miércoles, 30 de junio de 2010

La prueba está en la luz

La prueba está en la luz

Comprobando lo que es agradable al Señor.

Efesios 5:10

El gozo de un cristiano es ser ejemplo vivo de la verdad de Dios; ser un ejemplo viviente de lo que es agradable a Él.

Cuando estuve en Damasco, descubrí que las tiendas no tienen ventanas. Si quiere comprar algo, tiene que sacarlo a la calle y levantarlo a la luz para detectar cualquier defecto. De igual manera, la única forma de evaluar nuestra vida es exponer toda conducta, toda decisión y todo motivo ante la luz de Cristo y de su Palabra.

Cuando voy al aeropuerto y paso mis maletas por las cámaras que ven lo que hay dentro, nunca me preocupa lo que vea el policía. No tengo nada que ocultar. No llevo armas ni bombas. Así debemos ser como cristianos. No debe importarnos que la luz revele lo que somos porque ella solo ha de comprobar la veracidad de nuestra identidad. Debemos estar dispuestos a exponer nuestra vida ante la luz para que pruebe que somos luz. Reprenda el pecado

No participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas.

Efesios 5:11

En vez de hacer lo que hacen las personas del mundo, debemos reprender su maldad. Se nos pudiera llamar la CIA espiritual: nuestro trabajo es reprender las fechorías de las tinieblas. Nuestro instrumento es la Palabra de Dios: "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia" (2 Ti. 3:16, cursivas añadidas). Nuestra vida y nuestras palabras deben reprender el mal.

A veces por la manera en la que usted vive puede reprender el mal en la vida de las personas. ¿Alguna vez ha caminado hacia personas que saben que usted es cristiano y que da la casualidad que están en medio de una conversación indecente? ¿Cambian de pronto de conversación? Cuando algunos incrédulos con quienes yo jugaba golf se enteraban de que yo era pastor, sus palabras y actitudes cambiaban de inmediato.

También Dios nos ha dado la misión de reprender verbalmente el mal del mundo. Debemos diagnosticarlo, confrontarlo y después dar la solución. El pecado es un cáncer que debe extirparse. No se ayuda a nadie con pasar por alto su pecado. Las personas deben reconocer su pecado antes de que puedan ver su necesidad de un Salvador.

martes, 29 de junio de 2010


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Romano 8

Romano 8 -

CAPÍTULO 8
Versículos 1-9. La libertad de los creyentes respecto de la condenación. 10-17. Sus privilegios por ser los hijos de Dios. 18-25. Sus esperanzas ante las tribulaciones. 26, 27. La ayuda del Espíritu Santo en la oración. 28-31. Su interés en el amor de Dios. 32-39. Triunfo final por medio de Cristo.

Vv. 1-9.Los creyentes pueden ser castigados por el Señor, pero no serán condenados con el mundo. Por su unión con Cristo por medio de la fe, están seguros. ¿Cuál es el principio de su andar: la carne o el Espíritu, la naturaleza vieja o la nueva, la corrupción o la gracia? ¿Para cuál de estos hacemos provisión, por cuál somos gobernados? La voluntad sin renovar es incapaz de obedecer por completo ningún mandamiento. La ley, además de los deberes externos, requiere obediencia interna. Dios muestra su aborrecimiento del pecado por los sufrimientos de su Hijo en la carne, para que la persona del creyente fuera perdonada y justificada. Así, se satisfizo la justicia divina y se abrió el camino de la salvación para el pecador. El Espíritu escribe la ley del amor en el corazón, y aunque la justicia de la ley no sea cumplida por nosotros, de todos modos, bendito sea Dios, se cumple en nosotros; en todos los creyentes hay quienes responden a la intención de la ley.
El favor de Dios, el bienestar del alma, los intereses de la eternidad, son las cosas del Espíritu que importan a quienes son según el Espíritu. ¿Por cuál camino se mueven con más deleite nuestros pensamientos? ¿Por cuál camino van nuestros planes e ingenios? ¿Somos más sabios para el mundo o para nuestras almas? Los que viven en el placer están muertos, 1 Timoteo v, 6. El alma santificada es un alma viva, y esa vida es paz. La mente carnal no es sólo enemiga de Dios, sino la enemistad misma. El hombre carnal puede, por el poder de la gracia divina, ser sometido a la ley de Dios, pero la mente carnal, nunca; esta debe ser quebrantada y expulsada.
Podemos conocer nuestro estado y carácter verdadero cuando nos preguntamos si tenemos o no el Espíritu de Dios y de Cristo, versículo 9. Vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu. Tener el Espíritu de Cristo significa haber cambiado el designio en cierto grado al sentir que había en Cristo Jesús, y eso tiene que notarse en una vida y una conversación que corresponda a sus preceptos y a su ejemplo.

Vv. 10-17.Si el Espíritu está en nosotros, Cristo está en nosotros. Él habita en el corazón por fe. La gracia en el alma es su nueva naturaleza; el alma está viva para Dios y ha comenzado su santa felicidad que durará para siempre. La justicia imputada de Cristo asegura al alma, la mejor parte, de la muerte. De esto vemos cuán grande es nuestro deber de andar, no en busca de la carne, sino en pos del Espíritu. Si alguien vive habitualmente conforme a las lujurias corruptas, ciertamente perecerá en sus pecados, profese lo que profese. ¿Y puede una vida mundana presente, digna por un momento, ser comparada con el premio noble de nuestro supremo llamamiento? Entonces, por el Espíritu esforcémonos más y más en mortificar la carne.
La regeneración por el Espíritu Santo trae al alma una vida nueva y divina, aunque su estado sea débil. Los hijos de Dios tienen al Espíritu para que obre en ellos la disposición de hijos; no tienen el espíritu de servidumbre, bajo el cual estaba la Iglesia del Antiguo Testamento, por la oscuridad de esa dispensación. El Espíritu de adopción no estaba, entonces, plenamente derramado. Y, se refiere al espíritu de servidumbre, al cual estaban sujetos muchos santos en su conversión.
Muchos se jactan de tener paz en sí mismos, a quienes Dios no les ha dado paz; pero los santificados, tienen el Espíritu de Dios que da testimonio a sus espíritus que les da paz a su alma.
Aunque ahora podemos parecer perdedores por Cristo, al final no seremos, no podemos ser, perdedores para Él.

Vv. 18-25.Los sufrimientos de los santos golpean, pero no más hondo que las cosas del tiempo, sólo duran el tiempo actual, son aflicciones leves y sólo pasajeras. ¡Cuán diferentes son la sentencia de la palabra y el sentimiento del mundo respecto de los sufrimientos de este tiempo presente! Indudablemente toda la creación espera con anhelosa expectativa el período en que se manifiesten los hijos de Dios en la gloria preparada para ellos. Hay impureza, deformidad y enfermedad que sobrevinieron a la criatura por la caída del hombre. Hay enemistad de una criatura contra otra. Son utilizadas, más bien se abusa de ellas, por el hombre como instrumentos de pecado. Sin embargo, este estado deplorable de la creación está “con esperanza”. Dios lo librará de estar así mantenida en esclavitud por la depravación del hombre. Las miserias de la raza humana, por medio de la maldad propia de cada uno y de unos con otros, declaran que el mundo no siempre continúa como está.
Que nosotros hayamos recibido las primicias del Espíritu, vivifica nuestros deseos, anima nuestras esperanzas y eleva nuestra expectativa. El pecado fue y es la causa culpable de todo el sufrimiento que existe en la creación de Dios. El pecado trajo los ayes de la tierra; enciende las llamas del infierno. En cuanto al hombre, ninguna lágrima ha sido derramada, ningún lamento se ha emitido, ninguna punzada se ha sentido, en cuerpo o mente, que no haya procedido del pecado. Esto no es todo: hay que considerar que el pecado afecta la gloria de Dios. ¡Con cuánta temeridad, temible, mira el grueso de la humanidad a esto! -Los creyentes han sido llevados a un estado de seguridad, pero su consuelo consiste más bien en esperanza que en deleite. No pueden ser sacados de esta esperanza por la expectativa vana de hallar satisfacción en las cosas del tiempo y de los sentidos. Necesitamos paciencia, nuestro camino es áspero y largo, pero el que ha de venir, vendrá aunque parezca que tarda.

Vv. 26, 27.Aunque las dolencias de los cristianos son muchas y grandes, de modo que serían vencidos si fueran dejados a sí mismos, el Espíritu Santo los sostiene. El Espíritu, como Espíritu iluminador, nos enseña por qué cosa orar; como Espíritu santificador obra y estimula las gracias para orar; como Espíritu consolador, acalla nuestros temores y nos ayuda a superar todas las desilusiones. El Espíritu Santo es la fuente de todos los deseos que tengamos de Dios, los cuales son, a menudo, más de lo que pueden expresar las palabras. El Espíritu que escudriña los corazones puede captar la mente y la voluntad del espíritu, la mente renovada, y abogar por su causa. El Espíritu intercede ante Dios y el enemigo no vence.

Vv. 28-31.Lo bueno para los santos es lo que hace buena su alma. Toda providencia tiende al bien espiritual de los que aman a Dios: apartándolos del pecado, acercándolos a Dios, quitándolos del mundo y equipándolos para el cielo. Cuando los santos actúan fuera de su carácter, serán corregidos para volverlos a donde deben estar. Aquí está el orden de las causas de nuestra salvación, una cadena de oro que no puede ser rota.
1. “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo”. Todo eso que Dios concibió como la finalidad de la gloria y felicidad, lo decretó como el camino de la gracia y la santidad. Toda la raza humana merecía la destrucción, pero por razones imperfectamente conocidas para nosotros, Dios determinó recuperar a algunos por la regeneración y el poder de su gracia. El predestinó, o decretó antes, que ellos fueran conformados a la imagen de su Hijo. En esta vida ellos son renovados en parte y andan en sus huellas.
2. “Y a los que predestinó, a éstos también llamó”. Es un llamamiento eficaz, desde el yo y desde la tierra a Dios y a Cristo y al cielo, como nuestro fin; desde el pecado y la vanidad a la gracia y la santidad como nuestro camino. Este es el llamado del evangelio. El amor de Dios, que reina en los corazones de quienes, una vez fueron Sus enemigos, prueba que ellos fueron llamados conforme a su propósito.
3. “Y a los que llamó, a éstos también justificó”. Nadie es así justificado, sino los llamados eficazmente. Los que resisten el evangelio, permanecen sujetos a la culpa y la ira.
4. “Y a los que justificó, a éstos también glorificó”. Siendo roto el poder de la corrupción en el llamamiento eficaz, y eliminada la culpa del pecado en la justificación, nada puede interponerse entre esa alma y la gloria. Esto estimula nuestra fe y esperanza, porque como Dios, su camino, su obra, es perfecta.
El apóstol habla como alguien asombrado y absorto de admiración, maravillándose por la altura y la profundidad, y el largo y la anchura del amor de Cristo que sobrepasa todo conocimiento. Mientras más sabemos de otras cosas, menos nos maravillamos, pero mientras más profundamente somos guiados en los misterios del evangelio, más afectados somos por ellos. Mientras Dios esté por nosotros, y nosotros seamos mantenidos en su amor, podemos desafiar con santa osadía a todas las potestades de las tinieblas.

