lunes, 30 de abril de 2018

Promesas benditas


Promesas benditas
Si andáis en mis preceptos y guardáis mis mandamientos, y los ponéis por obra, yo os enviaré las lluvias a su tiempo, y la tierra y el árbol del campo darán su fruto. (Levítico 26:3-4)               


¡Qué pasaje tan bello! ¡Qué bella colección de promesas! Cuando Él les pidió que guardaran Sus mandamientos, no se estaba refiriendo sólo a los diez mandamientos. Él sabía que la naturaleza humana caída, con su inherente tendencia a la autosuficiencia, nunca podría guardarlos. No sólo significaba los diez mandamientos, sino todas las provisiones para la redención que estaban proveídos con ellos: las ofrendas, los sacrificios, las purificaciones, las sanaciones, y todas las otras provisiones que apuntan a Jesucristo. En otras palabras: “Si caminas frente a mí”, dijo, “usando las provisiones que os he hecho disponibles para no pecar y no ser rebeldes en vuestro corazón, entonces las bendiciones serán vuestras”.

Las bendiciones son multiplicadas por seis. Hay un equivalente para cada uno de estas en la vida espiritual hoy. Dios significó esto materialmente para Su pueblo, pero también es una imagen de las bendiciones espirituales que son nuestras en nuestra vida hoy. Así que este pasaje tiene una aplicación directa para nosotros. La primera promesa es fecundidad. Dios dijo: “La tierra dará su fruto”. Tu vida será fructífera. Será una bendición a otros. Segundo, habrá un suministro completo: “Vuestra trilla alcanzará hasta la vendimia y la vendimia alcanzará hasta la siembra; comeréis vuestro pan hasta saciaros” (v. 5a). Tendréis todo lo que necesitáis; cada recurso os será proveído. Tercero, tendréis seguridad: “Yo daré paz en la tierra y dormiréis sin que haya quien os espante” (v. 6a). Ningún enemigo que venga en contra de vosotros os podrá oprimir o llevaros cautivos. Dios os protegerá. La cuarta bendición es aumento: “os haré crecer, os multiplicaré y afirmaré mi pacto con vosotros” (v. 9b). Vuestra vida afectará las vidas de otros. Encontraréis que el alcance de vuestra influencia se extenderá, llegando a dimensiones más grandes. Quinto, tendréis un sentido de la presencia divina de Dios, de comunión con el Dios vivo: “Andaré entre vosotros: seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo” (v. 12). Tendréis un sentido de comunión íntima con Dios. Todo esto está garantizado por el carácter de Dios, Aquel que liberó a Israel de la tierra de Egipto, Aquel que es capaz, en sexto lugar, de liberar y de exaltar, de hacer que el pueblo “ande erguido”, como deben andar y vivir los hombres y las mujeres. Ese es el tipo de Dios que es, y eso es lo que dice que hará.

Estas bendiciones encuentran su equivalente en nuestras propias vidas en términos de la efectividad espiritual y de la productividad que Dios producirá, si tomamos de la provisión que ha hecho para nosotros en Jesucristo y si tratamos honesta y abiertamente con Él. Eso es todo lo que Dios pide. No nos pide que seamos inmaculados; nos pide que seamos honestos. Nos pide que no nos engañemos a nosotros mismos, no intentar fingir, no presentar una cara falsa, una pared detrás de la cual nos escondemos, no ponernos una máscara que no es real, sino ser honestos y abiertos, y recurrir a los recursos que nos ha dado en Jesucristo.

Padre, gracias por Tu amor incesante y por todas las bendiciones que has proveído al permanecer yo en Jesucristo.