jueves, 20 de julio de 2017

LA DUREZA DE ROSTRO


LA DUREZA DE ROSTRO

Prob.21:29 29 El hombre impío endurece su rostro; Mas el recto ordena sus caminos.



Endurecer el rostro nos habla de tres áreas:



·      Perder la vergüenza al pecar.

·      Volverse insensible al llanto.

·      Afrentar sin temor a las autoridades.



PERDER LA VERGÜENZA FRENTE AL PECADO

Cuando un hombre ha experimentado el nuevo nacimiento recibe una bendición muy especial que desde luego antes de convertirse no la posee.



Esa bendición es sentirse redargüido cada vez que peca y desobedece al Señor.



Cuando uno no ha tenido la bendición de la conversión, peca y lejos de causar vergüenza o dolor, en el hombre natural es hasta motivo de orgullo el pecado. Por ejemplo, hay hombres que exhiben como trofeos la cantidad de botellas vacías de licor que dejan en una mesa, o la cantidad de mujeres que logran engañar en su vida, etc. Pero cuando un hombre nace de nuevo y comete algún error que afecta la santidad de Dios, inmediatamente se siente mal, y no puede continuar el derrotero de la vida sin antes ponerse a cuentas en la sangre poderosa de Jesucristo, quien está dispuesto a perdonar y limpiar de toda maldad al débil que con sinceridad confiesa su pecado.



Hay un peligro terrible en no arreglarse con Dios después de haber pecado, es peligroso después de haber fallado apartarse de la presencia de Dios, dejar el lugar donde se congrega, desertar de buscar a Dios. Ya que esta reacción es más destructiva que el mismo pecado cometido. Pues es negar la misericordia de Dios y la eficacia de la sangre de Cristo.



Si bien es cierto el deseo de Dios es que nos apartemos del mal y del pecado, Dios mismo sabe de nuestra naturaleza, y fue la razón de venir en forma de hombre, el poder compadecerse de nuestras debilidades y es ahí donde debemos acercarnos confiadamente al trono de la misericordia, seguros que tenemos un gran sumo sacerdote que puede compadecerse de nuestras debilidades y darnos otra oportunidad para poder agradarle. Entonces apartarse de Dios por pecado es la decisión más terrible que el hombre pueda cometer, ya que es iniciar un camino de apostasía.



Y cuando un hombre permite que el pecado sea guardado en el corazón, y vuelve a la misma práctica, y no confiesa su pecado, ni se aparta el corazón el tal se endurece, de tal manera que la vergüenza por el pecado va desapareciendo, cayendo al cinismo, a la rebelión contra su Salvador, y después el descaro es manifiesto. Se exhibe en pecado, ya no se avergüenza, pues el rostro ya se ha endurecido.



Eso le pasó a Judas el traidor, primero pecó en privado, es decir maquinó en su corazón entregar a Jesús, luego realizó el plan en secreto, y luego en el Getsemaní se descaró sin temor. Cuando alguien peca en secreto y no se arrepiente llegará a tal grado que perderá hasta la vergüenza que conlleva el pecado y lo exhibirá en público sin temor. Esto es haber endurecido el rostro.