sábado, 30 de marzo de 2024

La invitación

 La invitación

“Entonces Jesús le dijo: Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos. Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado. Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses. Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses. Y otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir. Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos. Y dijo el siervo: Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar. Dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa. Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena.” Lucas 14:16-24
Jesús vino por Israel, pero este no reconoció las señales ni entendió los tiempos de su visitación (Lucas 19:44) y rechazaron al Mesías, al Cristo. Sin embargo, los que lo recibimos, los que creemos en su nombre somos nacidos de nuevo, hechos hijos de Dios y somos sellados por el Espíritu de Dios. (Juan 1:12-13, Efesios 1:13), pues los que eran invitados no quisieron venir a la cena de comunión con el Señor y Él entonces amplia y generosamente invitó a todos, para que se cumpliera lo dicho por el profeta: “Fui buscado por los que no preguntaban por mí; fui hallado por los que no me buscaban. Dije a gente que no invocaba mi nombre: Heme aquí, heme aquí.” (Isaías 65:1)
Los que no quisieron venir a la cena inicialmente se lamentarán y llorarán por aquel a quien traspasaron (Zacarías 12:10), Dios tratará nuevamente con ellos hasta que entren todos los invitados, luego cerrará la puerta (Romanos 11:25-26, Lucas 13:25), mientras tanto estamos llamados a invitar a otros a la cena de intimidad, adoración y amor más extraordinaria de todas, una cena que sacia el hambre y la sed del alma y del espíritu, y que llena de plenitud y sentido nuestra vida (Apocalipsis 3:20).
Qué triste sería ver que no invitamos a los que decimos son nuestros amigos, y que tal vez los hemos invitado a una cena en este mundo, pero no a la cena más trascendente e importante de todas, a la fiesta de las bodas del Cordero (Apocalipsis 19:7-10). Así que, como siervos del Señor coloquemos toda diligencia en hacer la invitación, pues en su casa aún hay lugar para que todo aquel que crea en Jesucristo, disfrute de la cena de salvación y comunión que Dios ha preparado. Oración.
«Bendito Dios, gracias por tan sobreabundante gracia y perfecto amor que hoy me ha hecho partícipe de tu cena de salvación y comunión. Te pido que obres en mí para ser ese siervo que a tiempo y destiempo invite a todo aquel que esté hambriento y sediento del pan de vida y del manantial de agua viva, por Jesucristo mi Señor, amén.