jueves, 8 de diciembre de 2011

El poder de nuestra adopción


Un niño humano adoptado recibe un nuevo nombre. Toma el nombre de sus nuevos padres y también toma todos los privilegios y potencial de su familia
nueva. Este también es el caso para nosotros en Cristo (1 Pedro 2:10). En el primer capítulo del evangelio de Juan, éste recalca el hecho de que
no somos hijos en la familia de Dios por ningún derecho o poder que tenemos a nivel humano. Nacemos naturalmente fuera de la familia y vida
de Dios. "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados
de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios" (Juan 1:12-13). La Palabra traducida "potestad" es una palabra griega
"exousia" la cual significa "autoridad" o "poder". Es una palabra de autoridad inalienable. Este derecho o potestad ha sido ganado para nosotros
por medio de la muerte del Señor Jesús y ha sido dado a cada uno de nosotros por medio de la fe. A través de ello hemos entrado en todos los derechos
y herencias de estar en la familia de Dios (Gálatas 4:6). Se describe al Espíritu Santo como "el Espíritu de adopción", su labor es traer a
nuestro corazón la certeza o realidad de pertenecer a Dios. Es esta certeza la que opera como un fundamento tan fuerte para nuestra vida
cotidiana como cristianos. Tal fuerza y poder proviene de conocer quién somos y a quién pertenecemos.