domingo, 15 de mayo de 2022

Perder el brillo

 

Perder el brillo


“¡Cómo se ha ennegrecido el oro! ¡Cómo el buen oro ha perdido su brillo! Las piedras del santuario están esparcidas por las encrucijadas de todas las calles”. Lamentaciones 4:1

“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Mateo 5: 14-16

“¡Cómo se ha ennegrecido el oro! ¡Cómo el buen oro ha perdido su brillo!”, estas palabras las pronunció el profeta Jeremías al referirse al pueblo de Judá cuando cayó en una crítica situación espiritual por haber desobedecido continuamente a Dios.

Esto tan lamentable también nos puede suceder a los creyentes cuando nuestra vida se oscurece y pierde el brillo de la presencia de Cristo por nuestra desobediencia y cuando estamos en pecado. El pecado es como el lodo que no deja reflejar la luz en un bombillo sucio. En el pasaje de Mateo el Señor nos pide que nuestra luz alumbre a los que nos rodean, para que vean nuestras buenas obras y glorifiquen a Dios. Esa luz personal debe irradiar primero nuestra casa, luego la ciudad donde vivimos y por último al mundo.

El enemigo con sus artimañas sutilmente va ganando terreno en nuestra vida, con conversaciones, amistades, lugares, costumbres, cosas aparentemente insignificantes, que opacan nuestro testimonio como hijos de Dios y perdemos el brillo de Cristo que nos debe distinguir del resto del mundo. También el mundo ofrece un falso resplandor con placeres, deseos, poder y vanagloria que nos pueden desviar del camino de Dios, pero recordemos que no todo lo que brilla es oro.

Satanás siempre andará sagazmente detrás de nosotros para alejarnos de Dios y no debemos permitirlo, porque el brillo de un creyente no proviene de sí mismo sino de la luz de Cristo dentro de nosotros, por eso es importante que el Espíritu Santo llene cada espacio de nuestro ser, siendo sensibles a su voz y dirección por medio de la Palabra de Dios y manteniendo una comunión íntima y sincera con nuestro Señor.

El pecado puede manchar los dones más excelentes que el Espíritu Santo nos ha dado, el Señor quiere que seamos como el oro que, aunque probado por el fuego de las pruebas, nunca cambia su esencia y valor real. Mantengamos la lámpara encendida, llenos del aceite del Espíritu, viviendo conforme a su verdad y en santidad, brillando con la luz de Cristo.  Oración.

«Señor Jesucristo, ayúdame a brillar para bendición de los que me rodean y para glorificar tu Nombre. Me llamaste a ser luz para influenciar mi entorno con el evangelio, no permitas que el pecado y la desobediencia me alejen de tu presencia, ni tampoco que me deje seducir por el resplandor de este mundo o el engaño del enemigo. Quiero ser esa vasija de barro donde alumbre continuamente tu presencia, permaneciendo en obediencia y santidad. En Cristo Jesús. Amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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