Fe que lleva a la adoración
“Y vinieron a él en el templo ciegos y cojos, y los sanó.
Pero los principales sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que
hacía, y a los muchachos aclamando en el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo de
David! se indignaron, y le dijeron: ¿Oyes lo que estos dicen? Y Jesús les dijo:
Sí; ¿nunca leísteis: de la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste
la alabanza?” Mateo 21:14-16
En este pasaje escrito por Mateo, inspirado por el Espíritu
Santo, se relata un episodio que nos revela una gran enseñanza de cómo recibir
el mensaje de Dios; en él podemos apreciar dos maneras diferentes de percibir
un mismo hecho.
Por un lado están los principales sacerdotes y los escribas, personas
con una alta educación, de gran prestigio e influencia política y religiosa,
quienes ante las maravillas que hacía Jesús y ante la exaltación que le daban
los niños, se indignaban, lo que nos permite entender lo que había en sus
corazones: incredulidad; ellos no podían entender que Jesús era digno de
recibir toda alabanza y toda adoración al ser Él el mismo Dios encarnado, el
Mesías prometido.
Por el otro lado están los niños, que aquí se mencionan como
muchachos, quienes a su corta edad, no tenían cómo compararse con los
sacerdotes y escribas; ellos eran quienes de manera natural alababan y
exaltaban a Jesús diciéndole ¡Hosanna al Hijo de David!, lo cual nos revela lo
que había en sus corazones: fe.
Ante el mismo hecho: las maravillas que hacía Jesús, dos
percepciones totalmente opuestas, una de indignación por pensar que Jesús
aceptara el honor que solo se le da a Dios y que conducía a rechazarlo como
Salvador; y la otra de adoración, al exaltar a Jesús y darle el honor que le
correspondía como Dios y que conducía a aceptarlo como Salvador.
Hermanos, tanto los sacerdotes y escribas como los niños,
presenciaron lo mismo, pero la fe de esos pequeños hizo la diferencia para
recibir correctamente el mensaje dado por Jesús a través de sus maravillas, así
que pidamos a Dios una fe como la de aquellos pequeños para aceptar el mensaje
del evangelio y ofrecer siempre a Dios, por medio de Jesucristo, sacrificio de
alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre (Hebreos 13:15). Oración.
«Padre Dios, te pido en el nombre de tu amado Hijo Jesús, me
des una fe como la de un niño que al ver tus maravillas te puede adorar y
exaltar de manera natural, pues tú dices en tu Palabra que de la boca de los
niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza. Amen.
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