viernes, 30 de agosto de 2013

QUE TODO LO QUE SOY ALABE AL SEÑOR

biblia-grande-Dios-poderoso“…
QUE TODO LO QUE SOY ALABE AL SEÑOR” (Salmo 103:2 NTV)

¡No hay nadie como Él!
La Biblia equipara a Dios con luz, y luz con santidad. “…Dios es luz y en Él no hay nada de oscuridad” (1 Juan 1:5). Pablo dijo que Dios “…habita en luz inaccesible…” (1 Timoteo 6:16). Las Escrituras hablan de Jesucristo como “…santo, irreprochable, puro, apartado de los pecadores…” (Hebreos 7:26 NVI). Entonces, ¿cómo nos acercamos a un Dios semejante? ¿Como lo harías delante de un auditor cuando no te cuadran bien las cuentas? ¿Como a un dictador que tiene la autoridad de perdonar o quitar la vida? No, Jesús nos enseñó a orar:

“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea Tu Nombre” (Mateo 6:9). ¡Ésa es la respuesta! Tienes que acudir a Dios como a un padre que te ama profundamente y desea lo mejor para ti; no obstante, debes acercarte a Él siempre con suprema reverencia. Conforme aumenta tu temor reverencial de Dios, tus miedos irán desvaneciéndose.

Tener una imagen majestuosa de Dios produce gran coraje; una imagen pequeña de Dios, en cambio, elimina toda valentía. Un Dios minúsculo no podrá ayudarte si te llega un cáncer, si tu familia está en problemas o si no puedes pagar las facturas. Un Jesús de andar por casa puede quedar bien como decoración, pero su imagen no hará nada para aplacar tus temores. Necesitas un Dios majestuoso que aumente tu fe, al mismo tiempo que restrinja tu ego, y te deje maravillado. Escribió David: “Que todo lo que soy alabe al Señor; que nunca olvide todas las cosas buenas que hace por mí. Él perdona todos mis pecados y sana todas mis enfermedades. Me redime de la muerte y me corona de amor y tiernas misericordias. Colma mi vida de cosas buenas…” (Salmo 103:2-5 NTV)