Vv. 32-39.Todas las cosas del cielo y la tierra, cualesquiera sean, no son tan grandes como para exhibir el libre amor de Dios como la dádiva de su coigual Hijo, como expiación por el pecado del hombre en la cruz; y todo lo demás sigue a la unión con Él y el interés en Él. “Todas las cosas”, todo eso que pueda ser causa o medio de cualquier bien real para el cristiano fiel. El que ha preparado una corona y un reino para nosotros, nos dará lo que necesitamos en el camino para alcanzarla.
Los hombres pueden justificarse a sí mismos aunque las acusaciones contra ellos estén plenamente vigentes; pero si Dios justifica, eso responde a todo. Así somos asegurados por Cristo. Él pagó nuestra deuda por el mérito de su muerte. Sí, más que eso, Él ha resucitado. Esta es la prueba convincente de que la justicia divina fue satisfecha. De manera que tenemos un Amigo a la diestra de Dios; toda potestad le ha sido dada a Él, que está allí, e intercede. ¡Creyente!; ¡dice tu alma dentro de ti, ¡oh, que Él fuera mío! Y ¡oh, que yo fuera de Él! ¡que yo pudiese complacerle y vivir para Él! Entonces, no juegues tu espíritu ni confundas tus pensamientos en dudas estériles e interminables, sino como estás convencido de impiedad, cree en aquel que justifica al impío. Estás condenado, pero Cristo ha muerto y resucitado. Huye a Él en esa calidad.
Habiendo Dios manifestado su amor al dar a su propio Hijo por nosotros, ¿podemos pensar que haya algo que pueda apartar o eliminar ese amor? Los problemas no causan ni muestran ninguna disminución de su amor. No importa de qué sean separados los creyentes, queda suficiente. Nadie puede quitar a Cristo del creyente; nadie puede quitar al creyente de Cristo, y eso basta. Todos los otros riesgos nada significan. ¡Sí, pobres pecadores! Aunque abunden con posesiones de este mundo, ¡qué cosas tan vanas son! Puedes decir de cualquiera de ellas, ¿quién nos separará? Puede que hasta te saquen las habitaciones preciosas, las amistades y la fortuna. Puede que vivas hasta para ver y esperar tu partida. Al final, debes separarte, porque debes morir. Entonces, adiós a todo lo que este mundo considera de supremo valor. ¿Qué te ha quedado, pobre alma, que no tienes a Cristo, sino aquello de lo cual te separaras gustoso, sin poder hacerlo: ¡la culpa condenadora de todos tus pecados!? Pero el alma que está en Cristo, cuando le quitan las demás cosas, se aferra a Cristo y estas separaciones no le pesan. Sí, cuando llega la muerte, eso rompe todas las demás uniones, hasta la del alma con el cuerpo, lleva el alma del creyente a la unión más íntima con su amado Señor Jesús, y al gozo pleno de Él para siempre.

Romano 8

Romano 8 -

CAPÍTULO 8
Versículos 1-9. La libertad de los creyentes respecto de la condenación. 10-17. Sus privilegios por ser los hijos de Dios. 18-25. Sus esperanzas ante las tribulaciones. 26, 27. La ayuda del Espíritu Santo en la oración. 28-31. Su interés en el amor de Dios. 32-39. Triunfo final por medio de Cristo.

Vv. 1-9.Los creyentes pueden ser castigados por el Señor, pero no serán condenados con el mundo. Por su unión con Cristo por medio de la fe, están seguros. ¿Cuál es el principio de su andar: la carne o el Espíritu, la naturaleza vieja o la nueva, la corrupción o la gracia? ¿Para cuál de estos hacemos provisión, por cuál somos gobernados? La voluntad sin renovar es incapaz de obedecer por completo ningún mandamiento. La ley, además de los deberes externos, requiere obediencia interna. Dios muestra su aborrecimiento del pecado por los sufrimientos de su Hijo en la carne, para que la persona del creyente fuera perdonada y justificada. Así, se satisfizo la justicia divina y se abrió el camino de la salvación para el pecador. El Espíritu escribe la ley del amor en el corazón, y aunque la justicia de la ley no sea cumplida por nosotros, de todos modos, bendito sea Dios, se cumple en nosotros; en todos los creyentes hay quienes responden a la intención de la ley.
El favor de Dios, el bienestar del alma, los intereses de la eternidad, son las cosas del Espíritu que importan a quienes son según el Espíritu. ¿Por cuál camino se mueven con más deleite nuestros pensamientos? ¿Por cuál camino van nuestros planes e ingenios? ¿Somos más sabios para el mundo o para nuestras almas? Los que viven en el placer están muertos, 1 Timoteo v, 6. El alma santificada es un alma viva, y esa vida es paz. La mente carnal no es sólo enemiga de Dios, sino la enemistad misma. El hombre carnal puede, por el poder de la gracia divina, ser sometido a la ley de Dios, pero la mente carnal, nunca; esta debe ser quebrantada y expulsada.
Podemos conocer nuestro estado y carácter verdadero cuando nos preguntamos si tenemos o no el Espíritu de Dios y de Cristo, versículo 9. Vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu. Tener el Espíritu de Cristo significa haber cambiado el designio en cierto grado al sentir que había en Cristo Jesús, y eso tiene que notarse en una vida y una conversación que corresponda a sus preceptos y a su ejemplo.

Vv. 10-17.Si el Espíritu está en nosotros, Cristo está en nosotros. Él habita en el corazón por fe. La gracia en el alma es su nueva naturaleza; el alma está viva para Dios y ha comenzado su santa felicidad que durará para siempre. La justicia imputada de Cristo asegura al alma, la mejor parte, de la muerte. De esto vemos cuán grande es nuestro deber de andar, no en busca de la carne, sino en pos del Espíritu. Si alguien vive habitualmente conforme a las lujurias corruptas, ciertamente perecerá en sus pecados, profese lo que profese. ¿Y puede una vida mundana presente, digna por un momento, ser comparada con el premio noble de nuestro supremo llamamiento? Entonces, por el Espíritu esforcémonos más y más en mortificar la carne.
La regeneración por el Espíritu Santo trae al alma una vida nueva y divina, aunque su estado sea débil. Los hijos de Dios tienen al Espíritu para que obre en ellos la disposición de hijos; no tienen el espíritu de servidumbre, bajo el cual estaba la Iglesia del Antiguo Testamento, por la oscuridad de esa dispensación. El Espíritu de adopción no estaba, entonces, plenamente derramado. Y, se refiere al espíritu de servidumbre, al cual estaban sujetos muchos santos en su conversión.
Muchos se jactan de tener paz en sí mismos, a quienes Dios no les ha dado paz; pero los santificados, tienen el Espíritu de Dios que da testimonio a sus espíritus que les da paz a su alma.
Aunque ahora podemos parecer perdedores por Cristo, al final no seremos, no podemos ser, perdedores para Él.

Vv. 18-25.Los sufrimientos de los santos golpean, pero no más hondo que las cosas del tiempo, sólo duran el tiempo actual, son aflicciones leves y sólo pasajeras. ¡Cuán diferentes son la sentencia de la palabra y el sentimiento del mundo respecto de los sufrimientos de este tiempo presente! Indudablemente toda la creación espera con anhelosa expectativa el período en que se manifiesten los hijos de Dios en la gloria preparada para ellos. Hay impureza, deformidad y enfermedad que sobrevinieron a la criatura por la caída del hombre. Hay enemistad de una criatura contra otra. Son utilizadas, más bien se abusa de ellas, por el hombre como instrumentos de pecado. Sin embargo, este estado deplorable de la creación está “con esperanza”. Dios lo librará de estar así mantenida en esclavitud por la depravación del hombre. Las miserias de la raza humana, por medio de la maldad propia de cada uno y de unos con otros, declaran que el mundo no siempre continúa como está.
Que nosotros hayamos recibido las primicias del Espíritu, vivifica nuestros deseos, anima nuestras esperanzas y eleva nuestra expectativa. El pecado fue y es la causa culpable de todo el sufrimiento que existe en la creación de Dios. El pecado trajo los ayes de la tierra; enciende las llamas del infierno. En cuanto al hombre, ninguna lágrima ha sido derramada, ningún lamento se ha emitido, ninguna punzada se ha sentido, en cuerpo o mente, que no haya procedido del pecado. Esto no es todo: hay que considerar que el pecado afecta la gloria de Dios. ¡Con cuánta temeridad, temible, mira el grueso de la humanidad a esto! -Los creyentes han sido llevados a un estado de seguridad, pero su consuelo consiste más bien en esperanza que en deleite. No pueden ser sacados de esta esperanza por la expectativa vana de hallar satisfacción en las cosas del tiempo y de los sentidos. Necesitamos paciencia, nuestro camino es áspero y largo, pero el que ha de venir, vendrá aunque parezca que tarda.

Vv. 26, 27.Aunque las dolencias de los cristianos son muchas y grandes, de modo que serían vencidos si fueran dejados a sí mismos, el Espíritu Santo los sostiene. El Espíritu, como Espíritu iluminador, nos enseña por qué cosa orar; como Espíritu santificador obra y estimula las gracias para orar; como Espíritu consolador, acalla nuestros temores y nos ayuda a superar todas las desilusiones. El Espíritu Santo es la fuente de todos los deseos que tengamos de Dios, los cuales son, a menudo, más de lo que pueden expresar las palabras. El Espíritu que escudriña los corazones puede captar la mente y la voluntad del espíritu, la mente renovada, y abogar por su causa. El Espíritu intercede ante Dios y el enemigo no vence.

Vv. 28-31.Lo bueno para los santos es lo que hace buena su alma. Toda providencia tiende al bien espiritual de los que aman a Dios: apartándolos del pecado, acercándolos a Dios, quitándolos del mundo y equipándolos para el cielo. Cuando los santos actúan fuera de su carácter, serán corregidos para volverlos a donde deben estar. Aquí está el orden de las causas de nuestra salvación, una cadena de oro que no puede ser rota.
1. “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo”. Todo eso que Dios concibió como la finalidad de la gloria y felicidad, lo decretó como el camino de la gracia y la santidad. Toda la raza humana merecía la destrucción, pero por razones imperfectamente conocidas para nosotros, Dios determinó recuperar a algunos por la regeneración y el poder de su gracia. El predestinó, o decretó antes, que ellos fueran conformados a la imagen de su Hijo. En esta vida ellos son renovados en parte y andan en sus huellas.
2. “Y a los que predestinó, a éstos también llamó”. Es un llamamiento eficaz, desde el yo y desde la tierra a Dios y a Cristo y al cielo, como nuestro fin; desde el pecado y la vanidad a la gracia y la santidad como nuestro camino. Este es el llamado del evangelio. El amor de Dios, que reina en los corazones de quienes, una vez fueron Sus enemigos, prueba que ellos fueron llamados conforme a su propósito.
3. “Y a los que llamó, a éstos también justificó”. Nadie es así justificado, sino los llamados eficazmente. Los que resisten el evangelio, permanecen sujetos a la culpa y la ira.
4. “Y a los que justificó, a éstos también glorificó”. Siendo roto el poder de la corrupción en el llamamiento eficaz, y eliminada la culpa del pecado en la justificación, nada puede interponerse entre esa alma y la gloria. Esto estimula nuestra fe y esperanza, porque como Dios, su camino, su obra, es perfecta.
El apóstol habla como alguien asombrado y absorto de admiración, maravillándose por la altura y la profundidad, y el largo y la anchura del amor de Cristo que sobrepasa todo conocimiento. Mientras más sabemos de otras cosas, menos nos maravillamos, pero mientras más profundamente somos guiados en los misterios del evangelio, más afectados somos por ellos. Mientras Dios esté por nosotros, y nosotros seamos mantenidos en su amor, podemos desafiar con santa osadía a todas las potestades de las tinieblas.

