viernes, 12 de febrero de 2021

Me niego a mí mismo

 

Me niego a mí mismo


“Oye, te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás. De oídas te había oído; más ahora mis ojos te ven. Por tanto, me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza.” Job 42:4-6

“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.” Mateo 16:24

Sin Cristo en nuestro corazón, todos estábamos infectados por el pecado y éramos impuros, aún cuando mostrábamos nuestros actos de justicia y bondad, estos no eran más que trapos sucios (Isaías 64:6), pero llegando la justicia de Dios en Cristo, fuimos revestidos de ella y limpiados; por lo tanto, se nos llama a colocarnos el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad. (Efesios 4:24).

Como resultado de esta transformación interna, estamos llamados a mostrar las obras buenas que Dios preparó de antemano para nosotros (Efesios 2:10), las acciones justas de los santos (Apocalipsis 19:8).

Por esto, Job reconoce, que delante de Dios, de su majestad, santidad y grandeza, el hombre no tiene nada que hacer, ni hay ninguna bondad que lo salve o lo justifique ante el Altísimo, sino que Dios en su gracia nos salva, no es nuestro mérito, sino como regalo de su gran amor (Efesios 2:8).

Por eso se niega a sí mismo cuando dice “me aborrezco y me arrepiento”, lo cual no se trata de un problema de autoestima, ni de amor propio, sino de un reconocimiento de la grandeza y soberanía de Dios y por lo tanto, de su total dependencia a lo que Dios dice y a lo que en su amor es capaz de hacer, entonces se trata de darle a Él toda la gloria (Romanos 1:18-25).

Pero, ¿cómo podemos darle a Dios algo que desde el principio ya es de Él? Pues, se trata de que en mi quehacer diario, aplique lo que Jesús nos pide acerca de negarnos a nosotros mismos, de abandonar toda esperanza en mí, para arrojarme completamente en los brazos de un Dios soberano y amoroso a la vez, que sabe todo y conoce lo que es mejor para mí, y ha establecido por su gran amor, un propósito para mi vida: glorificar a Dios, por medio de mi obediencia a Cristo y a su Palabra (1 Samuel 15:22).

Cuando dejamos de vernos a nosotros mismos y ponemos nuestra mirada en Cristo, nuestra confianza en el iniciador y consumador de la fe, entonces somos capaces de verlo claramente, como le pasó a Job, “Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. “(Mateo 23:12) y, Dios resiste a los orgullosos y da gracia a los humildes (Santiago 4:6b) Oración.

«Señor, que yo merme para que tu crezcas en mí, quiero depender absolutamente en todo de ti, por esta razón, te entrego el control de mi vida y mi corazón, para que guíes mis pasos, e ilumines mis decisiones. Amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.