Compartir la esperanza de la sanidad divina
“Naamán, general del ejército del rey de Siria, era varón
grande delante de su señor, y lo tenía en alta estima, porque por medio de él
había dado Jehová salvación a Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero
leproso. Y de Siria habían salido bandas armadas, y habían llevado cautiva de
la tierra de Israel a una muchacha, la cual servía a la mujer de Naamán. Esta
dijo a su señora: Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo
sanaría de su lepra”. 2 Reyes 5:1-3
Vemos aquí, que la posición de la sierva era servir a la
esposa de su amo solamente, pero no le dio temor presentar al Dios de Israel y
declarar abiertamente que el profeta que estaba en Samaria podía sanar a su
esposo de la lepra. Su señora se dispuso a escucharla, quizás estaba sufriendo
mucho con la enfermedad de su marido. Esta muchacha hizo lo que humanamente
podía hacer movida por su compasión, pero entendía que Dios podía hacer lo
sobrenatural.
Vemos la importancia de compartir la esperanza de la sanidad
divina con otros. La puerta para la sanidad de Naamán fue abierta por una
muchacha judía que le recomendó buscar al profeta Eliseo. Hacemos bien cuando
testificamos a otros tanto del poder salvador como del poder sanador de Jesús.
No tengamos temor de confesar nuestra fe en Él, porque Dios sabe qué hacer con
cada persona. A Naamán se le dijo que se lavara siete veces en el río Jordán y
esto no le gustó. Su soberbia y orgullo oculto salieron a la luz, pero cuando
se dispuso a obedecer y ser sumiso a la orden de Eliseo, se abrió el camino de
la sanidad.
Nosotros podríamos afrontar un llamado similar, ya que a
veces la acción obediente constituye un paso para recibir sanidad. Por ejemplo,
Jesús les dijo a los 10 leprosos que se mostraran al sacerdote y fueron sanados
luego de haber obedecido (Lucas 17:12-14). En ocasiones, algunas personas por
las que oramos para que reciban sanidad se rinden cuando no ven la sanidad
inmediata y decaen en su fe, en lugar de buscar a Dios. A veces hay que dar un
paso de obediencia que fortalezca la fe.
Qué ejemplo tan grande el de esta joven, no nos puede dar
temor presentar a Jesús, ni hablar de Él, no nos puede dar miedo compartir a
ese Dios de salvación, el Dios que nos da vida. Que hoy nuestra fe traiga
sanidad a la vida y a la casa de alguien más.
Oración.
«Amado Dios, permite que mi vida, mi posición, mis recursos y
mi tiempo sean usados por ti para servir a otros, por eso ayúdame a llevar las
buenas noticias de salvación, ayúdame a creer lo que tú eres capaz de hacer.
Quiero ser de bendición para otras personas, porque la oración eficaz del justo
puede mucho. Mi oración puede llevar salvación, sanidad y restauración a otro
hogar, en el nombre de Jesús, amén.
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