martes, 16 de febrero de 2016

El Verdadero Perdón

El Verdadero Perdón
“YO, YO SOY QUIEN BORRO TUS REBELIONES…” (Isaías 43:25)
La verdad es que ninguna promesa de perdón que el Señor nos ofrece sirve para lo que está escrito a no ser que tú estés de acuerdo con Él cuando la sepas.
En los días del Antiguo Testamento cuando un hombre fallaba por completo, traía un cordero al altar como pago para sus pecados. Pero observa esto: el sacerdote no examinaba al hombre, sólo al cordero. Si el cordero satisfacía las exigencias de Dios, el hombre era perdonado al instante. Todavía funciona así. Cuando fallas, sólo necesitas acercarte al Señor y decirle: “Padre, vengo en el Nombre de Jesús, pidiéndote perdón”. En ese momento la atención del Padre se mueve de ti a Cristo, y automáticamente eres perdonado. ¡Qué arreglo más maravilloso!
Pero también debes perdonarte a ti mismo. Si no lo haces, te crees más santo que Dios, y eso es idolatría. Si un Dios perfecto dice que Él te perdonará, ¿en qué te basas tú, una persona imperfecta, para rehusar perdonarte a ti mismo o a otra persona?  No se consigue nada por nada”, dirás. ¿Nada? ¿Bromeasí El perdón de Dios es la cosa más cara en el mundo. Puede que a ti no te haya costado nada, pero al Señor le costó todo. El orgullo nos hace pensar que de alguna manera debemos pagar, al menos en parte, por lo que hemos hecho. Sí, hay consecuencias y corrección que conducen a la edificación de nuestro carácter, pero te equivocas si piensas que son la expiación por tu pecado. Cuando Jesús exclamó: “¡Consumado es!” (Juan 19:30b), Dios escribió: “Saldado” de un lado a otro de cada deuda de pecado que tendrías jamás. Y lo debes aceptar por fe. ¿Que por qué? ¡Porque nada más será jamás requerido, y nada menos será jamás aceptado!

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