lunes, 10 de octubre de 2022

Tres principios para vivir el reino de Dios. Parte 2

 

Tres principios para vivir el reino de Dios. Parte 2


 “Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza. El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa”. Mateo 13:20-22

“Más el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno”. Mateo 13:23

Continuando con el devocional del día de ayer, el segundo principio para vivir el reino de Dios en la tierra es profundizar (Mateo 13:20-22). Es necesario conocer y estudiar la palabra, ya que cuando no lo hacemos, nuestras raíces no son profundas y nos apartamos fácilmente de los caminos de Dios. Los afanes y el engaño de las riquezas que este mundo nos ofrece, ahogan la palabra y nos quedamos sin fruto.

Al no profundizar la raíz se seca. Así es con la palabra de Dios cuando es sembrada en nuestro corazón y la aceptamos en un principio con alegría, pero cuando aparecen problemas y aflicciones, siendo atacados o rechazados por causa del evangelio, este gozo es de corta duración, tropezamos y no queremos seguir adelante. En cambio, cuando entendemos su palabra y profundizamos en ella, sabremos entonces lo que implica seguir a Cristo y estaremos dispuestos a sufrir por el evangelio.

Lo que no crea raíces profundas se vuelve superficial, hay que correr el velo de nuestros ojos para ver la grandeza de Jesús. Esto solo lo podemos hacer cuando intencionalmente decidimos estudiar las Escrituras para conocerlo más, como dice Juan 5:39 “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí”.

El tercer principio es la madurez. Cuando profundizamos en el conocimiento de Dios, esto nos conducirá a la madurez espiritual. La madurez no viene por la edad, sino por conocerlo a Él y por asumir responsabilidades dentro de la vida cristiana. Una persona madura no se mueve por circunstancias, tiene prioridades claras y la primera prioridad es Dios (Mateo 6:33). Las dificultades son los momentos que Él nos presenta para que le conozcamos más; nuestra adoración no puede estar condicionada por nuestros problemas, sino por la dignidad de Dios, Él merece nuestra adoración.

Las crisis nos fortalecen, como cuando un árbol pasa por una tormenta y sus raíces se afirman. Necesitamos madurez para vivir en el reino de Dios; dice 1 Corintios 2:5 “para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios”. Entre más conozcamos a Dios, más crecerá nuestra fe en Él y resistiremos cualquier aflicción que venga a nuestra vida. Cuando maduramos nos volvemos fructíferos, porque traemos los principios espirituales a la práctica, siendo luz e influenciando este mundo, extendiendo el reino de Dios en esta tierra. La semilla caerá en buena tierra dando fruto, cumpliendo así el propósito de Dios.   Oración

«Amado Dios, anhelo un cambio de corazón, una genuina entrega a mi Salvador; que ame tu palabra, la entienda, la profundice y me lleve a la madurez para ser ese terreno fructífero. Quiero que mis ojos y oídos estén abiertos y sensibles al mensaje del reino, para poder compartir a otros de la grandeza de Jesús, amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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