Viendo la gloria del Señor
“Oyendo estas cosas, se enfurecían en sus corazones, y
crujían los dientes contra él. Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos
los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra
de Dios, y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que
está a la diestra de Dios. Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los
oídos, y arremetieron a una contra él. Y echándole fuera de la ciudad, le
apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se
llamaba Saulo. Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor
Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no
les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.” Hechos 7:54-60
“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como
en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la
misma imagen, como por el Espíritu del Señor.” 2 Corintios 3:18
Mirar o poner nuestra mirada en el Señor Jesucristo es la
manera en que nos describen los pasajes bíblicos de hoy que, podemos ser
transformados en la misma imagen de nuestro Señor.
Poner la mirada en las cosas de arriba, donde está Cristo
sentado a la diestra de Dios, se trata básicamente de no centrarnos,
envolvernos o distraernos con las cosas que son terrenales y pasajeras. Por
cierto, la Escritura nos exhorta a que andemos en este mundo como extranjeros y
peregrinos, es decir, a que no obedezcamos y mejor nos abstengamos de los
deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo así una conducta buena
y santa entre los hombres (1 Pedro 2:11-12).
Sin embargo, tal y como nos lo revela 2 Corintios 3:18, esto
solo puede ser posible en nuestra vida por medio del Espíritu del Señor, pues
es Él quien hace morir en nosotros lo terrenal, así como también es Él quien da
testimonio a nuestro espíritu de lo que ahora somos, es decir, hijos de Dios y
libres de toda esclavitud y condenación (Romanos 8:12-16, Romanos 8:1-2). Es
por esto, que cuando vemos el ejemplo del discípulo Esteban, la Escritura
revela que él estaba lleno del Espíritu Santo.
La llenura del Espíritu Santo quien impartía en Esteban
gracia y poder, lo llevó a estar en la situación más difícil de su vida, con su
mirada puesta en el cielo, viendo la gloria de Dios y al Señor sentado a la
diestra de Dios, hecho que no solo resultó en que las personas cuando lo
observaban vieran su rostro como el de un ángel (Hechos 6:15), sino que más
impactante aún, por sus palabras y sus actos, en ese momento y hasta nuestros
días, a quien vemos a través de Esteban, es a nuestro Señor. “Y apedreaban a
Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y
puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este
pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.”
Y tú, ¿en dónde o en quién tienes tu mirada puesta hoy?
Recuerda que mirar la gloria del Señor, es el camino a
nuestra transformación como por el Espíritu del Señor. Oración.
«Padre, que tu misericordia renovada cada mañana para mí, tu
gran amor y tu sobreabundante gracia en Jesucristo, cada día me transformen a
la misma imagen de mi Señor y Salvador, por medio de tu Espíritu, oh Dios,
amén.
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