sábado, 8 de noviembre de 2014

Hechos 4:8-10

Hechos 4:8-10

Pedro, lleno del Espíritu Santo, les respondió: Gobernantes del pueblo y ancianos: hoy se nos procesa por haber favorecido a un inválido, ¡y se nos pregunta cómo fue sanado! Sepan pues, todos ustedes y todo el pueblo de Israel que este hombre está aquí delante de ustedes sano gracias al nombre de Jesucristo de Nazaret crucificado por ustedes pero resucitado por Dios.


Si te preguntan: ¿es mejor hacer el bien o el mal? Tienes tres respuestas: el bien, el mal y depende. Cuando tus principios son sólidos contestas el bien. Cuando no te importa nada más que tu vida y lo que hay a tu alrededor que te afecte personalmente dices depende. Y los que contestan el mal son por los que tenemos que orar pues sus caminos se encuentran sumamente torcidos. Pero quiero enfocarme en los que podríamos contestar depende. Analicemos esto: todos los actos tienen consecuencias. Si nos dijeran que nos meteremos en problemas por decir que creemos en Jesús, ¿lo diríamos abiertamente? O mejor solamente lo compartimos con nuestros seres cercanos. ¿Qué tal cuando en el trabajo te piden que mientas? Si no lo haces tu puesto puede estar en riesgo y si lo haces, bueno, ya sabes lo que Dios piensa al respecto. Pienso en cada circunstancia en la que hacer el bien nos puede causar un conflicto y preferimos mejor no hacer nada… nos gusta nuestro confort. Nos gusta nuestra vida y no queremos alterarla o meternos en problemas. Se llama egoísmo.
Dios nos quiere firmes y totalmente dependientes a Él. No quiere que dudemos. No quiere que digamos depende. Quiere que acudamos a Él y le entreguemos nuestras circunstancias pidiendo Su dirección y sobre todo Su paz.
Pedro y Juan decidieron hacer el bien sin dudar. Sanaron a un paralítico. ¿Las consecuencias? Fueron llevados presos y estaban siendo interrogados. Dentro de las muchas posibles respuestas que podrían haber contestado los discípulos, Pedro aprovecha ese instante y comienza a predicar a Jesús y la resurrección. Abiertamente les dice que Jesús fue quien sanó al paralítico. Expone lo irónico que es el estar siendo interrogados por haberlo sanado y comparte cómo la crucifixión de Jesús terminó con Dios resucitándolo.
A veces seguir a Dios firmemente traerá problemas o señalamientos como con los discípulos. Tú habrás hecho lo correcto al obedecer y servir a Dios pero aún así, la gente te señalará y cuestionará. La Biblia nos enseña cómo reaccionar ante situaciones que, aunque parezcan ridículas, sucederán. Pedro no se enojó y quejó ante las autoridades por la injusticia que estaba pasando. Por el contrario, habló de Jesús y expuso que fue crucificado y que resucitó. Hagamos lo mismo. Entendamos que siempre es mejor escoger el camino de Dios, dejemos a un lado nuestro confort y cambiémoslo por los constantes retos de seguir a Dios con la certeza de que Él está al mando de todo.

Oración
Señor: a veces es difícil seguirte pues debo enfrentarme a mi mismo y a mucha gente a mi alrededor para hacerlo. Quiero entregarte mi vida y seguir tu camino dejando atrás mi egoísmo y dedicarme a servirte. Ayúdame a compartir a Jesús como tus discípulos lo hicieron, aprovechando cada instante que les brindaste. En Cristo Jesús te lo pido.
Amén