jueves, 16 de noviembre de 2017

Preparado, plantado, fijado, podado y prosperado


Preparado, plantado, fijado, podado y prosperado

“EL SEÑOR DIOS PLANTÓ UN HUERTO EN EDÉN… Y PUSO ALLÍ AL HOMBRE QUE HABÍA FORMADO” (Génesis 2:8)

Antes de que Dios pusiese a Adán en el huerto, Él lo formó (lee Génesis 2:7,8). Hay un proceso de preparación por el que el Señor nos lleva con el fin de hacernos lo que necesitamos ser, pero esa preparación lleva tiempo. Él debe tratar nuestras contradicciones, defectos de personalidad, áreas de desconfianza, asuntos de la infancia no resueltos, cicatrices, fracasos, etc. ¿Cuánto tiempo requiere eso? Sólo Dios lo sabe. Admítelo, ¿aun a tu edad no reconoces todavía algunas formas infantiles dentro de ti? Cualquiera habría perdido las esperanzas contigo, pero el Señor tiene un plan y se comprometió a llevarlo a cabo. Todos deberíamos llevar un letrero que diga: “Obra sin terminar. Si me contratas, debes saberlo. Si te casas conmigo, es preciso que lo sepas”.

La Biblia dice que Dios “…formó al hombre del polvo de la Tierra…” (Génesis 2:7). ¿Con qué trabaja? ¡Con polvo! Y los artilugios que usa para formarte son las experiencias por las que pasas a través de la vida; éstas te forman y te cambian. Cuanto más sigas intentando hacer las cosas a tu manera, más tiempo llevará el proceso. Puede que te lleve cinco años para que aprendas a dejar de agradar a las personas, o diez para que ceses de sentir pena por ti mismo, o veinte para que dejes de volver la mirada hacia atrás reviviendo tu infancia. Durante todo ese tiempo, el Señor te está diciendo: “Deja de hacerlo”, y tú contestas: “Ya lo sé; voy a hacer las cosas mejor”. Entonces, finalmente, sucede una crisis y la verdad te golpea fuertemente. En ese momento dices: “¿Sabes qué? Voy a olvidar aquellas cosas que se quedan atrás y empezaré a extenderme a lo que está delante” (lee Filipenses 3:13b).  

No hay comentarios:

Publicar un comentario