lunes, 5 de octubre de 2020

Ponlo en la canasta

 

Ponlo en la canasta


“Un varón de la familia de Leví fue y tomó por mujer a una hija de Leví, la que concibió, y dio a luz un hijo; y viéndole que era hermoso, le tuvo escondido tres meses. Pero no pudiendo ocultarle más tiempo, tomó una arquilla de juncos y la calafateó con asfalto y brea, y colocó en ella al niño y lo puso en un carrizal a la orilla del río. Y una hermana suya se puso a lo lejos, para ver lo que le acontecería. Y la hija de Faraón descendió a lavarse al río, y paseándose sus doncellas por la ribera del río, vio ella la arquilla en el carrizal, y envió una criada suya a que la tomase. Y cuando la abrió, vio al niño; y he aquí que el niño lloraba. Y teniendo compasión de él, dijo: De los niños de los hebreos es éste. Entonces su hermana dijo a la hija de Faraón: ¿Iré a llamarte una nodriza de las hebreas, para que te críe este niño? Y la hija de Faraón respondió: Ve. Entonces fue la doncella, y llamó a la madre del niño, a la cual dijo la hija de Faraón: Lleva a este niño y críamelo, y yo te lo pagaré. Y la mujer tomó al niño y lo crió. Y cuando el niño creció, ella lo trajo a la hija de Faraón, la cual lo prohijó, y le puso por nombre Moisés, diciendo: Porque de las aguas lo saqué”. Éxodo 2:1-10

Los planes de Dios son perfectos por eso nada se sale de su control, hará que todo coordine de tal forma para cumplir sus propósitos con cada uno de nosotros. En el relato de hoy vemos la mano de Dios moviéndose soberanamente sobre la vida de Moisés. En la providencia de Dios, Moisés tuvo una madre excepcional, Jocabed, quien demostró sagacidad logrando ocultar al bebé en contra del edicto del faraón que había ordenado matar a todos los niños hebreos, porque el pueblo de esclavos se había multiplicado demasiado.

Aunque se enfrentó a un gran dilema, hace lo imposible por apagar el llanto de su niño por tres meses para que no lo descubran, en su afán de proteger la vida de su hijo hace algo riesgoso, lo acostó en un carrizal impermeabilizado con brea para que no le entrara agua y lo dejó a la orilla del río; se desprendió con dolor de esa criatura que amaba y lo colocó literalmente en las manos de Dios al dejarlo en esa canasta a la deriva. Dejarlo ahí era entregar todas sus esperanzas y los sueños que tenía de él, pero puso su confianza en el único que podía salvarlo, su poderoso Dios.

¿Hemos entregado a nuestros hijos sin reservas en manos de Dios? Siempre queremos guardarlos de la muerte espiritual, por eso en la medida en que dependa de nosotros debemos enseñarles desde niños el temor a Dios, pero si se sale de nuestras manos, ¿cuánto confiamos en que nuestra oración por ellos será oída y que Dios dará la respuesta en el tiempo preciso? Necesitamos fe para creer en que Dios no se olvida de nuestra familia y descansar en sus promesas como la de Salmos 102:28 “Los hijos de tus siervos habitarán seguros, y su descendencia será establecida delante de ti”. Soltemos a nuestros hijos en sus poderosas manos y Él cumplirá su propósito en ellos.

¿Y si no son nuestros hijos?, sino otros asuntos que no podemos resolver ¿cuánto estamos dispuestos a ponerlos en la canasta y entregárselos a Dios sin miramientos? ¿Cuáles son nuestros miedos, podemos soltarlos? Pongámoslos en la canasta, apartémonos y observemos lo que va a suceder cuando confiamos todas nuestras preocupaciones al Dios Altísimo, veremos cómo su gran poder se mueve a nuestro favor. Recuerda Salmos 56:3 “En el día que temo, yo en ti confío” Oración inicial

«Amado Dios, sé que nada es coincidencia en nuestra vida, por eso independiente de cuál sea mi problema y que no logro resolver, yo confío en tu amoroso corazón que siempre está dispuesto para oír mi oración. Siempre estás presente cuando mis miedos y preocupaciones aparecen, por eso los pongo en el canasto, en tus manos poderosas, porque sé que usarás todas las circunstancias para bien y para mostrar tu gloria. Amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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