jueves, 9 de junio de 2022

Caminando por convicción

 


Caminando por convicción

“Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento.”, Mateo 14:28-32

¿Cuántos de nosotros hemos experimentado lo que Pedro? Hemos dicho al Señor: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas” pero cuando es probada nuestra fe ¿cuál ha sido el resultado? Como Pedro, damos por convicción unos pequeños pasos los cuales nos hacen andar por un momento sobre las aguas; pero al final, cuando dejamos interferir nuestra parte emocional, terminamos hundiéndonos en el mar y pidiéndole a gritos al Señor que nos salve.

Lo peligroso de dejarnos dominar por la emocionalidad, es que al hacerlo, estaremos dando paso a la duda que es la que genera que nuestro ánimo mantenga vacilando entre dos opiniones, “puedo hacerlo” o “no puedo hacerlo”, como las ondas del mar, quienes son arrojadas de un lado a otro dependiendo de hacia dónde el viento quiera soplar. Nos convertimos sin darnos cuenta en hombres y mujeres de doble ánimo, lo que hace que terminemos siendo inconstantes en todos nuestros caminos (Santiago 1:6b, 8). Pero el problema de la duda es que no va sola, pues lleva consigo a su amiga la incredulidad, que es claramente la que no nos permitirá experimentar lo que Dios quiere para nuestras vidas.

Pedro, en este pasaje, se ha dejado llevar por la duda e incredulidad y Jesús se lo manifiesta: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” pero ¿por qué viene la duda? Porque en esos momentos no permitimos que en nuestra mente se arraiguen pensamientos de fe, pues si Jesús me llama es porque en Él lo puedo hacer; sino nuestros propios pensamientos que dicen: no es lógico que esté caminando sobre las aguas, yo no tengo esa capacidad; hay vientos, mares, me voy a hundir y ahogar. ¿Vemos el error? Pensamos que si Dios nos llamó a hacer algo es solo porque tenemos la capacidad de hacerlo, pero no es así.

Citemos otro ejemplo, cuando llamó Dios a Abraham y le hizo la promesa de que su descendencia sería tan numerosa que no se podría contar, acaso Abraham le creyó porque ¿él y su esposa Sara estaban en la capacidad de hacerlo? ¡No!, pues Abraham sabía que su cuerpo estaba ya como muerto al tener casi cien años, y aún su esposa era estéril; pues su fe no se debilitó ni al considerar esto. “Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido” (Romanos 4:20-21). La diferencia entre la historia de Abraham y Pedro, es que Abraham se aferró a Dios, al conocimiento que tenía del Gran Yo Soy, pero Pedro falló y se hundió en las aguas porque no se mantuvo caminando por convicción.

Así que hermanos, basta ya de andar bajo la emoción, es tiempo de empezar a caminar permanentemente por convicción.   Oración.

«Padre, tú me conoces por completo y sabes que, aunque quiero caminar por convicción, en algunos momentos de mi vida fallo y termino siendo movido bajo lo que dice mi emoción, y esto sucede porque trato de caminar en mis fuerzas y no con la ayuda de tu Espíritu Santo que has puesto en mí. Ayúdame a permanecer firme en ti y no permitas que mi fe se debilite en momentos de angustia. Llévame como a Abraham a que mi fe se fortalezca. En el nombre de Jesús, amén.    Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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