lunes, 16 de octubre de 2023

Dios nos convoca a orar

 


Dios nos convoca a orar

“En el año primero de su reinado, yo Daniel miré atentamente en los libros el número de los años de que habló Jehová al profeta Jeremías, que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta años” Daniel 9:2

“Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza. Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas. No hemos obedecido a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra. Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión de rostro, como en el día de hoy lleva todo hombre de Judá, los moradores de Jerusalén, y todo Israel, los de cerca y los de lejos, en todas las tierras adonde los has echado a causa de su rebelión con que se rebelaron contra ti. Oh Jehová, nuestra es la confusión de rostro, de nuestros reyes, de nuestros príncipes y de nuestros padres; porque contra ti pecamos. De Jehová nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar, aunque contra él nos hemos rebelado” Daniel 9:3-9

La oración es la respuesta a la iniciativa de Dios. Daniel era un hombre con quien Dios habló de manera directa. En este caso, Daniel estaba estudiando el libro del profeta Jeremías, y la palabra escrita se apoderó de sus pensamientos y sintió el impulso de orar. Ojalá fuera igual para nosotros al escuchar o leer la palabra de Dios y prestar atención a todo lo que ya está determinado en ella, permitiendo que la profecía del fin de los tiempos nos mueva a orar más por este mundo perdido e interceder de la manera como Daniel lo hizo por el pueblo de Israel.

El propósito por el que Dios nos habla es convocarnos a orar; somos privilegiados al tener en nuestras manos la palabra escrita, puesto que las visiones pueden desaparecer; al igual que la voz de Dios o de otra persona que enseña o predica la palabra, esta puede borrarse poco a poco de nuestra mente. Debemos estar agradecidos que se nos ha dado la palabra escrita y el estímulo del Espíritu Santo, porque sus palabras no van a desaparecer. Daniel no necesitó oír una voz, se sintió atrapado por la promesa escrita de Dios; él observaba que los hechos que lo rodeaban contrastaba con las palabras escritas por Jeremías, esto le originó una tensión interior que lo llevó a interceder, había esperanza para su pueblo de regresar del exilio a su tierra natal.

Hay conflicto cuando tomamos la palabra de Dios superficialmente porque no sentimos preocupación por este mundo en caos; quizá la falta de clamor en nuestras vidas indica la falta de lectura de su palabra, que nos lleva a esa lucha espiritual interna y nos motiva a orar por otros. Nuestra tensión debería ser como la de Daniel al leer la palabra profética e interceder sobre lo que el Señor ya ha determinado para este mundo. La tensión por las cosas espirituales puede ser creativa y generadora de vida y cambiar nuestro enfoque al observar nuestra realidad y compararla con lo que Dios dice; esto haría que nos entregáramos más a la oración, a la súplica y al ayuno, para que el Señor responda a pesar de las situaciones que vemos.

Esta intercesión muestra los elementos básicos de la oración: adoración, confesión y súplica, apela a la misericordia para todos. Daniel destaca el carácter de Dios (Daniel 9:4); el Dios cuya majestad llena el universo y que mostró sus hechos poderosos para con su pueblo, pero también sus temibles juicios; el Dios cuyos pactos son inviolables y cuyo poder no tiene fin. Los ruegos, las súplicas de intercesión, solo pueden nacer de un corazón que conoce a Dios.   Oración.

«Padre amado cuán grande es tu nombre sobre toda la tierra, cuán bondadoso eres Señor, lento para la ira y grande en misericordia; hoy intercedo por este mundo perdido, todos hemos pecado y nos hemos separado de ti, desde los más grandes hasta los más pequeños, te ruego Señor extiendas tu misericordia sobre esta tierra y nos lleves al arrepentimiento, a convertirnos de nuestros malos caminos y a volver nuestra mirada a ti, ten piedad de nosotros Rey Salvador. En el nombre de Jesús, amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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