Amarnos a nosotros mismos
“Porque todo el que
quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de
mí, éste la salvará. Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se
destruye o se pierde a sí mismo?” Lucas 9:24-25
“El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en
este mundo, para vida eterna la guardará.” Juan 12:25
Contrario a lo que nuestra mente puede pensar y de hecho a lo
que el mundo promueve, en el Reino de los Cielos, el amarnos a nosotros mismos
no se trata de preservar, amar o cuidar nuestra vida natural; esta vida natural
que es la vida del alma (pensamientos, emociones y voluntad), el Señor nos
llama a perderla por su causa, pues según su Palabra en Lucas 9:24-25, todo el
que quiera salvar esta vida finalmente la perderá, porque “¿qué aprovecha al
hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?”
Hermano, cuando nosotros seguimos tras nuestros propios
pensamientos, emociones y voluntad, vamos a terminar perdidos, flagelados y
destruidos, puesto que naturalmente por el pecado que heredamos de Adán,
nuestros pensamientos se encuentran entenebrecidos (Efesios 4:18), nuestras
emociones desequilibradas (Santiago 3:14,16) y nuestra voluntad o nuestros
deseos desordenados (Gálatas 5:16-17), de modo que, es por este motivo que el
Señor nos llama a perder o aborrecer esta vida. Y entonces, ¿cómo amarnos a
nosotros mismos?
Pues bien, la Palabra de Dios nos revela que cada persona que
cree en el Hijo de Dios, Jesucristo, tiene vida eterna (1 Juan 5:10-11); esta
vida que se nos ha concedido por gracia por medio de la fe, es una vida
espiritual, es vida eterna, en el griego: vida “Zoé”, y es por supuesto una
vida superior a la natural, es en otras palabras, la vida de Cristo en nosotros
(Juan 14:16-17, 20). De modo que, la gran respuesta a esta importante pregunta
es: nos amamos a nosotros mismos cuando vivimos, andamos o caminamos en esta
nueva vida, “Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del
Espíritu es vida y paz.” Romanos 8:6.
Hermanos, renunciar a nuestros propios pensamientos,
emociones y voluntad, y en lugar de ello, anhelar y tomar el pensar, el sentir
y el hacer de Cristo revelado en su Palabra por medio de su Espíritu que en
nosotros mora, es la manera más sabia y acertada de manifestarnos amor propio,
pues sólo Él en su Soberanía y perfección puede darnos el gozo, la paz, plenitud
y abundancia que tanto anhelamos y necesitamos (Juan 10:10). Oración.
«Padre, gracias porque en tu infinito y auténtico amor, por
medio de Jesucristo, me has concedido una nueva vida, la vida espiritual, la
vida de Cristo a través de tu Espíritu; hoy entendiendo esta gran verdad y
apreciando este gran tesoro, te pido que me concedas la gracia de cada día
negarme a mí mismo para andar y disfrutar de esta nueva vida espiritual, amén.