Si te convirtieres
“Por tanto, así dijo Jehová: Si te convirtieres, yo te
restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil,
serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos. Y
te pondré en este pueblo por muro fortificado de bronce, y pelearán contra ti,
pero no te vencerán; porque yo estoy contigo para guardarte y para defenderte,
dice Jehová.” Jeremías 15:19-20
La porción bíblica de hoy, es un hermoso y urgente llamado de
Dios para nosotros. En un mundo donde a lo malo llaman bueno y a lo bueno,
malo, es apremiante la necesidad de hablar la verdad, la verdad de la Palabra
de Dios. Hay personas en estos últimos tiempos que, al igual que en la época
del profeta Jeremías, se encuentran hablando palabras supuestamente de parte de
Dios, pero verdaderamente muchas veces son tan solo palabras sacadas de
contexto formando así doctrinas o pretextos que finalmente solo alimentan sus
propios deseos, pues estos, son amadores de los deleites más que de Dios, por
lo que aunque tienen apariencia de devoción o piedad, sus hechos están
manifestando todo lo contrario (2 Timoteo 3:4-5).
Es por ello que, el Señor inicia diciendo “Si te
convirtieres, yo te restauraré”, no importa cuan infructuosos o perezosos
hayamos sido hasta ahora en la obra del Señor, porque si de corazón anhelamos
ser usados por Dios, Él nos dice, “yo te restauraré” Él sanará, limpiará,
transformará, hará cosa nueva, y todo cuanto haya necesidad en nosotros para
estar delante de Él; “y si entresacares lo precioso de lo vil” dice el Señor,
“serás como mi boca”
Lo precioso de lo vil, en ello nos debemos enfocar; lo
precioso: Jesucristo; lo vil: nosotros. Pero a pesar de todo, Él, hoy, por la
gracia y la misericordia del Padre, vive en nosotros, por su Espíritu y nuestra
fe, mora en nuestro corazón (Romanos 5:5, 2 Corintios 3:17). De modo que,
nuestra vital y trascendental tarea es entresacarlo a Él de nosotros, o en
otras palabras, permitirle vivir en nosotros, renunciar a nuestros propios
deseos, permitiendo que sea el fruto de su Espíritu el que se evidencie en
nuestra vida; pero para ello, tal y como nos lo expone 2 Corintios 3:18, la
manera de hacerlo es dejar de centrarnos en nosotros mismos, nuestros errores,
debilidades, pasado, etc. y mejor dedicarnos a apreciarlo a Él, su magnífica
gloria, su poder, su victoria sobre el pecado, su extraordinaria vida y
ministerio, su fe, y todo lo que es Él, pues haciendo así, nuestra boca y todo
nuestro ser, no mostrará lo vil, sino lo precioso de nuestro Señor, porque como
dice su Palabra, de gloria en gloria somos transformados llegando a ser como
Él. Oración.
«Padre, una vez más, gracias por tu Palabra, pues es la luz
en mi caminar; la única capaz de convertir mi alma, de hacerme sabio, alegrar
mi corazón, alumbrar mis ojos y penetrar hasta partir mi alma y espíritu; te
alabo por la revelación que de ella me das, pues de lo contrario, estaría
perdido y en oscuridad, pero ahora he visto a Jesucristo y su amor ha
transformado mi corazón para poder entender y practicar tu verdad, amén.
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