viernes, 11 de julio de 2014

Las tentaciones de Jesús en el desierto

Las tentaciones de Jesús
en el desierto

(Mt 4,1-11)


En aquel tiempo, el Espíritu llevó a Jesús al desierto, para que el diablo lo pusiera a prueba. 2 Después de ayunar cuarenta días y cuarenta noches, sintió hambre. 3 El tentador se acercó entonces y le dijo:

-Si eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes.

4Jesús le respondió:

Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

5 Después el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo 6 y le dijo:

Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Dará órdenes a sus ángeles para que te lleven en brazos, de modo que tu pie no tropiece en piedra alguna.

7 Jesús le dijo:

También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios.

8 De nuevo lo llevó consigo el diablo a un monte muy alto, le mostró todos los reinos del mundo con su gloria 9 y le dijo:

-Todo esto te daré si te postras y me adoras.

10 Entonces Jesús le dijo:

Márchate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y sólo a él le darás culto.

11 Entonces el diablo se alejó de él, y unos ángeles se acercaron y le servían.




Ya había sido consagrado de manera solemne por el Padre, en el Jordán (cf. 3,16ss), cuando «el Espíritu llevó a Jesús al desierto», última etapa de su preparación para el ministerio de su vida pública. Los cuarenta días de desierto fueron, en efecto, una etapa de intenso retiro, en la que el Apóstol-Hijo nos brindó una prueba paradigmática de su firme determinación de no alejarse lo más mínimo de la trayectoria apostólica que le había sido trazada por el Padre. Jesús se revela en el desierto como el modelo supremo de consagración y de fidelidad al Padre, como el ser obediente por excelencia.

Jesús rechaza las tres tentaciones diabólicas emplean-do tres pasajes de la sabiduría del libro del Deuteronomio (cf. Dt 8,3; 6,16; 6,13). Existe una clara contraposición entre la actitud de Jesús en sus cuarenta días de desierto y el comportamiento de los israelitas en los cuarenta años que pasaron en el mismo lugar. Jesús, superando perfectamente todo tipo de tentación, se transforma en el israelita auténtico, que anula la desobediencia del Israel rebelde y reconstruye en positivo la historia del Israel de Dios. Jesús es asimismo el nuevo Adán que, siempre obediente al Padre, redime el pecado del viejo Adán y abre un camino de luz para toda la humanidad (cf. Rom 5,19).

En la etapa del desierto, como durante toda su vida y también en la cruz, Jesús permaneció fiel a su programa: vivir de toda palabra que sale de la boca del Padre (cf. Mt 4,4; Jn 4,34).