domingo, 28 de septiembre de 2014

Hechos 19:13-16

Hechos 19:13-16


Algunos judíos que andaban expulsando espíritus malignos intentaron invocar sobre los endemoniados el nombre del Señor Jesús.  Decían: ¡En el nombre de Jesús, a quien Pablo predica, les ordeno que salgan!  Esto hacían siete hijos de un tal Esceva, que era uno de los jefes de los sacerdotes judíos.  Un día, el espíritu maligno les replicó: conozco a Jesús y sé quién es Pablo, pero ustedes ¿Quienes son?  Y abalanzándose sobre ellos, el hombre que tenía el espíritu maligno los dominó a todos.  Los maltrató con tanta violencia que huyeron de la casa desnudos y heridos.


Con Dios no se juega.  Pareciera obvio pero no lo es.  Muchos de nosotros hemos caído en este mismo error.  Pensamos que podemos utilizar su nombre a nuestra conveniencia.  En el momento en que lo necesitamos y pidiendo por aquello que queremos.  No nos preocupamos por obedecerle ni por conocerle, simplemente invocamos su nombre para tratar de cumplir con nuestra voluntad.  Así estaban haciendo estos judíos.  Veían que Pablo realizaba grandes milagros utilizando el nombre de Jesús y pensaron que podrían hacer lo mismo.  Pensaron que todo se basa en lo que hacemos y decimos mientras la biblia nos dice que Dios ve el corazón.  ¿Cuántos allá afuera siguen pensando de esta manera?  La respuesta es triste y simple: muchos.
Cuando decides darle la vuelta a lo que Dios te dice, estás pensando que tú puedes hacer mejor las cosas de lo que Él lo haría.  ¿Lo entiendes?  Te lo repito.  Cada vez que la Biblia nos dice que debemos hacer esto o aquello y no lo hacemos, estamos pensando que nosotros lo haríamos mejor que Dios o que nuestra forma es más eficiente.  Piénsalo.  Si no, ¿por qué no actuamos como nos dice la biblia?  ¿Por qué posponemos el obedecer?  Porque nos cuesta trabajo creerle a Dios.  Nos cuesta trabajo entregar todo aquello que tanto valoramos.  Nos cuesta trabajo admitir que nos hemos equivocado.  Lo que hoy quiero que reflexiones es en cómo terminamos cuando omitimos los principios del Señor y lo utilizamos según nuestra conveniencia.  Terminamos como los judíos del pasaje: maltratados, desnudos y heridos.  Seguramente ya te ha pasado y puedes recordar ese momento.  Terminaste peor mientras pensabas que las cosas mejorarían.  ¿Sabes?  Es difícil lo que te voy a decir pero es la verdad: es tu culpa.  Tú decidiste no obedecer.  Tú decidiste hacer tesoros en la tierra olvidando aquellos que están en el cielo.  Tú te dejaste seducir por lo que te aparta de Dios.  Tal vez hoy estás herido y maltratado.  Te tengo una buena noticia.  El Señor te está esperando con los brazos abiertos.  Pide perdón.  Reconcíliate con el Señor y empieza de nuevo.
Por último, quiero hacer énfasis en las palabras del espíritu maligno: conozco a Jesús y sé quién es Pablo.  ¿Por qué los espíritus reconocen fácilmente a Jesús y a nosotros nos cuesta tanto trabajo?  Dejemos que Jesús destruya todas nuestras barreras y murallas que hemos construido para “protegernos”.  Reconozcámosle.  Adorémosle.  Y sobre todo creámosle.  Jesús existe.  Su palabra está en la Biblia que puedes leer en todo momento.  Dejemos de hacer nuestra voluntad.  Dejemos de pensar que lo podemos hacer mejor.  Dejemos que Él guíe.  Dejemos que Él nos llene.  Dejemos que Él nos cuide.  O acaso ¿Quieres seguir terminando herido y maltratado?  Yo no.
Oración
Padre: te pido perdón por mis pecados y te pido que pueda ser reconciliado contigo.  Entiendo que Jesús murió por mí y que su nombre no debe ser invocado conforme a mi voluntad sino la tuya.  Te pido que transformes mi corazón y lo alinees conforme al tuyo.  Quiero ponerte primero y dejar de terminar herido y maltratado por hacer mi voluntad.  Escucha mi oración Señor, en el nombre de Jesús.  Amén