viernes, 19 de abril de 2024

Atentos a la Verdad

 

Atentos a la Verdad


“Zarpando, pues, de Troas, vinimos con rumbo directo a Samotracia, y el día siguiente a Neápolis; y de allí a Filipos, que es la primera ciudad de la provincia de Macedonia, y una colonia; y estuvimos en aquella ciudad algunos días. Y un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido. Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos”. Hechos 16:11-15

Esta es una de las mujeres que aparecen en la Biblia de las que poco se sabe. Pero lo que se conoce de ella, es que provenía de una región que producía bronce, latón, telas de púrpura. La Palabra dice que ella negociaba con esas telas y se presume que era una mujer acomodada económicamente, pero también que era una mujer que buscaba de Dios. En este caso Pablo estaba predicando el evangelio a unas mujeres que se reunían a orar a las orillas de un río. Aquí podemos ver un corazón dispuesto a escuchar la Palabra de Dios y a adorar a Dios. Lo importante aquí es que no interesa el lugar, Dios está buscando personas que le adoren, como la mujer samaritana, veamos Juan 4:21 “Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre”.

Cuando escuchamos la Palabra de Dios esta produce fe, y cuando hay fe podemos abrir el corazón a Dios, Romanos 10:17 “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”. El corazón de Lidia fue abierto por el Señor para que estuviese atenta a lo que Pablo decía, lo que demuestra que la inclinación del corazón hacia la verdad no se origina en la voluntad del hombre. La primera disposición de inclinarse hacia el evangelio es una obra de gracia. Lidia no sólo abrió su corazón a Jesús, sino las puertas de su casa, fue generosa y compartió con alegría lo que tenía. Pablo vio en Lidia la gracia de Dios y desde ese momento en que el evangelio fue predicado con tanta sencillez, se empezaron a cosechar las primicias de Europa para Cristo. Lidia usó también sus recursos para ayudar a fundar la iglesia de Filipos, ella no solo entendió la gracia de Dios, sino que la puso en práctica.

¿Estamos como Lidia atentos a la verdad? Esta mujer, no solo estuvo dispuesta a escuchar el mensaje, sino que lo llevó a su hogar, trajo la luz de Cristo a su casa, y fueron bautizados ella y su familia. Luego ayudó a extender el reino de los cielos en esa región. Eso es lo que debemos hacer cuando conocemos a Jesús, debemos llevar primeramente el evangelio a nuestra familia y luego al lugar donde Dios nos quiera llevar.

¡Qué hermosa fe y qué generosidad!, Lidia estuvo dispuesta a atender las necesidades de estos misioneros Pablo y sus acompañantes, con hospitalidad; algo que muchos hemos olvidado en estos tiempos. Qué bueno es poder ayudar a otros y más a los hermanos en la fe. Recordemos lo que dice Romanos 12:13 “compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad” y Hebreos 13:2 “No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”.

Pidamos al Señor que disponga el corazón de nuestra familia y de los que nos rodean para que escuchen el evangelio. Solo el Señor puede abrir sus corazones para que lo reciban y crean en su Palabra. Oración.

«Señor, dame un corazón como el de Lidia, que anhele adorarte y escuchar tu voz cada día, quiero ser un reflejo de tu gracia, quiero entrar a tu presencia y darte gracias por la persona que un día me compartió el mensaje de salvación, escucharla me llevó a tener fe y a abrir las puertas de mi corazón a ti. Oro por los misioneros en el mundo para que sean revestidos de tu verdad, amor y gracia para alcanzar a los perdidos. En el nombre de Jesús, amén.

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