martes, 16 de marzo de 2010

Mateo 23

Mateo 23 -

CAPÍTULO 23
Versículos 1-12. Jesús reprende a los escribas y a los fariseos. 13-33. Delitos de los fariseos. 34-39. La culpa de Jerusalén.

Vv. 1-12.Los escribas y los fariseos explicaban la ley de Moisés y obligaban a obedecerla. Son acusados de hipocresía en la religión. Sólo podemos juzgar conforme a las apariencias externas, pero Dios escudriña el corazón. Ellos hacían filacterias que eran rollos de papel o pergamino donde escribían cuatro artículos de la ley, para atarlos a la frente o al brazo izquierdo, Éxodo xiii, 2-10; Éxodo xiii, 11-16; Deuteronomio vi, 4-9; Deuteronomio xi, 13-21. Hacían estas filacterias extensas para que se pensara que eran más celosos de la ley que los demás. Dios mandó a los judíos que se pusieran franjas sobre sus vestiduras, Números xv, 38, para recordarles que son un pueblo peculiar, pero los fariseos las hacían más grandes que lo corriente, como si por eso fueran más religiosos que los demás. El orgullo era el pecado amado reinante en los fariseos, el pecado que más fácilmente los asaltaba, y contra el cual el Señor Jesús habla aprovechando todas las ocasiones. Para aquel que es enseñado en la palabra, es digno de elogio que honre al que enseña; pero para el que enseña es pecaminoso exigir esa honra e hincharse por eso. -¡Cuán contrario al espíritu del cristianismo es esto! Al discípulo coherente de Cristo le es penoso ser puesto en los lugares principales, pero cuando se mira alrededor en la iglesia visible, ¿quién pensara que este es el espíritu requerido? Claro es que alguna medida de este espíritu anticristiano predomina en toda sociedad religiosa y en el corazón de cada uno de nosotros.

Vv. 13-33.Los escribas y los fariseos eran enemigos del evangelio de Cristo y, por tanto, de la salvación de las almas de los hombres. Malo es mantenernos alejados de Cristo, pero peor es mantener a los demás lejos de Él.
Sin embargo, no es novedad que la apariencia y la forma de la piedad se usen como manto para las mayores enormidades. Pero la piedad hipócrita será considerada como doble iniquidad.
Estaban muy ocupados en ganar almas para su partido. No para la gloria de Dios, ni para bien de las almas, sino para tener el mérito y la ventaja de hacer prosélitos. Siendo la ganancia su piedad ellos con miles de estratagemas hicieron que la religión cediera su lugar a sus intereses mundanos. Eran muy estrictos y precisos en materias mínimas de la ley, pero negligentes y consecuentes en las materias de mayor peso. No es el escrúpulo de un pecadillo que reprueba aquí Cristo; si fuera un pecado, aun como un mosquito, había que filtrarlo, pero hacían eso y, luego, se tragaban un camello, es decir, cometían un pecado mayor.
Aunque parecían ser santos, no eran sobrios ni justos. Realmente somos lo que somos por dentro. Los motivos externos pueden mantener limpio lo de afuera mientras el interior está inmundo; pero si el corazón y el espíritu son hechos nuevos, habrá vida nueva; aquí debemos empezar con nosotros mismos. La justicia de los escribas y los fariseos era como los adornos de una tumba o el vestido de un cadáver, sólo para el espectáculo. Lo engañoso de los corazones de los pecadores se manifiesta en que navegan corriente abajo por los torrentes de los pecados de su propio tiempo, mientras se jactan de haberse opuesto a los pecados de días anteriores. A veces pensamos que si nosotros hubiésemos vivido cuando Cristo estuvo en la tierra, no lo hubiésemos despreciado ni rechazado, como entonces hicieron los hombres; pero Cristo en su Espíritu, en su palabra, en sus ministros aún no es tratado mejor. Justo es que Dios entregue a la lujuria de sus corazones a éstos que se obstinan en satisfacerse a sí mismos. Cristo da a los hombres su carácter verdadero.

Vv. 34-39.Nuestro Señor declara las miserias que estaban por acarrearse a sí mismos los habitantes de Jerusalén, pero no se fija en los sufrimientos que Él iba a pasar. Una gallina que junta a sus pollos bajo sus alas, es un emblema adecuado del tierno amor del Salvador por aquellos que confían en Él, y su fiel cuidado por ellos. Él llama a los pecadores a que se refugien en su tierna protección, los mantiene a salvo, y los nutre para la vida eterna.
Aquí se anuncian la dispersión y la incredulidad presente de los judíos, y su futura conversión a Cristo. Jerusalén y sus hijos tenían gran parte de culpa y su castigo ha sido una señal. Pero no antes de mucho, la venganza merecida caerá sobre cada iglesia que es cristiana sólo de nombre. Mientras tanto, el Salvador está listo para recibir a todos los que vayan a Él. Nada hay entre los pecadores y la dicha eterna, sino su orgullo y su incrédula falta de voluntad.