Un corazón que construye puentes
“Y comenzaron a rogarle que se fuera de sus contornos. Al
entrar él en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le dejase
estar con él. Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a
los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha
tenido misericordia de ti”, Marcos 5:17-19
“Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de
vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón
de carne.”, Ezequiel 36:26
Cuando el Señor Jesús libera al endemoniado gadareno, ocurren
dos cosas que contrastan el efecto que produce el evangelio: unos al ver lo
sucedido, lo rechazaron y le pidieron que se fuera de esos lugares,
(prefirieron seguir con sus vidas cómodas cuidando cerdos); pero el que fue
liberado “le rogaba que le dejase estar con él”. En otros pasajes recordamos
cómo el Señor al pedir que lo siguieran, muchos no quisieron hacerlo (Marcos
10:21-22), pero este hombre que había estado endemoniado, le rogaba estar con
él; esto nos dice claramente de un hombre que verdaderamente no se quedó solo
con el milagro, sino que se quedó en su corazón con el que los produce. También
podemos observar este contraste cuando Jesús sana a 10 leprosos pero sólo uno
regresa a dar gloria a Dios y se va con Jesús en su vida, pues él mismo le
confirma “tu fe te ha salvado” (Lucas 17:17-19).
Lo anterior nos lleva a entender que la escritura da
testimonio de que nadie puede decir Señor a Jesús, sino por el Espíritu,
entonces la única manera de que nosotros podemos dar testimonio, es porque
tenemos al Espíritu en nosotros, pues llamar a Jesús «Señor» (griego: Kyrios)
significa adorarlo y someterse a Él, aceptando Su deidad y autoridad total
sobre todo, incluida nuestra propia existencia. (1 Corintios 12:3)
El hombre gadareno se negó a sí mismo, para querer
profundamente “estar con él”, y luego vemos cómo obedeciendo el mandato de
Jesús, fue a publicar lo que el Señor había hecho con él, no le dio vergüenza
compartir su testimonio. ¿Por qué a veces nos da vergüenza compartir nuestra
fe?
Nosotros hemos creído en Jesús porque escuchamos el
testimonio de alguien más, y por fe en Cristo, nuestro corazón ha sido
cambiado, cumpliéndose Ezequiel 36:26: “Os daré corazón nuevo, y pondré
espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de
piedra, y os daré un corazón de carne.”
Ese nuevo corazón, que tiene a Cristo, es el puente para que
otros lo conozcan, pues contiene una nueva mente, la mente de Cristo. Un sentir
nuevo, el sentir de Cristo y una manera de hacer radicalmente diferente: la
obediencia de Cristo en mi. Así que nuestro corazón nuevo es el puente para que
otros conozcan a Jesús, no tardemos en mostrarlo a otros (1 Corintios 2:16,
Filipenses 2:5-8, Romanos 5:19). Oración.
«Padre, me has colocado en Jesús por medio de la fe, unido
por medio del Espíritu, me has dado un nuevo corazón para que sea visible a
otros, la mente de Cristo, el sentir de Cristo y el amor en acción de Cristo,
para que te conozcan de manera personal, a través de mi vida, para gloria de tu
nombre, amén.