Nacido de Dios, no de Adán
La verdad del nacimiento virginal es de suma importancia para nuestro entendimiento tanto de la vida como de la muerte de Jesús. Está
claro que la vida que Jesús vivió fue vivida en un cuerpo real de carne. No puede haber duda en que experimentó tentaciones reales. El fundamento
de su humanidad era igual al fundamento de nuestra humanidad en cuanto a esto se refiere (Hebreos 4:15). Sin embargo, había algo en Jesús
que le diferencia de todos los demás hombres. No estaba sujeto al pecado, y tenía el poder para vencer toda tentación que venía a su puerta. Jesús
no nació de Adán: nació del Espíritu Santo.
Este no es el caso de los hombres cuando nacen en el mundo. Toman su linaje del viejo Adán; toman sus debilidades del viejo Adán; toman su pecado del
viejo Adán. Jesús es el último Adán, el hombre del cielo (1 Corintios 15:45-49). Es como ellos en cuerpo, pero no en espíritu. Los hombres no toman la
semejanza del hombre del cielo hasta que ellos también nazcan de Dios por medio del Espíritu Santo (Romanos 8:3; Juan 1:12-13).
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