La promesa del Padre cumplida
“Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y
profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños,
y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las
siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días”. Joel 2:28-29
Joel profetiza del derramamiento del Espíritu Santo de Dios,
afirmando que en los postreros días caerá sobre los creyentes el regalo del
Espíritu Santo. Es una profecía que se cumplió en Pentecostés y sigue
cumpliéndose en la vida de cada persona que recibe al Señor Jesucristo como
Señor y Salvador.
El Espíritu Santo vino para quedarse con nosotros. Es un
regalo que todo el mundo debería anhelar. Sin embargo, muchos cristianos no
tienen claridad de quién es el Espíritu Santo y le dan una posición dentro de
la Trinidad como la tercera persona y olvidan que Dios Padre, Dios Hijo y Dios
Espíritu Santo son uno, ninguno es más importante que el otro porque todos son
un solo Dios.
Muchos desconocen su infinito y divino poder y su rol para
cada uno de nosotros como cristianos. Lo primero que tenemos que entender es
que el Espíritu Santo es Dios mismo, (Hechos 5:3-4). Que Él es la promesa de
Dios para todo creyente, vendrá sobre todos sin distinción, sin edad, sin
género, sin posición social, esa es una promesa que se sigue cumpliendo. Fue
prometido para todos y su llegada fue un nuevo tiempo de poder y gracia sobre
nosotros. Hechos 2:39 dice “Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros
hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios
llamare”.
Aprender que el Espíritu Santo habita en nosotros y nos
transforma, nos da esperanza, (1 Corintios 3:16). No solo está presente en el
mundo, sino que también habita dentro de cada creyente. Eso es importante que
lo tengamos en cuenta porque nuestra vida tiene que ser llena por Él para que
nos guíe, direccione y controle; ayudándonos a vivir conforme a la voluntad de
Dios y dándonos la fuerza para que podamos salir adelante.
El Espíritu Santo también nos enseña y nos guía a la verdad,
(Juan 16:13). Y debemos recordar también que el Espíritu Santo nos da poder
para testificar, (Hechos 1:8). La venida del Espíritu Santo empodera al
creyente, dándonos palabras para hablarles a otros. Nos capacita, nos da dones
y nos fortalece.
Demos gracias al Señor, porque no nos ha dejado solos, sino
que nos ha equipado sobrenaturalmente con la presencia de su Espíritu, para que
podamos vivir la vida victoriosa y abundante que Jesús ofrece, pidamos cada día
su llenura. Oración.
«Padre glorioso, gracias por el regalo maravilloso de tu
Espíritu. Hoy quiero Espíritu Santo creer, reconocer que eres mi Dios y que
habitas en mí. Eres el sello de mi salvación y te pertenezco, eres mi
Consolador, mi ayudador, el amado de mi alma, la fuente de la cual proviene mi
aliento. Te alabo y anhelo que me inundes, lléname de tu poder, capacítame para
ir y llevar las buenas nuevas, guíame a la verdad, dame sabiduría y revelación
e intercede por mí con gemidos indecibles. Sé que estás trabajando en mi entera
santificación, produce tu fruto en mí, amén.
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