viernes, 14 de agosto de 2020

La sangre de Cristo nos limpia de todo pecado. Parte 1

 

La sangre de Cristo nos limpia de todo pecado. Parte 1

“Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin

derramamiento de sangre no se hace remisión.”, hebreos 9:22

“De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.”, Hechos 10:43

En el antiguo testamento se nos explica lo que había de venir (Cristo mismo), que el hombre sólo se podía acercar a Dios por medio de la sangre. En el libro de Levítico (Levítico 1:5) se detalla cómo se rociaba la sangre de un cordero para cubrir los pecados del pueblo y todo aquello que estuviera impuro.

La razón de estos sacrificios es porque la vida del cuerpo está en la sangre, se rociaba por lo tanto sobre el altar con el fin de purificar al pueblo, para hacerlo justo ante el Señor (Expiación), puesto que es la sangre, dada a cambio de una vida, la que hace posible la purificación (Levítico 17:11).

Esta sangre satisface la justicia de Dios, y se usa la palabra “propiciación” la cual se refiere a un sacrificio que apacigua la ira de Dios al satisfacer su justicia. (Levítico 16:16-19)

Entonces, cuando llegó el tiempo señalado, Cristo, el hijo de Dios, fue el cordero de Dios inmolado (sacrificado) una sola vez y para siempre, no entrando en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios (Hebreos 9:24), para remisión de nuestros pecados, y este perdón se recibe mediante la fe, como nos enseña su Palabra y el testimonio de sus apóstoles: “para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados” (Hechos 26:18b).

Podemos, por lo tanto, estar seguros que su sangre preciosa nos limpia de toda maldad, así que vayamos a su luz. Hoy mismo Cristo, por medio de tu fe, te puede perdonar y serás limpio de toda maldad, liberado de la esclavitud del pecado y del dominio del mal.  Oración.

«Gracias Señor Jesús porque perdonas toda mi maldad, por el sacrificio hecho en la cruz del calvario, por esa sangre preciosa que clamó por mí, que me hizo justo ante los ojos de Dios; ahora soy libre para entrar libremente a tu presencia y adorarte. Amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.