Vv. 32-39.Todas las cosas del cielo y la tierra, cualesquiera sean, no son tan grandes como para exhibir el libre amor de Dios como la dádiva de su coigual Hijo, como expiación por el pecado del hombre en la cruz; y todo lo demás sigue a la unión con Él y el interés en Él. “Todas las cosas”, todo eso que pueda ser causa o medio de cualquier bien real para el cristiano fiel. El que ha preparado una corona y un reino para nosotros, nos dará lo que necesitamos en el camino para alcanzarla.
Los hombres pueden justificarse a sí mismos aunque las acusaciones contra ellos estén plenamente vigentes; pero si Dios justifica, eso responde a todo. Así somos asegurados por Cristo. Él pagó nuestra deuda por el mérito de su muerte. Sí, más que eso, Él ha resucitado. Esta es la prueba convincente de que la justicia divina fue satisfecha. De manera que tenemos un Amigo a la diestra de Dios; toda potestad le ha sido dada a Él, que está allí, e intercede. ¡Creyente!; ¡dice tu alma dentro de ti, ¡oh, que Él fuera mío! Y ¡oh, que yo fuera de Él! ¡que yo pudiese complacerle y vivir para Él! Entonces, no juegues tu espíritu ni confundas tus pensamientos en dudas estériles e interminables, sino como estás convencido de impiedad, cree en aquel que justifica al impío. Estás condenado, pero Cristo ha muerto y resucitado. Huye a Él en esa calidad.
Habiendo Dios manifestado su amor al dar a su propio Hijo por nosotros, ¿podemos pensar que haya algo que pueda apartar o eliminar ese amor? Los problemas no causan ni muestran ninguna disminución de su amor. No importa de qué sean separados los creyentes, queda suficiente. Nadie puede quitar a Cristo del creyente; nadie puede quitar al creyente de Cristo, y eso basta. Todos los otros riesgos nada significan. ¡Sí, pobres pecadores! Aunque abunden con posesiones de este mundo, ¡qué cosas tan vanas son! Puedes decir de cualquiera de ellas, ¿quién nos separará? Puede que hasta te saquen las habitaciones preciosas, las amistades y la fortuna. Puede que vivas hasta para ver y esperar tu partida. Al final, debes separarte, porque debes morir. Entonces, adiós a todo lo que este mundo considera de supremo valor. ¿Qué te ha quedado, pobre alma, que no tienes a Cristo, sino aquello de lo cual te separaras gustoso, sin poder hacerlo: ¡la culpa condenadora de todos tus pecados!? Pero el alma que está en Cristo, cuando le quitan las demás cosas, se aferra a Cristo y estas separaciones no le pesan. Sí, cuando llega la muerte, eso rompe todas las demás uniones, hasta la del alma con el cuerpo, lleva el alma del creyente a la unión más íntima con su amado Señor Jesús, y al gozo pleno de Él para siempre.

lunes, 28 de junio de 2010

Romano 7 -

CAPÍTULO 7
Versículos 1-6. Los creyentes están unidos con Cristo para llevar fruto para Dios. 7-13. El uso y la excelencia de la ley. 14-25. Los conflictos espirituales entre la corrupción y la gracia en el creyente.

Vv. 1-6.Mientras el hombre continúe bajo el pacto de la ley, y procure justificarse por su obediencia, sigue siendo en alguna forma esclavo del pecado. Nada sino el Espíritu de vida en Cristo Jesús, puede liberar al pecador de la ley del pecado y la muerte. Los creyentes son liberados del poder de la ley, que los condena por los pecados cometidos por ellos, y son librados del poder de la ley que incita y provoca al pecado que habita en ellos. Entienda esto, no de la ley como regla, sino como pacto de obras.
En profesión y privilegio estamos bajo un pacto de gracia, y no bajo un pacto de obras; bajo el evangelio de Cristo, no bajo la ley de Moisés. La diferencia se plantea con el símil o figura de estar casado con un segundo marido. El segundo matrimonio es con Cristo. Por la muerte somos liberados de la obligación a la ley en cuanto al pacto, como la esposa lo es de sus votos para el primer marido. En nuestro creer poderosa y eficazmente estamos muertos para la ley , y no tenemos más relación con ella que el siervo muerto, liberado de su amo, la tiene con el yugo de su amo. El día en que creímos es el día en que somos unidos al Señor Jesús. Entramos en una vida de dependencia de Él y de deber para con Él. Las buenas obras son por la unión con Cristo; como el fruto de la vid es el producto de estar en unión con sus raíces, no hay fruto para Dios hasta que estemos unidos con Cristo. La ley, y los esfuerzos más grandes de uno bajo la ley, aun en la carne, bajo el poder de principios corruptos, no pueden enderezar el corazón en cuanto al amor de Dios, ni derrotar las lujurias mundanas, o dar verdad y sinceridad en las partes internas, ni nada que venga por el poder especialmente santificador del Espíritu Santo. Sólo la obediencia formal de la letra externa de cualquier precepto puede ser cumplida por nosotros sin la gracia renovadora del nuevo pacto, que crea de nuevo.

Vv. 7-13.No hay manera de llegar al conocimiento del pecado, que es necesario para el arrepentimiento y, por tanto, para la paz y el perdón, sino tratando nuestros corazones y vidas con la ley. En su propio caso el apóstol no hubiera conocido la pecaminosidad de sus pensamientos, motivos y acciones sino por la ley. Esa norma perfecta mostró cuán malo era su corazón y su vida, probando que sus pecados eran más numerosos de lo que había pensado antes, pero no contenía ninguna cláusula de misericordia o gracia para su alivio.
Ignora la naturaleza humana y la perversidad de su propio corazón aquel que no advierte en sí mismo la facilidad para imaginar que hay algo deseable en lo que está fuera de su alcance. Podemos captar esto en nuestros hijos, aunque el amor propio nos enceguezca al respecto en nosotros mismos. Mientras más humilde y espiritual sea un cristiano, más verá que el apóstol describe al creyente verdadero, desde sus primeras convicciones de pecado hasta su mayor progreso en la gracia, durante este presente estado imperfecto. San Pablo fue una vez fariseo, ignorante de la espiritualidad de la ley, que tenía cierto carácter correcto sin conocer su depravación interior. Cuando el mandamiento llegó a su conciencia por la convicción del Espíritu Santo, y vio lo que exigía, halló que su mente pecaminosa se levantaba en contra. Al mismo tiempo sintió la maldad del pecado, su propio estado pecaminoso, y que era incapaz de cumplir la ley y que era como un criminal condenado.
Sin embargo, aunque el principio del mal en el corazón humano produce malas motivaciones, y más aun tomando ocasión por el mandamiento; de todos modos la ley es santa, y el mandamiento, santo, justo y bueno. No es favorable al pecado lo que lo busca en el corazón y lo descubre y reprueba en su accionar interior. Nada es tan bueno que una naturaleza corrupta y viciosa no pervierta. El mismo calor que ablanda la cera endurece al barro. El alimento o el remedio, cuando se toman mal, pueden causar la muerte, aunque su naturaleza es nutrir o sanar. La ley puede causar la muerte por medio de la depravación del hombre, pero el pecado es el veneno que produce la muerte. No la ley, sino el pecado descubierto por la ley fue hecho muerte para el apóstol. La naturaleza destructora del pecado, la pecaminosidad del corazón humano son claramente señalados aquí.

Vv. 14-17.Comparado con la santa regla de conducta de la ley de Dios, el apóstol se halló tan lejos de la perfección que le pareció que era carnal; como un hombre que está vendido contra su voluntad a un amo odiado, del cual no puede ser liberado. El cristiano verdadero sirve involuntariamente a ese amo odiado, pero no puede sacudirse la cadena humillante hasta que lo rescata su Amigo poderoso y la gracia de lo alto. El mal remanente de su corazón es un estorbo real y humillante para que sirva a Dios como lo hacen los ángeles y los espíritus de los justos perfeccionados. Este fuerte lenguaje fue el resultado del gran avance en santidad de San Pablo, y de la profundidad de la humillación de sí mismo y el odio por el pecado. Si no entendemos este lenguaje se debe a que estamos tan detrás de él en santidad, en el conocimiento de la espiritualidad de la ley de Dios y del mal de nuestros propios corazones y del odio del mal moral. Muchos creyentes han adoptado el lenguaje del apóstol, demostrando que es apto para sus profundos sentimientos de aborrecimiento del pecado y humillación de sí mismos.
El apóstol se expande en cuanto al conflicto que mantenía diariamente con los vestigios de su depravación original. Fue tentado frecuentemente en temperamento, palabras o actos que él no aprobaba o no permitía en su juicio y en afecto renovado. Distinguiendo su yo verdadero, su parte espiritual, del yo o carne, en que habita el pecado, y observando que las acciones malas eran hechas, no por él, sino por el pecado que habita en él, el apóstol no quiso decir que los hombres no sean responsables de rendir cuentas de sus pecados, sino que enseña el mal de sus pecados demostrando que todos lo están haciendo contra su razón y su conciencia. El pecado que habita en un hombre no resulta ser quien le manda o le domina; si un hombre vive en una ciudad o en un país, aún puede no reinar ahí.

Vv. 18-22.Mientras más puro y santo sea el corazón, será más sensible al pecado que permanece en él. El creyente ve más de la belleza de la santidad y la excelencia de la ley. Sus deseos fervientes de obedecer aumentan a medida que crece en la gracia. Pero no hace todo el bien al cual se inclina plenamente su voluntad; el pecado siempre brota en él a través de los vestigios de corrupción, y a menudo, hace el mal aunque contra la decidida determinación de su voluntad.
Las presiones del pecado interior apenaban al apóstol. Si por la lucha de la carne contra el Espíritu, quiso decir que él no podía hacer ni cumplir como sugería el Espíritu, así también, por la eficaz oposición del Espíritu, no podía hacer aquello a lo cual la carne lo impelía. ¡Qué diferente es este caso del de los que se sienten cómodos con las seducciones internas de la carne que les impulsan al mal! ¡Estos, contra la luz y la advertencia de su conciencia, siguen adelante, hasta en la práctica externa, haciendo el mal, y de ese modo, con premeditación, siguen en el camino a la perdición! Porque cuando el creyente está bajo la gracia, y su voluntad está en el camino de la santidad, se deleita sinceramente en la ley de Dios y en la santidad que exige, conforme a su hombre interior; el nuevo hombre en él, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.

Vv. 23-25.Este pasaje no representa al apóstol como uno que anduviera en pos de la carne, sino como uno que se disponía de todo corazón no andar así. Si hay quienes abusan de este pasaje, como también de las demás Escrituras, para su propia destrucción, los cristianos serios encuentran, no obstante, causa para bendecir a Dios por haber provisto así para su sostenimiento y el consuelo. No tenemos que ver defectos en la Escritura, porque los cegados por sus propias lujurias abusen de ellas, ni tampoco de ninguna interpretación justa y bien respaldada de ellas. Ningún hombre que no esté metido en este conflicto puede entender claramente el significado de estas palabras, ni juzgar rectamente acerca de este conflicto doloroso que llevó al apóstol a lamentarse de sí mismo como miserable, constreñido a hacer lo que aborrecía.
No podía librarse a sí mismo y esto le hacía agradecer más fervorosamente a Dios el camino de salvación revelado por medio de Jesucristo, que le prometió la liberación final de este enemigo. Así, pues, entonces, dice él, yo mismo, con mi mente, mi juicio consciente, mis afectos y propósitos de hombre regenerado por gracia divina, sirvo y obedezco la ley de Dios; pero con la carne, la naturaleza carnal, los vestigios de la depravación, sirvo a la ley del pecado, que batalla contra la ley de mi mente. No es que la sirva como para vivir bajo ella o permitirla, sino que es incapaz de librarse a sí mismo de ella, aun en su mejor estado, y necesitando buscar ayuda y liberación fuera de sí mismo. Evidente es que agradece a Dios por Cristo, como nuestro libertador, como nuestra expiación y justicia en Él mismo, y no debido a ninguna santidad obrada en nosotros. No conocía una salvación así, y rechazó todo derecho a ella. Está dispuesto a actuar en todos los puntos conforme a la ley, en su mente y conciencia, pero se lo impedía el pecado que lo habitaba, y nunca alcanzó la perfección que la ley requiere. ¿En qué puede consistir la liberación para un hombre siempre pecador, sino la libre gracia de Dios según es ofrecida en Cristo Jesús? El poder de la gracia divina y del Espíritu Santo podrían desarraigar el pecado de nuestros corazones aun en esta vida, si la sabiduría divina lo hubiese adecuado. Pero se sufre, para que los cristianos sientan y entiendan constante y completamente el estado miserable del cual los salva la gracia divina; para que puedan ser resguardados de confiar en sí mismos; y que siempre puedan sacar todo su consuelo y esperanza de la rica y libre gracia de Dios en Cristo.

domingo, 27 de junio de 2010

Perversiones de Satanás

Perversiones de Satanás

Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias.

