Las experiencias amargas
“E hizo Moisés que partiese Israel del Mar Rojo, y salieron
al desierto de Shur; y anduvieron tres días por el desierto sin hallar agua. Y
llegaron a Mara, y no pudieron beber las aguas de Mara, porque eran amargas;
por eso le pusieron el nombre de Mara. Entonces el pueblo murmuró contra
Moisés, y dijo: ¿Qué hemos de beber? Y Moisés clamó a Jehová, y Jehová le
mostró un árbol; y lo echó en las aguas, y las aguas se endulzaron. Allí les
dio estatutos y ordenanzas, y allí los probó; y dijo: Si oyeres atentamente la
voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a
sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las
que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador. Y
llegaron a Elim, donde había doce fuentes de aguas, y setenta palmeras; y
acamparon allí junto a las aguas.” Éxodo 15:22-27
Camino a las fuentes de aguas, es decir, a la bendición del
Señor, podemos pasar por las aguas de Mara, las aguas amargas.
En nuestro caminar diario e íntimo con Dios, hay muchos
puertos, llámese metas o propósitos a los cuales el Señor nos quiere llevar, e
independientemente de la bendición que estemos pidiendo, creyendo en nuestro
corazón que el Señor nos la dará porque es conforme a su voluntad (1 Juan
5:14-15), en el camino o proceso viviremos experiencias que serán complejas.
Un nivel más alto en nuestra relación abundancia de
sabiduría, crecimiento de fe, un mejor ingreso económico, la obtención de un
bien material o inmaterial, sea medio de transporte, lugar de residencia,
título académico o profesional, y cualquier bendición que el Señor nos quiera
dar, puede estar marcada por situaciones en las cuales el Señor nos prueba,
pero sobre todo, nos edifica y enseña. El pueblo de Israel, liderado por
Moisés, camino a la tierra prometida, fue primero pasado por el desierto tres
días sin encontrar agua para beber, llegando luego hasta Mara, donde había
aguas, pero inicialmente no pudieron de ellas beber, porque estaban amargas;
sin embargo, después de que clamó Moisés a Jehová, supo lo que tenía que hacer.
Echar un árbol en las aguas era todo lo necesario para que esas aguas se
endulzaran. Y ahí, en ese lugar de prueba, el Señor les habló, enseñándoles su
Palabra y exhortándolos a que la guardaran; una vez sucedido esto, llegaron a
las anheladas fuentes de aguas.
Hermanos, el momento de prueba donde el Señor afirma nuestro
carácter, es tan solo una pequeña parada en nuestro camino, que aunque
inicialmente la percibamos amarga, la verdad es que, manteniéndonos en oración
y dependencia del Señor, veremos cómo fácilmente es endulzada, pues el árbol de
nuestra fe, nos hará entender que todo hace parte del plan y la voluntad de
Dios en aras de llevarnos hasta nuestra anhelada bendición; hemos de entender
que tenemos muchas ideas y prácticas que no son correctas y que Dios, antes de
llevarnos a otro puerto, lo que hace es detenernos para corregirnos y
enseñarnos lo correcto, pues solo así estaremos verdaderamente preparados para
proseguir y llegar a disfrutar de las muchas y dulces aguas. Oración.
«Padre, qué precioso, confortador y esperanzador es saber que
aun las experiencias amargas hacen parte de tu voluntad para formarnos y
guiarnos hasta las más dulces y abundantes aguas. Gracias por tener mi vida en
tu mano, y por no desampararnos ante nuestras faltas o debilidades. ¡Cuán bello
y bueno eres Dios! Amén.
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