¿Dónde está la guerra?
“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. “Lucas 9:23.
“llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de
Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.”, 2
Corintios 4:10.
Entonces, ¿Dónde está la guerra?
La guerra es contra la carne y es en el alma (pensamientos,
emociones y voluntad); si me niego a los deseos carnales y acepto por la fe la
verdad eterna de Cristo en mí, esto es, su revelación por el Espíritu en
comunión con mi espíritu, entonces la naturaleza predominante será la de Cristo
en mí.
Cuando crece Cristo, crece todo lo que él es, su amor, paz,
gozo y todo el fruto. Su carácter crece en mí, como evidencia del fruto.
Cristo actuando a través de nosotros es nuestra victoria, por
esto el apóstol Pablo, declara que él ya no vive, sino que es Cristo el que
vive en él, y que lo que ahora vive, en este plano natural, lo vive por la fe
en ese Cristo vivo en nosotros, que le ha dado vida a nuestro espíritu por su
Espíritu Santo. (Gálatas 2:20)
Como el pecado entró en el mundo por un hombre, Adán, la
carne sigue estando en nosotros, tratando de seducir al alma y al cuerpo para
expresar el viejo hombre, está queriendo emerger, gobernar sobre el espíritu.
(1 Pedro 2:11). El alma va a expresar la naturaleza que más se le de alimento.
La pregunta contundente es, ¿cómo hacemos para que la vida de
Cristo sea la predominante? y ¿cómo hacemos para que emerja y sea la que se
exprese, crezca, se fortalezca, se reafirme y se evidencie el fruto?
Solo hay una respuesta: la cruz. Sí, la misma que nos trajo
de la oscuridad a la luz, es la única que puede hacer división entre el hombre
natural o adámico y el hombre espiritual en Cristo; divide muerte de vida,
Jesús lo dice contundentemente: “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos
de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.”(Lucas 9:23).
Llevamos por tanto la muerte de Cristo en nosotros,
negándonos a nosotros mismos cada día, no confiando en nosotros mismos, para
que la vida de Cristo se manifieste plenamente.
Qué hermoso el siguiente pasaje que revela esta verdad de ir
a la cruz cada día, de negarnos a nosotros mismos, para que se exprese
plenamente Cristo: “llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de
Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.”, 2
Corintios 4:10. Oración.
«Padre, tú me has dado vida verdadera, porque sólo en Cristo
hay verdadera vida, me has dado vida espiritual, y para que esta vida emerja me
guías a negarme a mí mismo, a no dejar la confianza y esperanza en mis
capacidades o en mi propia justicia, sino mejor solo en Cristo, para gloria de
tu nombre, amén.