Efesios 5:3-4

Tanto el amor de Dios como el amor de sus hijos es clemente, incondicional y altruista, pero por seguro Satanás pervertirá eso. El amor terrenal es superficial, egoísta, sensual y sexual, y Satanás le ha hecho creer al mundo esa definición del amor.

A diferencia del amor del mundo, el versículo de hoy termina indicando que debemos dar gracias. Pablo dijo que "Dad gracias a Dios en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús" (1 Ts. 5:18). Cuando somos agradecidos por todo, nos salimos de nosotros mismos, porque la acción de gracias se dirige a Dios.

En vez de hablar de las personas, ámelas de una manera que transmita gratitud. Recuerde que el amor de Dios es desinteresado y agradecido, pero el amor del mundo es egoísta e ingrato.Huya de la cueva

Andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas; porque el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va.

Juan 12:35

Cuando un cristiano peca y participa en las obras de las tinieblas, es como si hubiera tenido una recaída.

Imagínese que está perdido en una cueva. Cuando trata de encontrar la salida, solo se adentra cada vez más en el laberinto de túneles. Pronto está en el vientre de la tierra. Está asustado. Le late con fuerza el corazón. Tiene los ojos bien abiertos, pero lo único que ve es una oscuridad agobiante. Anda a tiendas durante horas, y las horas se convierten en un día, y luego otro día. Toda esperanza parece perdida. De repente, a cierta distancia, se ve una lucecita. Usted se mueve hacia ella, tratando de no caer en un hoyo profundo. ¡Al fin la luz comienza a ampliarse y usted se encuentra en una abertura de la cueva! Con la fuerza que le queda reanuda su viaje hacia la luz del día. Descubre entonces una libertad como nunca la había concebido como posible. Sin embargo, poco después de escapar piensa que había varias cosas de las que disfrutaba en la cueva. De modo que regresa. ¡Cuán insensato! Pero eso es lo que hace un cristiano cuando va tras las obras de las tinieblas.

sábado, 26 de junio de 2010

El amor incondicional

El amor incondicional

También Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.

Efesios 5:2

La Biblia no se refiere al amor cristiano como una emoción, sino como un acto de abnegación. Una persona que verdaderamente ama a alguien no trata de quitarle nada a esa persona. Es porque el amor cristiano nunca está condicionado a recibir algo; es incondicional.

A menudo el mundo define el amor desde el punto de vista de lo que puede obtener. Pero Dios nos ama aun cuando nunca recibe nada a cambio. Si ese tipo de amor caracterizara el matrimonio, el índice de divorcios no sería lo que es hoy. Si quienes dicen que ya no aman a su cónyuge pudieran comprometerse a amarlo de manera incondicional, pudieran descubrir que pueden recrear ese amor. Nuestro Señor Jesucristo no nos ama por lo que pueda sacar de nosotros; nos ama a pesar de la aflicción que le causamos. Haga del amor incondicional su meta, y sea humilde, obediente y abnegado. La búsqueda de amor del mundo

Sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.

Colosenses 3:14

Las personas del mundo buscan mucho el amor. Se considera como la meta suprema el amar y ser amado. Se ve al amor como la forma de experimentar las emociones extremas: nunca será tan feliz ni estará tan triste como cuando está enamorado.

La música actual estimula esa búsqueda del amor. Casi toda ella tiene el mismo mensaje implícit sea la fantasía de un amor que se busca o la desesperanza de un amor perdido. Las personas siguen persiguiendo ese sueño esquivo. Fundamentan su concepto del amor en lo que hace para ellos. Las canciones, los dramas, las películas, los libros y los programas de televisión perpetúan continuamente la fantasía; el sueño de un amor perfecto satisfecho a la perfección.

El amor del mundo es implacable, condicional y ególatra. Se centra en el deseo, el placer egoísta y la lujuria; todo lo opuesto del perfecto amor de Dios. Las personas buscan amor, pero no es el amor verdadero; es la perversión de Satanás.

viernes, 25 de junio de 2010

Romano 6

Romano 6 -

CAPÍTULO 6
Versículos 1, 2. Los creyentes deben morir al pecado, y vivir para Dios. 3-10. Esto es una demanda de su bautismo cristiano y de su unión con Cristo. 11-15. Vivos para Dios. 16-20. Libertados del domino del pecado. 21-23. El fin del pecado es muerte, el de la vida eterna, la santidad.

Vv. 1, 2.El apóstol es muy completo al enfatizar la necesidad de la santidad. No la elimina al exponer la libre gracia del evangelio, antes bien muestra que la conexión entre justificación y santidad es inseparable. Sea aborrecido el pensamiento de seguir en pecado para que abunde la gracia. Los creyentes verdaderos están muertos al pecado, por tanto, no deben seguirlo. Nadie puede estar vivo y muerto al mismo tiempo. Necio es quien, deseando estar muerto al pecado, piensa que puede vivir en él.

Vv. 3-10.El bautismo enseña la necesidad de morir al pecado y ser como haber sido sepultado de toda empresa impía e inicua, y resucitar para andar con Dios en una vida nueva. Los profesantes impíos pueden tener la señal externa de una muerte al pecado y de un nuevo nacimiento a la justicia, pero nunca han pasado de la familia de Satanás a la de Dios.
La naturaleza corrupta, llamada hombre viejo, porque derivó de Adán nuestro primer padre, en todo creyente verdadero está crucificada con Cristo por la gracia derivada de la cruz. Está debilitada y en estado moribundo, aunque todavía lucha por la vida, y hasta por la victoria. Pero todo el cuerpo de pecado, sea lo que sea que no concuerde con la santa ley de Dios, debe ser desechado para que el creyente no sea más esclavo del pecado, sino que viva para Dios y halle dicha en su servicio.

Vv. 11-15.Aquí se estipulan los motivos más fuertes contra el pecado, y para poner en vigencia la obediencia. Siendo liberado del reinado del pecado, hecho vivo para Dios, y teniendo la perspectiva de la vida eterna, corresponde a los creyentes interesarse mucho por hacer progresos a ella, pero como las lujurias impías no han sido totalmente desarraigadas en esta vida, la preocupación del cristiano debe ser la de resistir sus indicaciones, luchando con fervor para que, por medio de la gracia divina, no prevalezcan en este estado mortal. Aliente al cristiano verdadero el pensamiento de que este estado pronto terminará, en cuanto a la seducción de las lujurias que, tan a menudo, le dejan confundido y le inquietan. Presentemos todos nuestros poderes como armas o instrumentos a Dios, listos para la guerra y para la obra de justicia a su servicio.
Hay poder para nosotros en el pacto de gracia. El pecado no tendrá dominio. Las promesas de Dios para nosotros son más poderosas y eficaces para mortificar el pecado que nuestras promesas a Dios. El pecado puede luchar en un creyente real y crearle una gran cantidad de trastornos, pero no le dominará; puede que lo angustie, pero no lo dominará. ¿Alguno se aprovecha de esta doctrina estimulante para permitirse la práctica de cualquier pecado? Lejos estén pensamientos tan abominables, tan contrarios a las perfecciones de Dios, y al designio de su evangelio, tan opuestos al ser sometido a la gracia. ¿Qué motivo más fuerte contra el pecado que el amor de Cristo? ¿Pecaremos contra tanta bondad y contra una gracia semejante?

Vv. 16-20.Todo hombre es el siervo del amo a cuyos mandamientos se rinde, sean las disposiciones pecaminosas de su corazón en acciones que llevan a la muerte, o la nueva obediencia espiritual implantada por la regeneración. Ahora se regocija el apóstol porque ellos obedecieron de todo corazón el evangelio en el cual fueron puestos como en un molde. Así como el mismo metal se hace vaso nuevo cuando es fundido y se vuelve a echar en otro molde, así el creyente ha llegado a ser nueva criatura. Hay una gran diferencia en la libertad de mente y de espíritu, tan opuesta al estado de esclavitud, que tiene el cristiano verdadero al servicio de su justo Señor, a quien puede considerar su Padre, y por la adopción de la gracia, considerarse hijo y heredero de Aquel. El dominio del pecado consiste en ser esclavos voluntarios; no en ser arrasados por un poder odiado, mientras se lucha por la victoria. Los que ahora son los siervos de Dios fueron una vez los esclavos del pecado.

Vv. 21-23.El placer y el provecho del pecado no merecen ser llamados fruto. Los pecadores no están más que arando iniquidad, sembrando vanidad y cosechando lo mismo. La vergüenza vino al mundo con el pecado y aún sigue siendo su efecto seguro. El fin del pecado es la muerte. Aunque el camino parezca placentero e invitador, de todos modos al final habrá amargura.
El creyente es puesto en libertad de esta condenación, cuando es hecho libre del pecado. Si el fruto es para santidad, si hay un principio activo de gracia verdadera y en crecimiento, el final será la vida eterna, ¡un final muy feliz! Aunque el camino es cuesta arriba, aunque es estrecho, espinoso y tentador, no obstante, la vida eterna en su final está asegurada. La dádiva de Dios es la vida eterna. Y este don es por medio de Jesucristo nuestro Señor. Cristo la compró, la preparó, nos prepara para ella, nos preserva para ella; Él es el todo en todo de nuestra salvación.

jueves, 24 de junio de 2010

Mida su amor

Mida su amor

Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó.

Efesios 2:4

La mejor vara de medir el amor en la vida de un cristiano puede ser el perdón. Es porque Dios nos demostró su amor desde el punto de vista del perdón. La Biblia pudo habernos enseñado que de tal manera amó Dios al mundo que ha hecho flores o árboles o montañas. Pero ella enseña que "de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Jn. 3:16). Él dio a su Hijo para perdonarnos. Eso demuestra sin dudas el amor de Dios más que las flores, los árboles o las montañas.

Mida su amor. Pregúntese: ¿Amo? Si no ama, no es de Dios porque los hijos de Dios aman a los demás (1 Jn. 4:7-8). ¿Cómo puede saber si usted se caracteriza por el amor? Pregúntese: ¿Estoy enojado con alguien por algo que me hizo? ¿A menudo me enojo con los demás, ya sea que exprese o no mi enojo? ¿Hablo de los demás lo que no debo hablar? Esas son características de su antigua manera de vivir; características de las que debe librarse a fin de amar y perdonar a los demás. La profundidad del amor

Ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados.

1 Pedro 4:8

Los cristianos debemos amar hasta más no poder, que incluye el cubrir "multitud de pecados". Se debe afrontar el pecado pero también se debe perdonar. Eso es lo que implica "cubrir". Debemos poner una frazada sobre el pecado pasado ya resuelto.

Examínese. ¿Le guarda rencor a alguien en su casa? Si lo hace, recuerde que Jesucristo ya pagó el castigo de cualquier cosa que esa persona hiciera. Su incapacidad para perdonar contradice su amor. Y si la falta de perdón es característica de su vida, tal vez usted no sea cristiano.

Inevitablemente, los que tienen un gran sentido del perdón están dispuestos a perdonar a los demás. Las personas que saben que se les ha perdonado mucho pueden perdonar mucho. Espero que eso le suceda a usted.

miércoles, 23 de junio de 2010

Romano 5

Romano 5 -

CAPÍTULO 5
Versículos 1-5. Los felices efectos de la justificación por la fe en la justicia de Cristo. 6-11. Somos reconciliados por su sangre. 12-14. La caída de Adán llevó a toda la humanidad al pecado y la muerte. 15-19. La gracia de Dios por la justicia de Cristo tiene más poder para traer salvación de lo que tuvo el pecado de Adán para traer la desgracia. 20, 21. Cómo sobreabundó la gracia.

