyente de pecado porque está llevando una vida de santidad. Más bien, una buena conciencia confirma que todo anda bien, mientras que una mala conciencia indica pecado.
Un creyente debe vivir con la conciencia tranquila para que el peso de la culpa no lo abrume cuando se enfrenta a la crítica hostil. Sin embargo, si no tiene pasión por hacer el bien y servir a Cristo, conocerá el tremendo peso del merecido sentido de culpa. Una conciencia manchada no puede estar tranquila ni soportar el ataque furioso de las pruebas. Pero una conciencia tranquila lo ayudará a no estar ansioso ni atribulado durante sus pruebas.