miércoles, 29 de mayo de 2013

El Endemoniado Gadareno en la Biblia

El Endemoniado Gadareno en la Biblia

“Y la gente salió a ver lo que había pasado. Llegaron adonde estaba Jesús y encontraron, sentado a sus pies, al hombre de quien habían salido los demonios. Cuando lo vieron vestido y en su sano juicio, tuvieron miedo.” Lucas 8:35 (NVI)
La historia del endemoniado gadareno es una de las más terribles de los evangelios. Este hombre había sido capturado por los demonios y condenado a vivir una vida lejos de la normalidad, de su familia, de su trabajo, de sus afectos. Es terrible ver las consecuencias de una vida alejada de Dios, sin control divino.
Lo que en algún momento pudo ser hasta divertido o llamativo, se convirtió en una tortura permanente para este hombre, que no podía escaparse de sus captores. Había sido un hombre normal, como tantos otros en Gadara. Pero ahora era solo una sombra de aquel que una vez fue. Había perdido todo, y no podía recuperarlo.
En este estado tristísimo, es cuando Jesucristo lo encuentra. Los vecinos ya lo habían dado por perdido, ya no trataban de ayudarlo más. Su familia tampoco. Estaba solo y sin futuro y solo él sabía el tormento que padecía por no poder escapar de su situación. Mientras me imaginaba la escena, la podía comparar con lo que pasa hoy con un adicto a las drogas, al alcohol o al cigarrillo. O cosas más cotidianas como el rencor, la falta de perdón, la envidia, el resentimiento. Cosas que esclavizan, que te dañan, que te aíslan y te destrozan la vida.
Cuando Cristo va a buscar a este pobre hombre, lo ayuda y libera. Lo terrible de la historia es que el mismo pueblo que había abandonado al enfermo a su triste suerte, cuando ven el milagroso cambio de este hombre, ¡echan a Jesucristo del lugar! ¿Cómo puede alguien ser tan tonto como para hacer esto? Preguntamos hoy a la distancia.
De la misma manera que hoy también echamos a Jesucristo del control de nuestras decisiones cada vez que elegimos mantener nuestra elección de rencor, mentira o resentimiento. Este hombre encontró sentado a los pies de Jesús la paz que nadie podía darle. Por eso su actitud cambió inmediatamente.
Hoy vivimos atribulados y angustiados, sin paz, corriendo tras nuestros demonios, perdidos y sin esperanza, aunque parezcamos personas normales. Simplemente porque nos olvidamos de donde encontrar la paz que necesita nuestra alma. Es tiempo de volver a Jesucristo. Solo sentado a sus pies está la paz que necesitas.