Vv. 1-5.Un cambio bendito ocurre en el estado del pecador cuando llega a ser un creyente verdadero, haya sido lo que fuera. Siendo justificado por la fe tiene paz con Dios. El Dios santo y justo no puede estar en paz con un pecador mientras esté bajo la culpa del pecado. La justificación elimina la culpa y, así, abre el camino para la paz. Esta es por medio de nuestro Señor Jesucristo; por medio de Él como gran Pacificador, el Mediador entre Dios y el hombre.
El feliz estado de los santos es el estado de gracia. Somos llevados a esta gracia. Eso enseña que no nacemos en este estado. No podríamos llegar a ese estado por nosotros mismos, sino que somos llevados a él como ofensores perdonados. Allí estamos firmes, postura que denota perseverancia; estamos firmes y seguros, sostenidos por el poder de Dios; estamos ahí como hombres que mantienen su terreno, sin ser derribados por el poder del enemigo. Y los que tienen la esperanza de la gloria de Dios en el mundo venidero, tienen suficiente para regocijarse en el de ahora.
La tribulación produce paciencia, no en sí misma ni de por sí, pero la poderosa gracia de Dios obra en la tribulación y con ella. Los que sufren con paciencia tienen la mayoría de las consolaciones divinas que abundan cuando abundan las aflicciones. Obra una experiencia necesaria para nosotros.
Esta esperanza no desilusiona, porque está sellada con el Espíritu Santo como Espíritu de amor. Derramar el amor de Dios en los corazones de todos los santos es obra de gracia del Espíritu bendito. El recto sentido del amor de Dios por nosotros no nos avergonzará en nuestra esperanza ni por nuestros sufrimientos por Él.

Vv. 6-11.Cristo murió por los pecadores; no sólo por los que eran inútiles sino por los que eran culpables y aborrecibles; por ésos cuya destrucción eterna sería para la gloria de la justicia de Dios. Cristo murió por salvarnos, no en nuestros pecados, sino de nuestros pecados y, aún éramos pecadores cuando Él murió por nosotros. Sí, la mente carnal no sólo es enemiga de Dios, sino la enemistad misma, capítulo viii, 7; Colosenses i, 21. Pero Dios determinó librar del pecado y obrar un cambio grande. Mientras continúe el estado pecaminoso, Dios aborrece al pecador y el pecador aborrece a Dios, Zacarías xi, 8. Es un misterio que Cristo muriera por los tales; no se conoce otro ejemplo de amor, para que bien pueda dedicar la eternidad en adorar y maravillarse de Él.
Además, ¿qué idea tenía el apóstol cuando supone el caso de uno que muere por un justo? Y eso que sólo lo puso como algo que podría ser. ¿No era que al pasar este sufrimiento, la persona que se quería beneficiar, pudiese ser librada? Pero ¿de qué son librados los creyentes en Cristo por su muerte? No de la muerte corporal, porque todos deben soportarla. El mal, del cual podía efectuarse la liberación sólo de esta manera asombrosa, debe haber sido mucho más terrible que la muerte natural. No hay mal al que pueda aplicarse el argumento, salvo el que el apóstol asevera concretamente, el pecado y la ira , el castigo del pecado determinado por la justicia infalible de Dios.
Y si, por la gracia divina, así fueron llevados a arrepentirse y a creer en Cristo, y así eran justificados por el precio de su sangre derramada y por fe en esa expiación, mucho más por medio del que murió por ellos y resucitó, serán librados de caer en el poder del pecado y de Satanás, o de alejarse definitivamente de él. El Señor viviente de todos concretará el propósito de su amor al morir salvando hasta el último de todos los creyentes verdaderos.
Teniendo tal señal de salvación en el amor de Dios por medio de Cristo, el apóstol declara que los creyentes no sólo se regocijan en la esperanza del cielo, y hasta en sus tribulaciones por amor de Cristo, sino que también se glorían en Dios como el Amigo seguro y Porción absolutamente suficiente de ellos, por medio de Cristo únicamente.

Vv. 12-14.La intención de lo que sigue es clara. Es la exaltación de nuestro punto de vista acerca de las bendiciones que Cristo nos ha procurado, comparándolas con el mal que siguió a la caída de nuestro primer padre; y mostrando que estas bendiciones no sólo se extienden para eliminar estos males, sino mucho más allá. Adán peca, su naturaleza se vuelve culpable y corrupta y así pasa a sus hijos. Así todos pecamos en él. La muerte es por el pecado, porque la muerte es la paga del pecado. Entonces entró toda esa miseria que es la suerte debida al pecado: la muerte temporal, espiritual, y eterna. Si Adán no hubiera pecado no hubiera muerto, pero la sentencia de muerte fue dictada como sobre un criminal; pasó a todos los hombres como una enfermedad infecciosa de la que nadie escapa. Como prueba de nuestra unión con Adán, y de nuestra parte en aquella primera transgresión, observa que el pecado prevaleció en el mundo por mucho tiempo antes que se diera la ley de Moisés. La muerte reinó ese largo tiempo, no sólo sobre los adultos que pecaban voluntariamente, sino también sobre multitud de infantes, cosa que muestra que ellos habían caído bajo la condena en Adán, y que el pecado de Adán se extendió a toda su posteridad. Era una figura o tipo del que iba a venir como Garantía del nuevo pacto para todos los que estén emparentados con Él.

Vv. 15-19.Por medio de la ofensa de un solo hombre, toda la humanidad queda expuesta a la condena eterna. Pero la gracia y la misericordia de Dios y el don libre de la justicia y salvación son por medio de Jesucristo como hombre: sin embargo, el Señor del cielo ha llevado a la multitud de creyentes a un estado más seguro y enaltecido que aquel desde el cual cayeron en Adán. Este don libre no los volvió a poner en estado de prueba; los fijó en un estado de justificación, como hubiera sido puesto Adán si hubiera resistido. Hay una semejanza asombrosa pese a las diferencias. Como por el pecado de uno prevalecieron el pecado y la muerte para condenación de todos los hombres, así por la justicia de uno prevaleció la gracia para justificación de todos los relacionados con Cristo por la fe. Por medio de la gracia de Dios ha abundado para muchos el don de gracia por medio de Cristo; sin embargo, las multitudes optan por seguir bajo el dominio del pecado y la muerte en vez de pedir las bendiciones del reino de la gracia. Pero Cristo no echará afuera a nadie que esté dispuesto a ir a Él.

Vv. 20, 21.Por Cristo y su justicia tenemos más privilegios, y más grandes que los que perdimos por la ofensa de Adán. La ley moral mostraba que eran pecaminosos muchos pensamientos, temperamentos, palabras y acciones, de modo que así se multiplicaban las transgresiones. No fue que se hiciera abundar más el pecado, sino dejando al descubierto su pecaminosidad, como al dejar que entre una luz más clara a una habitación, deja al descubierto el polvo y la suciedad que había ahí desde antes, pero que no se veían. El pecado de Adán, y el efecto de la corrupción en nosotros, son la abundancia de aquella ofensa que se volvió evidente al entrar la ley. Los terrores de la ley endulzan más aun los consuelos del evangelio. Así, pues, Dios Espíritu Santo nos entregó, por medio del bendito apóstol, una verdad más importante, llena de consuelo, apta para nuestra necesidad de pecadores. Por más cosas que alguien pueda tener por encima de otro, cada hombre es un pecador contra Dios, está condenado por la ley y necesita perdón. No puede hacerse de una mezcla de pecado y santidad esa justicia que es para justificar. No puede haber derecho a la recompensa eterna sin la justicia pura e inmaculada: esperémosla ni más ni menos que de la justicia de Cristo.

martes, 22 de junio de 2010

Una perspectiva del perdón

Una perspectiva del perdón

Sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

Efesios 4:32

Dios fue bondadoso y compasivo con usted, perdonándolo aun cuando no lo merecía. Si basa su actitud hacia los demás en lo que ellos merecen, no ha entendido bien. No grite a los demás, ni los desacredite ni se enoje con ellos, aun cuando lo merezcan. Quienes ejemplifican el carácter de Dios son amorosos, bondadosos, considerados y clementes. Esa es la actitud que Dios espera de los que son sus nuevas criaturas en Cristo. La norma de Dios

Seréis, pues, santos, porque yo soy santo.

Levítico 11:45

La vida cristiana pudiera resumirse en esta declaración: Ser imitadores de Dios. Jesús dij "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto" (Mt. 5:48). El apóstol Pedro reiteró esa norma elevada cuando dij "Como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo".

Cuanto más se conoce a Dios, tanto más se entiende quién Él quiere que seamos, de modo que lo primero que el creyente debe procurar es conocer a Dios (Fil. 3:10). Eso puede lograrse solo cuando estudiamos el carácter de Dios como se revela en las Escrituras.Sea imitador de Dios

Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados.

Efesios 5:1

El imitar a Dios pudiera ser fácil de analizar, pero es difícil de hacer. No puede hacerlo con su propia fuerza. Pero Jesús nos dio en el Sermón del Monte el punto de partida para imitar a Dios. Tenemos que llorar por nuestro pecado con un espíritu quebrantado y contrito. Cuando estemos abrumados por nuestro carácter pecaminoso, tendremos hambre y sed de justicia. Así que hay una paradoja: "Debemos ser como Dios, pero tenemos que reconocer que no podemos ser como Él por nuestro propio esfuerzo".

Una vez que estemos conscientes de la paradoja, entonces sabemos que debe de haber algún otro poder para hacer posible el imitar a Dios. El apóstol Pablo pedía a Dios que nos fortaleciera "con poder en el hombre interior por su Espíritu" (Ef. 3:16). El Espíritu Santo da la fortaleza para que seamos "llenos de toda la plenitud de Dios" (v. 19). Podemos ser como Dios (desde el punto de vista de su carácter), pero no podemos lograrlo por nuestra cuenta. Esa es la obra del Espíritu.

lunes, 21 de junio de 2010


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Palabras de edificación

Palabras de edificación

La que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.

Efesios 4:29

Si permite que Cristo guarde sus labios, todo lo que diga ha de beneficiar a otras personas. Usted debe estimular y fortalecer espiritualmente a las demás personas. ¿Es eso lo que ocurre cuando habla con ellas? ¿Se van edificadas en Jesucristo? Madres, cuando están con sus hijos durante todo el día, ¿los edifican las palabras de usted? Padres, cuando saca a pasear a sus hijos, ¿sus conversaciones con ellos son edificantes y estimulantes?

El versículo de hoy también indica que debemos dar a los demás la "necesaria" edificación, lo que significa que nuestras palabras satisfagan la necesidad. Cuando yo era niño, cada vez que le decía a mi mamá "¿Sabes lo que hizo fulano?", ella me respondía: "¿Es necesario saberlo?" A menudo lo que yo quería decir era interesante, pero sin duda no era necesario.

Por último, nuestras palabras deben "dar gracia a los oyentes". ¿Bendicen sus palabras a quienes las oyen? ¿Hay gracia en lo que usted dice? Puede estar seguro de que, si permite que el Señor ponga guarda a su boca y deja que su Palabra more en usted, entonces sus palabras serán las palabras de gracia de Dios. Nuestro espíritu misericordioso

No contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.

Efesios 4:30

El Espíritu Santo se entristece cuando los creyentes no cambian su antigua manera de vivir y adoptan la nueva. Siente dolor cuando los creyentes mienten y ocultan la verdad, cuando se enojan y son implacables, cuando roban y se niegan a compartir, y cuando dicen palabras obscenas y no tienen un espíritu misericordioso.

