jueves, 1 de septiembre de 2022

No tendrás dioses ajenos delante de mí

 

No tendrás dioses ajenos delante de mí


“Y habló Dios todas estas palabras, diciendo: Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí” Éxodo 20:1-3.

Los diez mandamientos están hoy en día más vigentes que nunca, en un mundo que corre los límites morales, pero que no entiende que estos fueron entregados por Dios para nuestra bendición y protección.

Estos mandamientos hablan del carácter y de la santidad de Dios, y de sus justas demandas, que aunque se resumen en amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22:37-40), esto no invalida los diez mandamientos, solo muestra su esencia, basada en el amor a Dios y a nuestro prójimo.

El primer mandamiento claramente prohíbe tener dioses ajenos, pues Dios es el único Dios verdadero (Isaías 45:5, Deuteronomio 4:35), tener otros dioses solo llevará a la confusión y a la muerte, porque su poder es el engaño y la mentira, y no pueden salvar como lo aprenderemos en el próximo devocional; en contraste Dios es el Dios de la vida y el único que puede dar vida eterna, por esto uno de los propósitos más grandes del Señor Jesús es: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).

Faltamos a este primer mandamiento, cuando tenemos a Dios de último en nuestras prioridades de la vida, cuando tenemos a otras personas o cosas por encima de Él, o cuando somos nuestros propios dioses y vivimos a “nuestra manera” sin tener en cuenta lo que Él es y lo que Él hace, en pocas palabras, cuando vivimos independientemente del Altísimo y su Palabra.

Entonces, ¿hemos tenido otros dioses aparte del Dios de la Biblia? Si es así, necesitamos ir a Cristo, por fe en él; aceptando su muerte y resurrección en nuestra vida somos libres del juicio de un Dios santo que demanda “exclusividad” y pasamos de muerte a vida, vida eterna, pues somos unidos a Cristo mismo.   Oración.

«Señor Jesús, gracias por salvar mi vida, pues confieso que tenía otros dioses que me llevaban a la muerte, al dolor y no podían darme vida. Hoy quiero por medio de la fe en ti y por tu favor inmerecido, colocarte en el primer lugar de mi vida y que me lleves a tener una relación única e ininterrumpida con el Padre, en tu nombre. Amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.