sábado, 23 de febrero de 2013

¡Sé fuerte y valiente!


¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el SEÑOR tu Dios te acompañará dondequiera que vayas, Josué 1:9.

El desánimo contiene la idea de “quitar la fuerza o la vida a algo, dejar de lado el anhelo por lograr algo, dejar de esforzarse”. El desánimo es un problema universal, repetitivo y contagioso. Es universal porque nos afecta a todos, sin distinción de edad, nivel socioeconómico, sexo o escolaridad. Algunos sinónimos de desánimo son: desalentar, descorazonar, acobardar, desfallecer, desinteresarse. En la Biblia vemos al pueblo de Israel frecuentemente desanimado: algunas veces se desanimaban cuando Dios permitía que estuvieran en apuros, como cuando no había agua, o estaban cansados del maná, o porque Moisés se tardaba en bajar del monte Sinaí. En otras ocasiones estaban desanimados porque el reto que enfrentaban los asustaba, como cuando aparece Goliat y desafía al pueblo.

También fueron desanimados por los espías que habían sido enviados a reconocer la tierra que Dios les daba en posesión. Ellos, con excepción de Josué y Caleb, por su murmuración de descontento e incredulidad disuadieron al pueblo de entrar a poseer la tierra prometida.

Por lo general el desánimo nos viene de fuera, de algo o alguien. Un ejemplo de esto es lo que pasa a Nehemías cuando está dirigiendo la reconstrucción del muro de Jerusalén por mandato del Señor: los enemigos buscan desanimarlos por diferentes medios para que abandonen la obra y desobedezcan así al Señor. En el capítulo 6 vemos cómo usan rumores falsos y exagerados, al enviar una carta “que a la letra decía: «Corre el rumor entre la gente —y Guesén lo asegura—de que tú y los judíos están construyendo la muralla porque tienen planes de rebelarse. Según tal rumor, tú pretendes ser su rey, y has nombrado profetas para que te proclamen rey en Jerusalén, y se declare: “¡Tenemos rey en Judá!” Por eso, ven y hablemos de este asunto, antes de que todo esto llegue a oídos del rey.” Nehemías 6:6-7

Nehemías descubre sus verdaderas intenciones al responderles: “Yo envié a decirle: «Nada de lo que dices es cierto. Todo esto es pura invención tuya.» En realidad, lo que pretendían era asustarnos. Pensaban desanimarnos, para que no termináramos la obra.” Ante estos ataques de desaliento Nehemías escogió el camino correcto: Confió en Dios y continuó con su tarea orando: «Y ahora, Señor, ¡fortalece mis manos!»

Querido hermano, ¿hay algo que te desanima? ¿Hay alguien que con su murmuración de descontento te hace sentir abatido y sin ganas de seguir haciendo la obra que el Señor te ha mandado hacer? Recuerda que la orden de

Dios es la misma que le dio a Josué cuando tenía que llevar al pueblo a tomar posesión de la tierra prometida: “Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el SEÑOR tu Dios te acompañará dondequiera que vayas.” Haz lo que hizo Nehemías: Sigue adelante orando con confianza “Y ahora, Señor, ¡fortalece mis manos”.