Una buena tierra
“Mas la que cayó en buena tierra, estos son los que con
corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.”
Lucas 8:15
“Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye
y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta
por uno.” Mateo 13:23
Por los diversos medios de comunicación y los beneficios de
la tecnología, hoy en día llega a nosotros abundante palabra de Dios, son
versículos en imágenes, distintas reflexiones en video, texto y audio, y hasta
pequeñas oraciones en stickers, realmente es una alta propagación de la palabra
de Dios; sin embargo, también está sucediendo que en la mayoría de los casos,
esta Palabra se está convirtiendo en un mensaje temporal o uno que simplemente
queda en el celular, puesto que no se evidencia el fruto que debería llevar.
Pero lo cierto es que si una Palabra de parte de Dios llega a
nuestra vida, no es precisamente para que regrese vacía, sino que realmente
tiene un propósito para el cual el Señor la envía (Isaías 55:11); sin embargo, está
sucediendo lo revelado por el Señor en la Parábola del sembrador, pues estamos
permitiendo que los espinos que son los afanes de la vida, el engaño de las
riquezas y la codicia de otras cosas, ahoguen la palabra escuchada y la hagan
infructuosa (Marcos 4:18-19).
Hermanos, de nada nos sirve escuchar y escuchar la Palabra de
Dios, siendo simplemente oidores olvidadizos, sino que realmente lo que va a
provocar un cambio en nuestra vida y un fruto permanente, es que dispongamos
nuestro corazón para que el Señor haga de él esa buena tierra donde la semilla
de su Palabra caiga y se mantenga, es decir, que la escuchemos, pero que
también la entendamos, de manera que la guardemos y la practiquemos, puesto que
como dice el Señor en Santiago 1:25, bienaventurado es aquel que es hacedor de
la Palabra, bendecido el que da fruto con perseverancia. Oración.
«Bendito Dios, gracias por tu Palabra y tu misericordia
renovada cada mañana, gracias por tu fidelidad y bondad; anhelo, Padre bueno,
que hagas de mí, una tierra fértil, una buena tierra, pues no quiero oír sin
entender y sin practicar lo que cada día por distintos medios me enseñas de tu
Palabra; transforma mi corazón y hazlo apto para toda buena obra, para que dé
fruto con perseverancia, por Jesucristo mi Señor, amén.