martes, 27 de septiembre de 2022

Aquel día

 


Aquel día

“Era la hora tercera cuando le crucificaron” Marcos 15:25

“en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia” Efesios 1:7-8

“Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.” Juan 3:30

Aquel día, en aquella hora, Cristo murió por nuestros pecados y con su sangre pagó nuestro rescate, pues éramos esclavos del enemigo y del pecado. A partir de aquel día todo cambió, la historia de la humanidad no fue igual, y también nuestra historia debe cambiar si hemos aceptado el regalo maravilloso de la salvación, creyendo en Cristo Jesús.

No fue un día como cualquier otro, es el día más importante de todos los sucesos que han ocurrido en el mundo entero, el hecho más trascendental, pero ¿lo es para nosotros?

Lo que sucedió aquel día se hace efectivo en nuestra vida cuando aceptamos a Jesús como nuestro Señor y Salvador, cuando aceptamos que lo que ocurrió ese día tiene que ver con cada uno de nosotros; no es simplemente traer a la memoria lo que dice la escritura acerca de su sacrificio, sino además experimentarlo en nuestra vida diaria, cuando hacemos lo que indica Jesús: “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lucas 9:23).

A partir del primer día que recibimos su palabra, aceptamos tres cosas: primero, que morimos con Cristo y resucitamos con Él para nueva vida, viviendo cada día para negarnos a nosotros mismos, es decir, dejando que nuestro “yo” mengüe para que Cristo crezca. Segundo, haciendo morir por el Espíritu Santo las obras de la carne y todo lo terrenal en nosotros. Y por último, tomando el compromiso de predicar su palabra, de seguir sus pasos en servicio, anunciando el evangelio de Jesucristo (Romanos 8:13, Colosenses 3:5-7).

Entonces, ¿estás experimentando lo que pasó aquel día?   Oración.

«Padre, ese día todo cambió y ahora quiero que el significado de la cruz sea evidente en mis actos, mostrando el amor que derramaste y viviendo como Cristo vivió, gracias Señor, amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.