viernes, 6 de mayo de 2016

Ezekiel 47

Ezekiel 47
En la lectura de hoy:
La adoración al Príncipe; el río que procede del templo; los límites y las divisiones de la tierra; las puertas de Jerusalén
La primera parte de esta visión final que Dios le dio a Ezequiel describe al «templo» (Ezequiel 40-43); la segunda parte describe la adoración y el carácter de los adoradores (44-46); y la parte final nos habla de las «aguas que salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente» (47-48), y de los límites y las divisiones de la tierra. Entre que más lejos corrían las aguas, más profundas estaban. Entre muchas otras cosas, estas aguas simbolizan nuestro continuo caminar con el Señor, pues, mientras que más y más experimentamos la completa suficiencia de Sus provisiones, entonces es que llegamos a reconocer que, sin ningún límite, las provisiones de Dios siempre abundan en todas nuestras necesidades.
La descripción de la tierra y de la ciudad son muy diferentes al estado geográfico del antiguo o presente Israel y Jerusalén. Esta es una visión que nos da a ver con anticipación el glorioso futuro que todos los creyentes en Jesús el Mesías van a experimentar. Todos los que conocen y aman a Jesucristo como su Salvador van a gozarse de una nueva tierra prometida durante el reino milenario de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Ezequiel fue guiado por el guía al frente del templo. Las aguas aparentemente salían de debajo de la puerta oriental como un pequeño arroyo que corría «mil codos», un poco menos de medio kilómetro (47:2-3). El guía del profeta le «hizo pasar por las aguas», y Ezequiel encontró que las aguas le llegaban «hasta los tobillos». Este mismo proceso fue repetido por segunda vez y aun más por una tercera distancia, cada vez «midió mil codos». En estos lugares Ezequiel encontró «las aguas hasta las rodillas», y después encontró «las aguas hasta los lomos» (47:4). A la cuarta distancia de «mil codos» (47:5), las aguas se habían convertido en un gran río que ya no se podía cruzar porque era muy profundo.
Las aguas del río proveían vida para todos los árboles que daban buen fruto (47:9,12). Esto representa exacto lo que el Espíritu Santo hace en la vida de todos los que se rinden a Él. Empezamos a experimentar Su gracia que suple toda nuestras necesidades como un pequeño arroyo que sale de Jesucristo, quien es la Cabeza de la fuente, y que continúa creciendo en Su belleza mientras que caminamos diariamente a la luz de Su Palabra.
Nuestro amoroso Padre le ha provisto a Su pueblo con: « . . . un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. . . . Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. . . . Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente» (Apocalipsis 22:1-2,17).
Pensamiento para hoy:
Las aguas vivas están disponibles para todos . . . «los que tienen hambre y sed de justicia» (Mateo 5:6).
Lectura opcional: Apocalipsis 19