miércoles, 14 de febrero de 2024

Un principio que bendice nuestra vida

 

Un principio que bendice nuestra vida


“Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos” Romanos 13:1-2.

Un principio que nos bendice de manera abundante es el someterse a toda autoridad. Esto contrasta con el mundo actual, donde el ir en contra de la autoridad es una tendencia en aumento: “Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos” (2 Timoteo 3:2). Pero la Palabra de Dios establece que es Dios el que instaura estas autoridades, en Daniel 2:21 leemos: “Él muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos”.

¿Y cómo disfrutamos de esta bendición? Todos estamos llamados a estar bajo una autoridad. En nuestras familias, Dios nos coloca bajo la autoridad de nuestros padres (Efesios 6:1), en los matrimonios las esposas al esposo: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo” (Efesios 5:22-24); pero claramente el esposo debe estar sujeto a Cristo.

En cuanto a la iglesia, el Señor también nos instruye a someternos a las autoridades pastorales, “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso”, (hebreos 13:17).

El Señor Jesucristo mismo vino en su naturaleza de hombre sometido totalmente a la autoridad de su Padre, porque se identifica con el hombre para dar su vida en rescate por la humanidad, así que se somete a sus padres terrenales y a su Padre celestial: “¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras” (Juan 14:10). El Señor Jesús no actuaba de manera independiente o haciendo las cosas por su propia cuenta sino siguiendo las instrucciones de su Padre: “Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente” (Juan 5:19).

Cristo mismo se sometió incluso a las autoridades terrenales, porque él vino a hacer la voluntad del Padre “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Juan 6:38). Obedecer a las autoridades puestas por Dios es la manera más práctica y sencilla de hacer la voluntad de Dios, pero, ¿qué sucede si estas fallan? Estamos llamados a orar por ellas “por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad” (1 Timoteo 2:2), es decir que es ante Dios que deben responder, mientras nosotros nos sometemos al Señor, él no permitirá que la autoridad terrenal nos lleve a pecar contra Él mismo que es la autoridad superior, o la autoridad máxima de todas las autoridades.  Oración.

«Padre, estoy en Cristo por tu gran amor, y ya no hay condenación, sino que tengo una relación contigo de Padre e hijo, tú me amas, me corriges, me animas y me enseñas por tu Santo Espíritu a tener el carácter de Cristo y por eso estoy llamado a respetar a las autoridades que tú has designado, en amor, para nuestra protección. En el nombre de Jesús, amén.