jueves, 11 de abril de 2024

Y perdónanos nuestras deudas

 


Y perdónanos nuestras deudas

“Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Mateo 6:12

“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. 1 Juan 1:9

Como un deudor en manos de un acreedor, así es el pecador en manos de Dios. Queremos que el Señor perdone nuestros pecados, pero debemos estar dispuestos a perdonar a los que nos ofenden. Jesús quiere que nos reconciliemos con otros con prontitud, a fin de que no perdamos bendiciones por la falta de perdón. Esta advertencia aparece en repetidas ocasiones en sus enseñanzas. En la oración modelo el Señor nos muestra enfáticamente reconocer nuestro pecado, porque esto nos lleva a pedir perdón para ser limpiados.

Cuando oramos: “y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”, hace referencia a las ofensas hechas y a las ofensas recibidas; para que, así como Él nos perdona, podamos nosotros perdonar a otros. Si hemos recibido el perdón divino por la sangre preciosa de Jesús derramada en la cruz, debemos tener un espíritu perdonador para con nuestros semejantes. Como lo dice Marcos 11: 25-26 “Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas”. La actitud de Dios hacia nosotros en cuanto al perdón será exactamente como sea nuestra actitud hacia los demás.

Cuando perdonamos, Dios ve su propia imagen reflejada en nosotros; así que pedirle a Dios lo que nosotros no damos a los demás, sería contradictorio. El Señor hace énfasis en esto, porque Él sabe que el perdón libera nuestras almas.

Confesar con los labios es también reconocer las ofensas que hemos cometido contra otros, no tengamos temor de hacerlo, porque Dios es fiel y es justo, porque no solo su misericordia, sino su justicia, están expuestas en la redención del que se arrepiente. Cuando Él nos perdona los pecados y nos limpia de toda maldad cumple los propósitos de su eterna fidelidad y justicia. Al limpiarnos nos purifica de nuestra inmundicia, de modo que seamos libres de la presencia del pecado por el Espíritu de la santificación que mora en nosotros, veamos hebreos 9:14 “¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?

La confesión tiene el propósito de liberarnos para disfrutar de una íntima comunión con nuestro Padre. Esto debería darnos tranquilidad de conciencia, pero a veces muchos cristianos no entienden esto y se sienten culpables confesando sus pecados una y otra vez, otros piensan que, si mueren con pecados no perdonados pierden la salvación; no comprenden que el Señor con su sacrificio expiatorio perdonó todos nuestros pecados pasados, presentes y futuros.

No necesitamos confesar los pecados del pasado otra vez y no debemos temer que Él nos deseche si nuestra vida no está perfectamente limpia. Eso no indica, que no debamos confesar continuamente nuestros pecados, para que podamos disfrutar al máximo de nuestra comunión con Él. La genuina confesión debe llevarnos a la decisión de no seguir pecando. Por eso también debemos orar para derrotar cualquier tentación que nos lleve a fallarle al Señor.

Una pregunta que podríamos estar haciéndonos es: ¿si Dios nos ha perdonado por la muerte de Cristo, por qué debemos confesarnos? Porque al admitir nuestro error y recibir el perdón de Cristo, acordamos con Dios que somos pecadores y deseamos abandonar esa condición; nos aseguramos de no ocultarle nada a Él y en consecuencia a nosotros mismos, teniendo una relación sincera con Él y con los demás; reconocemos nuestra vulnerabilidad y nuestra tendencia a pecar, pero también nuestra dependencia de su poder por medio del Espíritu Santo para vencer el pecado y vivir una vida plena en Cristo.   Oración.

«Amado Jesús, gracias por tu sacrificio expiatorio por el cual quitaste el pecado del mundo; por llevar en tu cuerpo mis pecados pasados, presentes y futuros y por darme el perdón de todos ellos. Quiero vivir en santidad, por eso lléname de tu Santo Espíritu para recibir tu poder para vencer la tentación y llevar una vida limpia, disfrutando así de la plenitud de tu presencia cada día. Ayúdame a tener un espíritu perdonador, para poder perdonar a los que me ofenden, en el nombre de Jesús, amén.