Cuando usted fue salvo, el Espíritu de Dios puso en usted un sello, que declara que usted es de Dios para siempre. Como Él ha sido tan misericordioso que le dio salvación eterna, lo selló para siempre, y ha guardado su salvación hasta el día de la redención, ¿cómo es posible que lo contriste? Él ha hecho tanto por usted que, como muestra de gratitud, no debe contristarlo.

domingo, 20 de junio de 2010

El lenguaje inútil

El lenguaje inútil

Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca.

Efesios 4:29

Las frutas podridas huelen muy mal y son inservibles. No queremos estar cerca de ellas, y mucho menos comerlas. Lo mismo ocurre con el lenguaje corrompido. Sean chistes de color subido, palabras obscenas, cuentos sucios o lenguaje grosero, de ninguna manera debe caracterizar eso a un cristiano.

El Salmo 141:3 nos dice cómo eliminar tal lenguaje: "Pon guarda a mi boca, oh Jehová; guarda la puerta de mis labios". Si Jesucristo es el guarda de nuestros labios, Él será quien determine lo que sale por ellos. Armados !
Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo.
Efesios 6:11

En su «Autobiografía en cinco breves capítulos», Portia Nelson escribe:

· Capítulo 1: Camino por la calle. Hay un pozo profundo en el pavimento. Caigo. No es mi culpa.Tardo una eternidad en salir.

· Capítulo 2: Camino por la misma calle. Hay un pozo profundo en el pavimento. Finjo no verlo. Caigo de nuevo... pero no es mi culpa. Me lleva mucho tiempo poder salir.

· Capítulo 3: Camino por la misma calle. Hay un pozo profundo en el pavimento. Lo veo pero caigo igual...Tengo los ojos abiertos. Sé dónde estoy. Es culpa mía. Salgo inmediatamente.

· Capítulo 4: Camino por la misma calle. Hay un pozo profundo en el pavimento. Lo rodeo y lo evito.

· Capítulo 5: Camino por otra calle. Satanás tiene estrategias y tácticas, y necesitamos formar las nuestras para defendernos de sus tentaciones. Si sabe que en determinada calle hay una tentación... ¡tome una diferente!

Vestirnos con la armadura de Dios significa dar el primer paso para diseñar estrategias que nos hagan resistir las tentaciones y los planes del diablo.

martes, 15 de junio de 2010

Romano 4

Romano 4 -

CAPÍTULO 4
Versículos 1-12. La doctrina de la justificación ejemplificada con el caso de Abraham. 13-22. Recibió la promesa por medio de la justicia de la fe. 23-25. Nosotros somos justificados por la misma vía de creer.

Vv. 1-12.Para enfrentar los puntos de vista de los judíos, el apóstol se refiere primero al ejemplo de Abraham, en quien se gloriaban los judíos como su antepasado de mayor renombre. Por exaltado que fuese en diversos aspectos, no tenía nada de qué jactarse en la presencia de Dios, siendo salvo por gracia por medio de la fe, como los demás. Sin destacar los años que pasaron antes de su llamado y los momentos en que falló su obediencia, y aun su fe, la Escritura estableció expresamente que: “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”Génesis xv, 6.
Se observa a partir de este ejemplo que si un hombre pudiera obrar toda medida exigida por la ley, la recompensa sería considerada deuda, que evidentemente no fue el caso de Abraham, puesto que la fe le fue contada por justicia. Cuando los creyentes son justificados por la fe, “les es contado por justicia”, pero la fe de ellos no los justifica como parte, pequeña o grande, de la justicia propia, sino como medio designado de unirlos a Aquel que escogió el nombre por el cual debe llamársele: “Jehová Justicia nuestra”.
La gente perdonada es la única gente bendecida.
Claramente surge de la Escritura que Abraham fue justificado varios años antes de su circuncisión. Por tanto, es evidente que este rito no era necesario para la justificación. Era una señal de la corrupción original de la naturaleza humana. Y era una señal y un sello exterior concebido no solo para ser la confirmación de las promesas que Dios le había dado a él y a su descendencia, y de la obligación de ellos de ser del Señor, sino para asegurarle de igual modo que ya era un verdadero partícipe de la justicia de la fe. Abraham es, de este modo, el antepasado espiritual de todos los creyentes que anduvieron según el ejemplo de su obediencia de fe. El sello del Espíritu Santo en nuestra santificación, al hacernos nuevas criaturas, es la evidencia interior de la justicia de la fe.

Vv. 13-22.La promesa fue hecha a Abraham mucho antes de la ley. Señala a Cristo y se refiere a la promesa, Génesis xii, 3: “y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”. La ley producía ira al indicar que todo transgresor queda expuesto al descontento divino.
Como Dios tenía la intención de dar a los hombres un título de las bendiciones prometidas, así designó que fuera por la fe, para que sea totalmente por gracia, para asegurársela a todos los que eran de la misma fe preciosa de Abraham, fueran judíos o gentiles de todas las épocas. La justificación y la salvación de los pecadores, el tomar para sí a los gentiles que no habían sido pueblo, fue un llamamiento de gracia de las cosas que no son como si fueran, y esto de dar ser a las cosas que no eran, prueba el poder omnipotente de Dios.
Se muestra la naturaleza y el poder de la fe de Abraham. Creyó el testimonio de Dios y esperó el cumplimiento de su promesa, con una firme esperanza cuando el caso parecía sin esperanzas. Es debilidad de la fe lo que hace que el hombre se agobie por las dificultades del camino hacia una promesa. Abraham no la consideró como tema que admitiera discusión ni debate. La incredulidad se halla en el fondo de todos nuestras dudas de las promesas de Dios. El poder de la fe se demuestra en su victoria sobre los temores. Dios honra la fe y la gran fe honra a Dios.
Le fue contada por justicia. La fe es una gracia que, entre todas las demás, da gloria a Dios. La fe es, claramente, el instrumento por el cual recibimos la justicia de Dios, la redención que es en Cristo; y aquello que es el instrumento por el cual la tomamos o recibimos, no puede ser la cosa misma, ni puede ser así tomado y recibido el don. La fe de Abraham no lo justificó por mérito o valor propio, sino al darle una participación en Cristo.

Vv. 23-25.La historia de Abraham y de su justificación quedó escrita para enseñar a los hombres de todas las épocas posteriores, especialmente a los que, entonces, se les daría a conocer el evangelio. Es claro que no somos justificados por el mérito de nuestras propias obras, sino por la fe en Jesucristo y su justicia; que es la verdad que se enfatiza en este capítulo y el anterior como la gran fuente y fundamento de todo consuelo. Cristo obró meritoriamente nuestra justificación y salvación por su muerte y pasión, pero el poder y la perfección de esas, con respecto a nosotros, depende de su resurrección. Por su muerte pagó nuestra deuda, en su resurrección recibió nuestra absolución, Isaías liii, 8. Cuando Él fue absuelto, nosotros en Él y junto con Él recibimos el descargo de la culpa y del castigo de todos nuestros pecados. Este último versículo es una reseña o un resumen de todo el evangelio.

lunes, 14 de junio de 2010

El justo enojo

El justo enojo

Airaos, pero no pequéis.

Efesios 4:26

Pudiera sorprenderse de que hay tal cosa como el justo enojo, es decir, enojarse por lo que aflige a Dios y estorba sus principios. Pero no debemos enojarnos tanto que cometamos pecado.

No se enoje por sus propios principios. No se enoje cuando alguien lo ofenda. Y no permita que su enojo degenere en resentimiento, amargura o malhumor. Eso está prohibido. El único enojo justificable defiende el grande, glorioso y santo carácter de nuestro Dios.

El enojo egoísta, apasionado, indisciplinado y sin dominio es pecaminoso, inútil y dañino. Debe desterrarse de la vida cristiana. Pero el enojo disciplinado que busca la justicia de Dios es puro, desinteresado y dinámico. Debemos enojarnos por el pecado en el mundo y en la iglesia. Pero no podemos dejar que el enojo se convierta en pecado.El trabajo arduo

El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad.

Efesios 4:28

El robo es un problema común en nuestro mundo. El robo en los centros comerciales ha llegado a convertirse en un problema tan grande que un porcentaje del precio de los artículos cubre la cantidad perdida por los bienes robados. Sea un gran robo o robo de tonterías, el robar de la tienda, robar dinero de un rico o de un miembro de la familia, todo es robo.

Que el cristiano "trabaje", se refiere a trabajo manual, de esfuerzo físico. El trabajo arduo es honorable. Los cristianos debemos esforzarnos en el trabajo para que tengamos lo suficiente para dar a los necesitados, no para que tengamos más de lo que necesitamos. El enfoque mundano de la riqueza es acumular lo que adquirimos. Pero el principio neotestamentario es trabajar duro para que podamos hacer el bien y dar a los necesitados.

sábado, 12 de junio de 2010

Sea veraz

Sea veraz

No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.

Éxodo 20:16

Un cristiano nunca debe mentir. La mentira más conocida es decir algo que no es cierto. Pero hay otros tipos de mentiras, como la exageración. Una vez oí la historia de un cristiano que daba un testimonio convincente, pero un día dejó de recitarlo. Cuando se le preguntó por qué, dijo que a través de los años lo había embellecido tanto que había olvidado lo que era cierto y lo que él había inventado.

Cometer fraude en la escuela, en los negocios, en el trabajo y en la declaración de impuestos es una manera de mentir. También lo es el traicionar la confianza, la adulación, el presentar excusas y el quedarse callado cuando debe decirse la verdad. No hay lugar para la mentira en la vida cristiana. Debemos decir la verdad.La importancia de la verdad

Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros.

Efesios 4:25

¿Por qué es tan importante decir la verdad? Porque somos miembros los unos de los otros. Cuando no decimos la verdad entre nosotros, dañamos nuestra comunión. Por ejemplo, ¿qué sucedería si el cerebro le dijera que lo frío es caliente y lo caliente es frío? Cuando se bañara, ¡moriría congelado o se cocería en agua hirviendo! Si su ojo decidiera enviar falsas señales a su cerebro, una peligrosa curva de la carretera pudiera parecer una recta, y se estrellaría. Dependemos de la sinceridad del sistema nervioso y de cada órgano del cuerpo.

El cuerpo de Cristo no puede funcionar con menos exactitud que eso. No podemos ocultar la verdad a los demás y esperar que la iglesia funcione debidamente. ¿Cómo podemos servirnos los unos a los otros, llevar las cargas los unos de los otros, cuidarnos mutuamente, amarnos, edificarnos, enseñarnos y orar los unos por los otros si no sabemos lo que está ocurriendo en la vida de los demás? Así que sea sincero, "siguiendo la verdad en amor" (Ef. 4:15).

viernes, 11 de junio de 2010

Una mente renovada

Una mente renovada

Renovaos en el espíritu de vuestra mente.

Efesios 4:23

Cuando usted se hace cristiano, Dios le da una nueva mente; pero usted debe llenarla de nuevos pensamientos. Un bebé nace con una mente nueva y fresca, y entonces se van haciendo impresiones en la mente del bebé que determinan el curso de su vida. Lo mismo ocurre con un cristiano. Cuando usted entra en el reino de Dios, recibe una mente nueva y fresca. Entonces tiene que formar los buenos pensamientos en su nueva mente. Por eso Filipenses 4:8 dice: "Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad". Tenemos una mente renovada, no una mente depravada.

En vez de tener una mente depravada, vil, lasciva, avara, sucia, tenemos una mente llena de justicia y santidad. Y eso debe caracterizar naturalmente nuestro modo de vivir. Una nueva actitud

Vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.

Efesios 4:24

Cuando usted se entregó a Cristo, reconoció que era pecador y decidió abandonar su pecado y las cosas malvadas de este mundo. Pero Satanás hará brillar al mundo y su pecado delante de usted para tentarlo a que regrese a él. Pablo nos advierte que no volvamos al mundo, sino que más bien nos vistamos de la justicia y santidad de la verdad.

