domingo, 24 de agosto de 2025

¿Dónde está la guerra?

 


¿Dónde está la guerra?

“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. “Lucas 9:23.

“llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.”, 2 Corintios 4:10.

Entonces, ¿Dónde está la guerra?

La guerra es contra la carne y es en el alma (pensamientos, emociones y voluntad); si me niego a los deseos carnales y acepto por la fe la verdad eterna de Cristo en mí, esto es, su revelación por el Espíritu en comunión con mi espíritu, entonces la naturaleza predominante será la de Cristo en mí.

Cuando crece Cristo, crece todo lo que él es, su amor, paz, gozo y todo el fruto. Su carácter crece en mí, como evidencia del fruto.

Cristo actuando a través de nosotros es nuestra victoria, por esto el apóstol Pablo, declara que él ya no vive, sino que es Cristo el que vive en él, y que lo que ahora vive, en este plano natural, lo vive por la fe en ese Cristo vivo en nosotros, que le ha dado vida a nuestro espíritu por su Espíritu Santo. (Gálatas 2:20)

Como el pecado entró en el mundo por un hombre, Adán, la carne sigue estando en nosotros, tratando de seducir al alma y al cuerpo para expresar el viejo hombre, está queriendo emerger, gobernar sobre el espíritu. (1 Pedro 2:11). El alma va a expresar la naturaleza que más se le de alimento.

La pregunta contundente es, ¿cómo hacemos para que la vida de Cristo sea la predominante? y ¿cómo hacemos para que emerja y sea la que se exprese, crezca, se fortalezca, se reafirme y se evidencie el fruto?

Solo hay una respuesta: la cruz. Sí, la misma que nos trajo de la oscuridad a la luz, es la única que puede hacer división entre el hombre natural o adámico y el hombre espiritual en Cristo; divide muerte de vida, Jesús lo dice contundentemente: “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.”(Lucas 9:23).

Llevamos por tanto la muerte de Cristo en nosotros, negándonos a nosotros mismos cada día, no confiando en nosotros mismos, para que la vida de Cristo se manifieste plenamente.

Qué hermoso el siguiente pasaje que revela esta verdad de ir a la cruz cada día, de negarnos a nosotros mismos, para que se exprese plenamente Cristo: “llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.”, 2 Corintios 4:10.  Oración.

«Padre, tú me has dado vida verdadera, porque sólo en Cristo hay verdadera vida, me has dado vida espiritual, y para que esta vida emerja me guías a negarme a mí mismo, a no dejar la confianza y esperanza en mis capacidades o en mi propia justicia, sino mejor solo en Cristo, para gloria de tu nombre, amén.