Señor, ¿si puedes?
“Y respondiendo uno de la multitud, dijo: Maestro, traje a ti
mi hijo, que tiene un espíritu mudo, el cual, dondequiera que le toma, le sacude;
y echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando; y dije a tus
discípulos que lo echasen fuera, y no pudieron. Y respondiendo él, les dijo:
¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo
os he de soportar? Traédmelo. Y se lo trajeron; y cuando el espíritu vio a
Jesús, sacudió con violencia al muchacho, quien cayendo en tierra se revolcaba,
echando espumarajos. Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede
esto? Y él dijo: Desde niño. Y muchas veces le echa en el fuego y en el agua,
para matarle; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y
ayúdanos. Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. E
inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad.
Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo,
diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en
él. Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con violencia, salió; y él
quedó como muerto, de modo que muchos decían: Está muerto. Pero Jesús,
tomándole de la mano, le enderezó; y se levantó”. Marcos 9: 17-27
En muchas circunstancias de nuestra vida podemos estar
preguntándole al Señor si Él puede con alguna situación. Este pasaje fue un
momento crítico en la vida de los discípulos, que también ponía en duda la
capacidad del Señor Jesucristo, pues los escribas estaban disputando con ellos
y haciéndolos quedar en ridículo. Cuando llega Jesús, este hombre le explica a Jesús
la situación de su hijo y le pide ayuda, pero según la construcción gramatical
y la palabra griega “dynei” usada en el original bíblico, lo hace de una forma
irónica, prácticamente le dice: “pero si puedes hacer algo, ten misericordia de
nosotros, y ayúdanos.
Jesús está ante un episodio de incredulidad, a lo cual
responde: “Si puedes creer, al que cree todo le es posible”. Debemos entender
que ante la desesperación y la frustración podemos caer en incredulidad cuando
tenemos que esperar una respuesta; y llegar como este hombre a decirle a Jesús
si realmente tienes la capacidad de sanar, liberar, transformar, etc., ayúdame.
La respuesta del Señor es interesante porque contesta con la
misma palabra griega “dynei” que el padre había usado, pero ahora le devuelve
el desafío diciéndole “si tú puedes creer…”.
La sanidad, la liberación y la transformación de nuestras
vidas no dependen de la capacidad de Jesús sino de la fe que tenemos. El poder
de Cristo nunca debe ponerse en duda, porque Él todo lo puede.
En ese momento el padre se quiebra y “clama” a Jesús. Es un
grito de angustia, desesperación y reconocimiento sincero de su poca fe:
“¡Creo! ¡Ayuda mi incredulidad!” Esto es lo que quiere escuchar el Señor cuando
estamos débiles en nuestra fe. Pidamos que nos ayude en nuestra incredulidad,
seamos honestos con Jesús y se abrirá la puerta para el milagro. Es innecesario
desafiar a Dios con frases como: “Si eres Dios entonces…”, “si tienes tanto
poder…”, “si realmente me amas…”, o “si crees que lo merezco…”.
No seamos hipócritas, nada de eso toca su corazón solo la
oración sincera con fe, como dice Mateo 21:22 “Y todo lo que pidiereis en oración,
creyendo, lo recibiréis” Oración.
«Cristo Jesús, perdona mi falta de fe cuando atravieso por
situaciones que parecen imposibles, hoy me reconfortas con tu palabra cuando
dices: “al que cree todo le es posible”. Señor aumenta mi fe, y la capacidad de
ver las cosas como tú las ves, porque para ti no hay nada imposible. Quita de
mí todo espíritu de incredulidad y dureza de corazón para creer todo lo que ya
has declarado en tu Palabra y recuérdame “que todo lo puedo en ti, que me
fortaleces”, ayúdame a mirarte y dame la gracia suficiente para aprender a
esperar la respuesta en el momento oportuno. En el nombre de Jesús, amén.