Eso no es algo que se hace una sola vez; es algo que se hace cada día. Una manera de hacerlo se describe en 2 Timoteo 3:16, que dice: "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia". Si quiere vivir rectamente, lea la Palabra de Dios. Lo ayudará a enfrentarse a los vestigios del mundo todavía presentes en su vida.

jueves, 10 de junio de 2010

Una vida centrada en Cristo

Una vida centrada en Cristo

Vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en verdad le habéis oído.

Efesios 4:20-21

Los cristianos ya no estamos dominados por una mente ególatra; aprendemos de Cristo. Cristo piensa por nosotros, obra por medio de nosotros, ama por medio de nosotros, siente por medio de nosotros y sirve por medio de nosotros. La vida que tenemos no es nuestra, sino que es Cristo viviendo en nosotros (Gá. 2:20). Filipenses 2:5 dice: "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús". Un inconverso anda en la vanidad de su mente, pero una persona salva anda conforme a la mente de Cristo.

Dios tiene un plan para el universo, y mientras Cristo esté obrando en nosotros, Él está realizando una parte de ese plan por medio de nosotros. Pablo observó que Él "es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros" (Ef. 3:20). Cada día debiera ser una aventura fantástica para nosotros porque estamos en medio del plan de Dios para los siglos.

miércoles, 9 de junio de 2010

Romano 3

Romano 3 -

CAPÍTULO
Versículos 1-8. Objeciones contestadas. 9-18. Toda la humanidad es pecadora. 19, 20. Judíos y gentiles no pueden ser justificados por sus obras. 21-31. La justificación es por la libre gracia de Dios, por fe en la justicia de Cristo, pero la ley no se deroga.

Vv. 1-8.La ley no podía salvar en el pecado ni de los pecados, pero daba ventajas a los judíos para obtener la salvación. Las ordenanzas establecidas, la educación en el conocimiento del Dios verdadero y su servicio, y muchos favores hechos a los hijos de Abraham, eran todos medios de gracia y verdaderamente fueron utilizados para la conversión de muchos. Pero, las Escrituras les fueron especialmente encargadas a ellos. El goce de la palabra y de las ordenanzas de Dios es la principal felicidad de un pueblo, pero las promesas Dios las hace sólo a los creyentes, por tanto, la incredulidad de algunos o de muchos prefesantes no puede inutilizar la efectividad de esta fidelidad. Él cumplirá las promesas a su pueblo y ejecutará sus amenazas de venganza a los incrédulos.
El juicio de Dios sobre el mundo deberá silenciar para siempre todas las dudas y especulaciones sobre su justicia. La maldad y la obstinada incredulidad de los judíos demuestra la necesidad que tiene el hombre de la justicia de Dios por la fe, y de su justicia para castigar el pecado. Hagamos males para que nos vengan bienes, es algo más frecuente en el corazón que en la boca de los pecadores; porque pocos se justificarán a sí mismos en sus malos caminos. El creyente sabe que el deber es de él, y los acontecimientos son de Dios; y que él no debe cometer ningún pecado ni decir ninguna mentira con la esperanza, ni con la seguridad, de que Dios se glorifique. Si alguien habla y actúa así, su condenación es justa.

Vv. 9-18.Aquí se señala nuevamente que toda la humanidad está debajo de la culpa del pecado como una carga, y está bajo el gobierno y el dominio del pecado, esclavizada por él, para obrar iniquidad. Varios pasajes de las Escrituras del Antiguo Testamento dejan muy claro esto, porque describen el estado depravado y corrupto de todos los hombres, hasta que la gracia los refrena o los cambia. Por grandes que sean nuestras ventajas, estos textos describen a multitudes de los que se dicen cristianos. Sus principios y su conducta prueban que no hay temor de Dios delante de sus ojos. Y donde no hay temor de Dios no se puede esperar nada bueno.

Vv. 19, 20.Vano es buscar la justificación por las obras de la ley. Todos deben declararse culpables. La culpa ante Dios es palabra temible, pero ningún hombre puede ser justificado por una ley que lo condena por violarla. La corrupción de nuestra naturaleza siempre impedirá toda justificación por nuestras propias obras.

Vv. 21-26.¿Debe el hombre culpable permanecer sometido a la ira para siempre? ¿Está la herida abierta para siempre? No, bendito sea Dios, hay otro camino abierto para nosotros. Es la justicia de Dios; la justicia en la ordenación, en la provisión y en la aceptación. Es por esa fe que tiene Jesucristo por su objeto; el Salvador ungido, que eso significa el nombre Jesucristo. La fe justificadora respeta a Cristo como Salvador en sus tres oficios ungidos: Profeta, Sacerdote y Rey; esa fe confía en Él, le acepta y se aferra de Él; en todo eso los judíos y los gentiles son, por igual, bienvenidos a Dios por medio de Cristo. No hay diferencia, su justicia está sobre todo aquel que cree; no sólo se les ofrece, sino se les pone a ellos como una corona, como una túnica. Es libre gracia, pura misericordia; nada hay en nosotros que merezca tales favores. Nos llega gratuitamente, pero Cristo la compró y pagó el precio. La fe tiene consideración especial por la sangre de Cristo, como la que hizo la expiación.
Dios declara su justicia en todo esto. Queda claro que odia el pecado, cuando nada inferior a la sangre de Cristo hace satisfacción por el pecado. Cobrar la deuda al pecador no estaría en conformidad con su justicia, puesto que el Fiador la pagó y Él aceptó ese pago a toda satisfacción.

Vv. 27-31.Dios ejecutará la gran obra de la justificación y salvación de pecadores desde el primero al último, para acallar nuestra jactancia. Ahora, si fuésemos salvados por nuestras obras, no se excluiría la jactancia, pero el camino de la justificación por la fe excluye por siempre toda jactancia. Sin embargo, los creyentes no son dejados con autorización para transgredir la ley; la fe es una ley, es una gracia que obra dondequiera obre en verdad. Por fe, que en esta materia no es un acto de obediencia o una buena obra, sino la formación de una relación entre Cristo y el pecador, que considera adecuado que el creyente sea perdonado y justificado por amor del Salvador, y que el incrédulo, que no está unido o relacionado de este modo con Él, permanezca sometido a condenación. La ley todavía es útil para convencernos de lo que es pasado, y para dirigirnos hacia el futuro. Aunque no podemos ser salvos por ella como un pacto, sin embargo la reconocemos y nos sometemos a ella, como regla en la mano del Mediador.

martes, 8 de junio de 2010

Examínese

Examínese

¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.

Santiago 4:4

¿Sigue aferrado usted al estilo de vida que llevaba antes de ser cristiano? Como revela el versículo de hoy, si no hizo un esfuerzo consciente por separarse de este mundo cuando se entregó a Cristo, tiene razón para poner en tela de juicio si su salvación fue genuina.

Primera Juan 2:15 dice: "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él". Cuando usted se hace cristiano, desea que se le separe del mundo. Sin duda el mundo seguirá tentándolo a usted en lo sucesivo, pero usted debe dejar el malvado sistema de Satanás.

Es una mentira decir que una persona puede ir a Cristo sin haberse apartado del mundo. ¡Tiene que haber un cambio de la manera de vivir! No es algo fácil de hacer. Pablo nos dijo que no vivamos como vivíamos antes de que conociéramos a Cristo (Ef. 4:17). Pero podemos vivir de esa manera porque tenemos una nueva naturaleza. La importancia del arrepentimiento

Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados.

Hechos 2:38

Nadie puede ir a Jesucristo a menos que se arrepienta. Jesús comenzó su ministerio proclamando la necesidad del arrepentimiento (Mt. 4:17), y Pedro y Pablo siguieron proclamándola. El arrepentimiento es una decisión consciente de apartarse del mundo, del pecado y del mal. ¡Es algo decisivo!

Si usted acudió a Jesucristo pensando que lo único que tenía que hacer era creer, pero que no tenía que confesar su pecado ni estar dispuesto a apartarse de la maldad de este mundo, no ha entendido el mensaje de salvación. La vida de muchas personas no ha cambiado nada desde que presuntamente creyeron en Cristo. Por ejemplo, algunas eran inmorales y siguen siendo inmorales. Algunas cometían adulterio y siguen cometiendo adulterio. Y algunos cometían fornicación y siguen cometiendo fornicación. Pero según 1 Corintios 6:9-10, los fornicarios y los adúlteros no heredarán el reino de Dios. Si verdaderamente usted es salvo, se esforzará por apartarse de las cosas del mundo.

lunes, 7 de junio de 2010


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Piense de manera diferente

Piense de manera diferente

Ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente.

Efesios 4:17

La salvación es, ante todo, un cambio de manera de pensar. El apóstol Pablo les dice a los creyentes: "Vosotros no habéis aprendido así a Cristo" (Ef. 4:20). El cristianismo es cognoscitivo antes de que sea experimental. Una persona tiene que considerar el evangelio, creer en sus hechos históricos y en las verdades espirituales, y entonces recibir a Cristo como Salvador y Señor.

El primer paso en ese proceso es el arrepentimiento, que significa que se piensa de manera diferente de lo que se pensaba acerca del pecado, de Dios, de Cristo y de la propia vida de uno. La palabra griega para "arrepentirse" significa "cambiar la mente de uno". Como se emplea en el Nuevo Testamento, siempre se refiere a un cambio de propósito, específicamente un abandono del pecado.

Ese cambio debe resultar en un cambio de conducta, que también se basa en la mente. En el versículo de hoy, Pablo dice que el no regenerado vive "en la vanidad de su mente". Proverbios 23:7 dice: "Cual es su pensamiento en su corazón, tal es él". Así que, cuando piensa de manera diferente, usted actuará de manera diferente.Vivamos en la luz

Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.

Mateo 5:14

El apóstol Pablo observó al mundo pagano y llegó a la conclusión de que su manera egoísta e inútil de pensar lleva al entendimiento entenebrecido y a un corazón endurecido. Eso, a su vez, lleva a la insensibilidad al pecado y a la conducta sin pudor, que entonces lleva a la obscenidad desvergonzada. Y no es en realidad muy diferente en la actualidad.

Los creyentes ni siquiera hemos de tener el mínimo interés en alguna de las malvadas características de los incrédulos. Debemos ser una luz sobre un monte, separados del mal que nos rodea. Debemos ser diferentes. No puede esconderse una ciudad sobre un monte. Debemos levantarnos como sal y luz. Pero si somos corrompidos por el sistema, nos volvemos inservibles.

Nuestro bendito Señor Jesucristo nos compró a costa de su propia vida. Nos dio una nueva naturaleza que es santa, sin mancha y santificada para siempre. Solo nos pide que vivamos conforme a lo que nos ha dado abandonando nuestra vieja manera de vivir y adoptando la nueva.

sábado, 5 de junio de 2010

Romano 2

Romano 2 -

CAPÍTULO 2
Versículos 1-16. Los judíos no podían ser justificados por la ley de Moisés más que los gentiles por la ley de la naturaleza. 17-29. Los pecados de los judíos refutan toda la vana confianza en sus privilegios externos.

