Transformación
“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio
de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la
buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”, Romanos 12:2
“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como
en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la
misma imagen, como por el Espíritu del Señor.”, 2 Corintios 3:18
Un creyente puede ser tentado a rendirse por que no ve un
cambio radical en muchas cosas de su carácter. Solemos juzgar incluso si vemos
a un redimido con alguna deficiencia de carácter y pensamos mal de nuestro
hermano, sin embargo, Jesús está haciendo una obra en cada uno de nosotros
respecto a moldearnos a su imagen para poder reflejar plenamente su amor
(Filipenses 1:6). Por ejemplo, cuando ocurre una situación en la que no hemos
respondido con un carácter apacible y amable como el de Cristo, podemos estar
tentados a tirar la toalla, pero es precisamente allí donde necesitamos nuevas
fuerzas y una renovación de la manera en que estamos entendiendo la gracia de
Dios. “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los
hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos,
vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente,” (Tito 2:11-12) Este
versículo es claro en enseñarnos que la gracia de Dios se ha revelado para
salvación de todos y nos enseña que podemos renunciar a la pasada manera de
vivir llena de pecado, es decir, que la gracia es como una maestra que nos
lleva a vivir como Dios quiere que vivamos, en perfecta obediencia pero también
reflejando todo el fruto del Espíritu; nos va llevando de la mano y es nuestra
responsabilidad responder a su guía.
Somos transformados por el Señor, pero también estamos
llamados a renovar nuestra manera de pensar para poder comprobar la voluntad
perfecta de Dios y como efecto práctico ser irreprensibles en nuestra manera de
vivir. Oremos para que se cumpla en nosotros lo que dice la Palabra de Dios: “Y
el Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios, y a la paciencia de
Cristo”, 2 Tesalonicenses 3:5. Oración.
«Padre, fortalece mi fe para perseverar en llegar a ser como
Cristo, colocando mi mirada en él y siguiendo adelante a pesar de mis
debilidades, sabiendo que tú me guías en tu Espíritu impulsado por la gracia de
Dios que actúa para llevarme a una vida íntegra tal como Cristo vivió. En el
nombre de Jesús, amén.