miércoles, 8 de mayo de 2013

Comunión íntima


Comunión íntima

Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen.
Juan 10:27
El apóstol Pablo enseñó a los efesios que una de las funciones de la iglesia es preparar a las personas en el "conocimiento del Hijo de Dios" (4:13). Aquí la palabraconocimiento se refiere al conocimiento pleno, correcto y preciso. Ese es el conocimiento del que Jesús habló en el versículo de hoy. No se refería al simple conocimiento de sus identidades, sino a conocerlos íntimamente, y esa es la manera en la que Él quiere que las personas lo conozcan.
El deseo de Pablo es que todos los creyentes desarrollen ese profundo conocimiento de Cristo al establecer una relación con Él mediante la oración y el fiel estudio de la Palabra de Dios y la obediencia a ella. El crecer en ese mayor conocimiento de Cristo es un proceso de toda la vida que no terminará hasta que veamos al Señor cara a cara. 

La debida justicia

No teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo.
Filipenses 3:9
Conocer a Jesucristo es tener su justicia, su santidad y su virtud imputadas a nosotros, lo que nos hace justos delante de Dios.
En los primeros años de su vida, el apóstol Pablo trató de alcanzar la salvación por el apego estricto a la ley. Pero cuando fue confrontado por la admirable realidad de Cristo, estuvo dispuesto a cambiar toda su justicia propia y moralidad externa, buenas obras y ceremoniales religiosos por la justicia concedida a él mediante la fe en Cristo. Pablo estuvo dispuesto a perder la débil y descolorida vestidura de su reputación si podía ganar el espléndido e incorruptible manto de la justicia de Cristo.
Ese es el mayor de todos los beneficios porque garantiza nuestra posición delante de Dios. Es el don de Dios para el pecador el apropiarse por fe de la obra perfecta de Cristo, que satisface la justicia de Dios. 

El poder de la resurrección

A fin de conocerle, y el poder de su resurrección.
Filipenses 3:10
La resurrección de Jesucristo mostró gráficamente la extensión de su poder. Ese es el poder que el apóstol Pablo quería experimentar porque comprendía que no podía vencer al pecado con sus propias fuerzas.
El poder de la resurrección de Cristo resuelve el pecado en nuestra salvación. Experimentamos el poder de su resurrección en la salvación. Somos sepultados con Cristo en su muerte, y resucitamos con Él para que "andemos en vida nueva" (Ro. 6:4).
Pero para derrotar al pecado cada día, necesitamos que el poder de su resurrección sea nuestro recurso. Necesitamos su fortaleza para servirle fielmente, para vencer la tentación, para triunfar en las pruebas y para dar testimonio con valor. Solo cuando establezcamos nuestra relación con Cristo y recibamos su fortaleza tendremos la victoria sobre el pecado en esta vida.