miércoles, 29 de agosto de 2012

Por haber predicado la doctrina de la verdad,


Efesios   3 -   Vv. 1-7.Por haber predicado la doctrina de la verdad, el apóstol estaba preso, pero era preso de Jesucristo; era objeto de protección y cuidado especial mientras sufría por Él. Todas las ofertas de gracia del evangelio y la nueva de gran gozo que contiene, vienen de la rica gracia de Dios; es el gran medio por el cual el Espíritu obra la gracia en las almas de los hombres.
El misterio es ese propósito de salvación secreto, escondido, por medio de Cristo.
Esto no fue tan claramente mostrado en épocas anteriores a Cristo, como a los profetas del Nuevo Testamento. Esta era la gran verdad dada a conocer al apóstol, que Dios llamaría a los gentiles a la salvación por fe en Cristo. Una obra eficaz del poder divino acompaña los dones de la gracia divina. Como Dios nombró a Pablo para el oficio, así lo equipó para él.

Vv. 8-12.Aquellos a quienes Dios promueve a cargos honrosos, los hace sentirse bajos ante sus propios ojos; donde Dios da gracia para ser humilde, ahí da toda la gracia necesaria. ¡Cuán alto habla de Jesucristo, de las inescrutables riquezas de Cristo! Aunque muchos no son enriquecidos con estas riquezas, de todos modos ¡qué favor tan grande, que se nos predique a nosotros, y que nos sean ofrecidas! Si no somos enriquecidos con ellas es nuestra propia falta. La primera creación, cuando Dios hizo todas las cosas de la nada, y la nueva creación, por la cual los pecadores son hechos nuevas criaturas por la gracia que convierte, son de Dios por Jesucristo. Sus riquezas son tan inescrutables y tan seguras como siempre, aunque mientras los ángeles adoran la sabiduría de Dios en la redención de su Iglesia, la ignorancia de los hombres carnales sabios ante sus propios ojos, condena a todo como necedad.

Vv. 13-19.El apóstol parece estar más ansioso por los creyentes, no sea que se desanimen y desfallezcan por sus tribulaciones, que por lo que él mismo tenía que soportar. Pide bendiciones espirituales que son las mejores bendiciones. La fuerza del Espíritu de Dios en el hombre interior; fuerza en el alma; el poder de la fe para servir a Dios y cumplir nuestro deber. Si la ley de Cristo está escrita en nuestros corazones, y el amor de Cristo es derramado por todas partes, entonces Cristo habita en él. Donde habita su Espíritu, ahí habita Él. Desearíamos que los buenos afectos fueran fijados a nosotros. ¡Cuán deseable es tener la sensación firme del amor de Dios en Cristo en nuestras almas! —¡Con cuánta fuerza habla el apóstol del amor de Cristo! La anchura muestra su magnitud a todas las naciones y rangos; la longitud, que va de eternidad a eternidad; la profundidad, la salvación de los sumidos en las profundidades del pecado y la miseria; la altura, su elevación a la dicha y gloria celestiales. Puede decirse que están llenos con la plenitud de Dios los que reciben gracia por gracia de la plenitud de Cristo. ¿No debiera esto satisfacer al hombre? ¿Debe llenarse con mil engaños, jactándose que con esas completa su dicha?

Vv. 20, 21.Siempre es apropiado terminar las oraciones con alabanza. Esperemos más, y pidamos más, alentados por lo que Cristo ya ha hecho por nuestras almas, estando seguros de que la conversión de los pecadores y el consuelo de los creyentes, será para su gloria por siempre jamás.

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