sábado, 9 de mayo de 2009

La Inmutabilidad de Dios

La Inmutabilidad de Dios
. Con mayor frecuencia, el cambio es una realidad desagradable de la vida que nos gustaría evitar si pudiésemos. Recientemente, estuve con personas que formaban parte de uno de los primeros directorios de nuestra iglesia. ¡Qué impresionante cómo han cambiado algunos de ellos! Algunos ya no tienen lo que tenían y otros tenemos mucho más de lo que teníamos entonces. Una mirada a un mapa mundial, revela la existencia de naciones que ni se concebían veinte años atrás. Los cambios recientes de la antigua Unión Soviética, llegaron repentina e inesperadamente. Tal vez, la tecnología ha visto la mayor cantidad de cambios dramáticos en los últimos tiempos. Los computadores, que alguna vez soñé con tener, ahora se ven en las ventas de garajes y salen de allí, casi como una tentación aún cuando el precio puede ser menos de diez dólares. El computador en el cual estoy escribiendo este mensaje, es 50 veces más rápido que el primer IBM que usé, que costó el doble que el actual. Las cosas cambian tan rápidamente que no podemos confiar más en un periódico diario que en las noticias que salen minuto a minuto; debemos tener programas de noticias a lo largo de todo el día. Un agricultor, con quien me encontré recientemente, tiene un terminal de computación en la mesa de su cocina, conectado todo el día para poder mantenerse al día. Algunos cambios son bienvenidos, otros no. Un gran consuelo para los cristianos que viven en estos tiempos turbulentos y problemáticos, es la confianza que tenemos en que Dios no cambia. Los teólogos se refieren a este atributo de Dios, como „la inmutabilidad de Dios‟. Dios no cambia. Esta verdad se ve varias veces en las Escrituras e incluso en los himnos que cantamos en la iglesia. Reflexionemos en este gran atributo de Dios, antes de considerar las aplicaciones de esta verdad a nuestras vidas. Dios No Cambia “Además, el que es la Gloria de Israel no mentirá, ni se arrepentirá, porque no es hombre para que se arrepienta” (1 Samuel 15:29).
Saúl ha llegado a ser el rey de Israel. Como tal, debía guiar a los israelitas a la batalla en contra de los amalecitas. Fue instruido por Dios de destruir completamente al rey y a toda criatura viviente, hombre, mujer, niño e incluso a todo el ganado (1 Samuel 15:2-3). Saúl obedeció las instrucciones de Dios parcialmente, permitiendo que el rey viviera y dejándose para él lo mejor del ganado (versículos 7-9). Simplemente, Saúl no tomó en serio la Palabra de Dios. Como resultado, Dios le quitó el reinado (versículos 22-26). Entonces, Saúl le rogó desesperadamente a Samuel, esperando que Dios le devolvería el reino; en vez de ello, Samuel pronunció las palabras del versículo 29. Samuel le dice a Saúl, que Dios, la Gloria de Israel, no era un hombre. Pero como el Dios inmutable, no puede y no alterará Su palabra o cambiará Su opinión para revertir las consecuencias que recién Él pronunciado por el pecado de Saúl. Saúl, al igual que muchos en el día de hoy, voluntariamente desobedeció la Palabra de Dios esperando que de alguna manera Él no haría como había dicho. Saúl tenía en muy poca consideración la Palabra de Dios y no veía cuán serio es Dios con relación a la desobediencia a Su Palabra. Esperaba que Dios también hubiera tomado ligeramente Su Palabra, revirtiendo la sentencia que había pronunciado al pecador. Dios siempre toma muy en serio Su Palabra. No sólo espera y necesita que la obedezcamos. Ciertamente, Él sostendrá Su Palabra, con relación al castigo que merecen quienes la desconocen. Dios, porque es Dios, es inmutable y podemos estar seguros que Él mantendrá Su Palabra. Todo lo creado, está sujeto a cambio, excepto el Creador, pues Él, como Dios, no cambiará: “Mas tú, Jehová, permanecerás para siempre, y tu memoria de generación en generación” (Salmo 102:12) “Desde el principio tú fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, mas tú permanecerás; y todos ellos como una vestidura se envejecerán; como un vestido los mudarás, y serán mudados; pero tú eres el mismo; y tus años no se acabarán. Los hijos de tus siervos habitarán seguros, y su descendencia será establecida delante de ti” (Salmo 102:25-28; énfasis del autor). “Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos” (Malaquías 3:6;

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