martes, 30 de octubre de 2012

¿Prueba o tentación?


¿Prueba o tentación?

No nos metas en tentación.

Mateo 6:13

La tentación es una experiencia común de todos los seres humanos, sean cristianos o no. Pablo dice en 1 Corintios 10:13 que toda tentación es "humana". Cómo enfrentarse a la lucha de la tentación es una característica de la autenticidad de nuestra fe o nuestra falta de ella.

Las pruebas que el Señor permite en nuestra vida para fortalecernos también pueden convertirse en tentaciones. Pudieran ser incitaciones al pecado y no un medio para el crecimiento espiritual. Cada dificultad que se me presenta me fortalece porque obedezco a Dios y me mantengo confiado en su cuidado y poder, o me lleva a dudar de Dios y a desobedecer su Palabra.

Cada prueba tiene muchas características para convertirse en tentación. La diferencia está en cómo reaccionar ante ella.   No ha de culparse a Dios

Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie.

Santiago 1:13

Aunque algunos creen en el antiguo concepto de que Dios es responsable de nuestra tentación y de nuestro pecado, Santiago prohíbe tal concepto en el versículo de hoy.

Santiago advierte contra el justificar nuestro pecado y culpar a Dios en medio de nuestra lucha contra la tentación. Cuando esté luchando con la tentación y casi a punto de rendirse, no se justifique diciendo que Dios lo está tentando.

Suponiendo que nadie acuse a Dios de hacer que él peque, Santiago quiere decir que no debemos ni siquiera pensar en Dios como la causa de nuestros pecados. La mayoría de las personas no llegan tan lejos como para ver a Dios como el tentador directo, pero sí creen que Dios es indirectamente el culpable por haber permitido la situación y la posibilidad del fracaso. Pero Dios no es el causante directo de la tentación, ni es siquiera su causa remota. Nunca se considere una víctima de la providencia de Dios.  Hay que reconocer la trampa

Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.

Santiago 1:14

La tentación no viene de Dios, sino de adentro. El vocablo tentado se empleaba en contextos de cacería para describir animales que se atraen a las trampas, y se emplea seducido para describir pescar con una carnada. Toda persona es tentada cuando la trampa del pecado tiene una carnada que apela a su lujuria. La lujuria de una persona que responde a la seducción de la trampa la atrae engañosamente hasta el punto que es atrapada.

¿Qué nos impulsa tanto hacia la carnada? No es Dios. Y tampoco lo son Satanás, ni sus demonios, ni el sistema malvado del mundo el que nos seduce para que mordamos el anzuelo. Es nuestra naturaleza lujuriosa la que nos impulsa a morderlo. Nuestra carne, nuestra naturaleza caída, tiene un deseo de lo malo.

Desde una perspectiva espiritual, el problema es que, aunque hemos sido redimidos y hemos recibido una nueva naturaleza, tenemos todavía un enemigo dentro. La pasión interior de la carne, no Dios, es la culpable de que seamos tentados a pecar.  El nacimiento del pecado

Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.

Santiago 1:15

La mayoría de las personas piensan que el pecado es un acto o comportamiento individual. Pero el versículo de hoy dice que el pecado no es un acto; es el resultado de un proceso.

El pecado comienza con deseo, que está relacionado con la emoción. Comienza cuando usted desea sentirse satisfecho al adquirir algo, cuando tiene un anhelo emotivo de poseer algo que ve. Entonces la tentación afecta su mente mediante el engaño. Usted comienza a justificar su derecho a tener lo que desea. Su mente es engañada al creer que la satisfacción de sus deseos satisfará sus necesidades.

Acto seguido, su voluntad comienza a planificar cómo va a obtener lo que quiere, y cuando la lujuria es seducida (como quien dice) por la carnada, queda preñada en el vientre de la voluntad de una persona. Por último, ocurre el acto del pecado.

El saber cómo nace el pecado debiera ayudarlo a huir de la tentación.

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