Vv. 1-16.Los judíos se creían pueblo santo, merecedores de sus privilegios por derecho propio, aunque eran ingratos, rebeldes e injustos, pero se les debe recordar a todos los que así actúan, en toda nación, época y clase, que el juicio de Dios será conforme al verdadero carácter de ellos. El caso es tan claro, que podemos apelar a los pensamientos propios del pecador. En todo pecado voluntario hay desprecio de la bondad de Dios. Aunque las ramificaciones de la desobediencia del hombre son muy variadas, todas brotan de la misma raíz. Sin embargo, en el arrepentimiento verdadero debe haber odio por la pecaminosidad anterior dado el cambio obrado en el estado de la mente que la dispone a elegir lo bueno y rechazar lo malo. También muestra un sentido de infelicidad interior. Tal es el gran cambio producido en el arrepentimiento, es la conversión, y es necesario para todo ser humano. La ruina de los pecadores es que caminan tras un corazón duro e impenitente. Sus obras pecaminosas se expresan con las fuertes palabras “atesoras para ti mismo ira”.
Nótese la exigencia total de la ley en la descripción del hombre justo. Exige que los motivos sean puros, y rechaza todas las acciones motivadas por la ambición o por fines terrenales. En la descripción del injusto, se presenta el espíritu contencioso como el principio de todo mal. La voluntad humana está enemistada con Dios. Hasta los gentiles, que no tenían la ley escrita, tenían por dentro lo que les dirigía en cuanto a lo que debían hacer por la luz de la naturaleza. La conciencia es un testigo que, tarde o temprano, dará testimonio. Al obedecer o desobedecer estas leyes naturales y sus dictados, las conciencias de ellos los exoneran o los condenan. Nada causa más terror a los pecadores, y más consuelo a los santos, que Cristo sea el Juez. Los servicios secretos serán recompensados, los pecados secretos serán castigados entonces y sacados a la luz.

Vv. 17-24.El apóstol dirige su discurso a los judíos y muestra de cuáles pecados eran culpables a pesar de sus confesiones y vanas pretensiones. La raíz y la suma de toda religión es gloriarse en Dios creyendo, humilde y agradecidamente. Pero la jactancia orgullosa que se vanagloria en Dios, y en la profesión externa de su nombre, es la raíz y la suma de toda hipocresía. El orgullo espiritual es la más peligrosa de todas las clases de orgullo. Un gran mal de los pecados de los profesante es el deshonor contra Dios y la religión, porque no viven conforme a lo que profesan. Muchos que descansan en una forma muerta de piedad, son los que desprecian a su prójimo más ignorante, aunque ellos mismos confían en una forma de conocimiento igualmente desprovista de vida y poder, mientras algunos que se glorían en el evangelio, llevan vidas impías que deshonran a Dios y hacen que su nombre sea blasfemado.

Vv. 25-29.No pueden aprovechar las formas, las ordenanzas o las nociones sin la gracia regeneradora, que siempre lleva a buscar un interés en la justicia de Dios por la fe. Porque no es más cristiano ahora, de lo que era el judío de antaño, aquel que sólo lo es en lo exterior: tampoco es bautismo el exterior, en la carne. El cristiano verdadero es aquel que por dentro es un creyente verdadero con fe obediente. El bautismo verdadero es el del corazón, por el lavado de la regeneración y la renovación del Espíritu Santo que trae un marco espiritual a la mente y una voluntad de seguir la verdad en sus caminos santos. Oremos que seamos hechos cristianos de verdad, no por fuera, sino por dentro; en el corazón y el espíritu, no en la letra; bautizados no tan sólo con agua sino con el Espíritu Santo; y que nuestra alabanza sea no de los hombres, sino de Dios.

viernes, 4 de junio de 2010

Romano 1

Romano 1 -

ROMANOS
El alcance o la intención del apóstol al escribir a los Romanos parece haber sido contestar al incrédulo y enseñar al judío creyente; confirmar al cristiano y convertir al gentil idólatra; y mostrar al convertido gentil como igual al judío en cuanto a su condición religiosa, y a su rango en el favor divino. Estos diversos designios se tratan oponiéndose al judío infiel o incrédulo, o discutiendo con él en favor del cristiano o del creyente gentil. Establece claramente que la manera en que Dios acepta al pecador, o lo justifica ante sus ojos, es sólo por gracia por medio de la fe en la justicia de Cristo, sin acepción de naciones. Esta doctrina es aclarada a partir de las objeciones planteadas por los cristianos judaizantes que favorecían las condiciones de la aceptación con Dios por medio de una mezcla de la ley y el evangelio, excluyendo a los gentiles de toda participación en las bendiciones de la salvación efectuada por el Mesías. En la conclusión, pone aún más en vigencia la santidad por medio de exhortaciones prácticas.
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CAPÍTULO I
Versículos 1-7. Misión del apóstol. 8-15. Ora por los santos de Roma, y dice que desea verlos. 16, 17. El camino del evangelio de la justificación por la fe es para judíos y gentiles. 18-32. Exposición de los pecados de los gentiles.

Vv. 1-7.La doctrina sobre la cual escribe el apóstol Pablo establece el cumplimiento de las promesas hechas por medio de los profetas. Habla del Hijo de Dios, Jesús el Salvador, el Mesías prometido, que vino de David en cuanto a su naturaleza humana, pero que fue declarado Hijo de Dios por el poder divino que lo resucitó de entre los muertos. La confesión cristiana no consiste en el conocimiento conceptual o el sólo asentimiento intelectual, y mucho menos, discusiones perversas, sino en la obediencia. Sólo los llamados eficazmente por Jesucristo son los llevados a la obediencia de la fe.
Aquí se expone: -1. El privilegio de los cristianos amados por Dios y miembros de ese cuerpo que es amado.
2. El deber de los cristianos: ser santos, de aquí en adelante son llamados, llamados a ser santos. El apóstol saluda a éstos deseándoles gracia que santifique sus almas y paz que consuele sus corazones, las que brotan de la misericordia libre de Dios, el Padre reconciliado de todos los creyentes, que viene a ellos a través del Señor Jesucristo.

Vv. 8-15.Debemos demostrar amor por nuestros amigos no sólo orando por ellos, sino alabando a Dios por ellos. Como en nuestros propósitos, y en nuestros deseos debemos acordarnos de decir, Si el Señor quiere, Santiago iv, 15. Nuestras jornadas son o no prosperadas conforme a la voluntad de Dios. Debemos impartir prontamente a otros lo que Dios nos ha entregado, regocijándonos al impartir gozo a los demás, especialmente complaciéndonos en tener comunión con los que creen las mismas cosas que nosotros. Si somos redimidos por la sangre, y convertidos por la gracia del Señor Jesús, somos completamente suyos y, por amor a Él, estamos endeudados con todos los hombres para hacer todo el bien que podamos. Tales servicios son nuestro deber.

Vv. 16, 17.El apóstol expresa en estos versículos el propósito de toda la epístola, en la cual plantea una acusación de pecaminosidad contra toda carne; declara que el único método de liberación de la condena es la fe en la misericordia de Dios por medio de Jesucristo y, luego, edifica sobre ello la pureza del corazón, la obediencia agradecida, y los deseos fervientes de crecer en todos esas gracias y temperamentos cristianos que nada, sino la fe viva en Cristo, puede producir.
Dios es un Dios justo y santo, y nosotros somos pecadores culpables. Es necesario que tengamos una justicia para comparecer ante Él; tal justicia existe, fue traída por el Mesías, y dada a conocer en el evangelio: el método de aceptación por gracia a pesar de la culpa de nuestros pecados. Es la justicia de Cristo, que es Dios, la que proviene de una satisfacción de valor infinito. La fe es todo en todo, en el comienzo y en la continuación de la vida cristiana. No es de la fe a las obras como si la fe nos pusiera en un estado justificado y, luego, las obras nos mantuvieran allí, pero siempre es de fe en fe: es la fe que sigue adelante ganándole la victoria a la incredulidad.

Vv. 18-25.El apóstol empieza a mostrar que toda la humanidad necesita la salvación del evangelio, porque nadie puede obtener el favor de Dios o escapar de su ira por medio de sus propias obras. Porque ningún hombre puede alegar que ha cumplido todas sus obligaciones para con Dios y su prójimo, ni tampoco puede decir verazmente que ha actuado plenamente sobre la base de la luz que se le ha otorgado. La pecaminosidad del hombre es entendida como iniquidad contra las leyes de la primera tabla, e injusticia contra las de la segunda. La causa de esa pecaminosidad es detener con injusticia la verdad. Todos hacen más o menos lo que saben que es malo y omiten lo que saben que es bueno, de modo que nadie se puede permitir alegar ignorancia. El poder invisible de nuestro Creador y la Deidad están tan claramente manifestados en las obras que ha hecho de modo que hasta los idólatras y los gentiles malos se quedan sin excusa. Siguieron neciamente la idolatría y las criaturas racionales cambiaron la adoración del Creador glorioso por animales, reptiles e imágenes sin sentido. Se apartaron de Dios hasta perder todo vestigio de la verdadera religión, si no lo hubiera impedido la revelación del evangelio. Porque los hechos son innegables, cualesquiera sean los pretextos planteados en cuanto a la suficiencia de la razón humana para descubrir la verdad divina y la obligación moral o para gobernar bien la conducta. Estos muestran simplemente que los hombres deshonraron a Dios con las idolatrías y supersticiones más absurdas y que se degradaron a sí mismos con los afectos más viles y las obras más abominables.

Vv. 26-32.La verdad de nuestro Señor se muestra en la depravación horrenda del pagano: “que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz”. La verdad no era del gusto de ellos. Todos sabemos cuán pronto se confabula el hombre contra la prueba más evidente para razonar evitándose creer lo que le disgusta. El hombre no puede ser llevado a una esclavitud más grande que la de ser entregado a sus propias lujurias. Como a los gentiles no les gustó tener a Dios en su conocimiento, cometieron delitos totalmente contrarios a la razón y a su propio bienestar. La naturaleza del hombre, sea pagano o cristiano, aún es la misma; y las acusaciones del apóstol se aplican más o menos al estado y al carácter de los hombres de todas las épocas, hasta que sean llevados a someterse por completo a la fe de Cristo, y sean renovados por el poder divino. Nunca hubo todavía un hombre que no tuviera razón para lamentarse de sus fuertes corrupciones y de su secreto disgusto por la voluntad de Dios. Por tanto, este capítulo es un llamado a examinarse a uno mismo, cuya finalidad debe ser la profunda convicción de pecado y de la necesidad de ser liberado del estado de condenación.

jueves, 3 de junio de 2010

La nueva naturaleza

La nueva naturaleza

Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.

1 Pedro 1:23

Cuando nos hacemos cristianos no se nos remodela ni se nos añade nada; somos transformados. Los cristianos no tenemos dos naturalezas diferentes; tenemos una nueva naturaleza, la nueva naturaleza en Cristo. La vieja muere y la nueva vive; no coexisten. Jesucristo es justo, santo y santificado, y tenemos ese principio divino en nosotros; lo que Pedro llamó la simiente "incorruptible" (1 P. 1:23). Así que nuestra nueva naturaleza es justa, santa y santificada porque Cristo vive en nosotros (Col. 1:27).

Efesios 4:24 nos dice que nos vistamos "del nuevo hombre", una nueva conducta que es apropiada a nuestra nueva naturaleza. Pero para hacer eso tenemos que eliminar las normas y las prácticas de nuestra vieja vida. Por eso Pablo nos dice que hagamos morir "lo terrenal en [nosotros]: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia" (Col. 3:5). Conformados a Cristo

No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo.

1 Juan 2:15

Como cristianos, somos nuevas criaturas y miembros de la iglesia de Jesucristo, y por tanto excepcionales. Como resultado, no debemos vivir como las personas del mundo. El mundo es orgulloso; nosotros somos humildes. El mundo está fragmentado; nosotros estamos unidos. El mundo es incapaz; nosotros estamos dotados. El mundo odia; nosotros amamos. El mundo no conoce la verdad; nosotros sí la conocemos. Si no andamos de manera diferente del mundo, no lograremos las metas de Cristo. Si vivimos como las personas del mundo, estamos esencialmente imitando a los muertos (Ef. 2:1-5), y eso no tiene sentido.

Los cristianos somos como una nueva raza. Tenemos una nueva simiente espiritual incorruptible, y debemos vivir de una manera que corresponda con ella. Somos nuevas criaturas que han sido preparadas para una existencia eterna. Como resultado, podemos abandonar nuestra antigua manera de vivir y ser conformados a la vida de Cristo.