El discípulo amado
“Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien
amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le
había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?” Juan 21:20
En la Biblia no es extraño encontrar breves auto
descripciones de algunos escritores, por ejemplo: Moisés, quien se describe a
sí mismo como un hombre muy manso, más que todos los que había sobre la tierra
(Números 12:3), o como el apóstol Juan, quien vemos en el pasaje de hoy, se
refiere a sí mismo como el discípulo a quien Jesús amaba. Con lo anterior,
podríamos llegar a interpretar de manera errada, que dichas descripciones que
Moisés y Juan utilizaron provinieron del valor que había en ellos mismos o de
sus propios méritos, pero ésto no es así, pues cuando conocemos a Dios
entendemos que si aquellos hombres, o incluso tú y yo, podemos decir que somos
humildes, santos, amados, entre otras cosas, no es por nosotros mismos, sino
por quien vive en nosotros, Cristo.
Cuando vemos que Juan se refiere a sí mismo como el discípulo
a quien Jesús amaba, no era para vanagloriarse él mismo, sino para resaltar aún
más la gracia de Jesucristo, pues Juan sabía que no tenía algo valioso por sí
mismo, no era un erudito, ni poseía capacidades intelectuales que Dios pudiera
necesitar; Juan sabía de dónde venía, de ser un pescador, un hombre común y corriente,
era consciente de que no merecía el amor de Cristo, y aún así Jesús lo había
escogido ¿Por qué razón? Por gracia, porque así Dios lo quiso. Cuando Juan
escribe “el discípulo a quien amaba Jesús” es porque así lo sentía, lo había
experimentado, en cada enseñanza del Señor, y aún en la cruz en donde murió por
Juan, por tí, por mí y por todos los que creerían en Su nombre.
Hoy tú y yo debemos entender que al igual que Juan, nosotros
también podemos decir que somos AMADOS por Dios; gracias a la fe en Jesús hemos
sido hechos hijos de Dios, como dice el mismo apóstol Juan en 1 Juan 3:1 “Mirad
cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios;”. El
Espíritu Santo a través de lo escrito por el apóstol Juan nos quiere llevar a
entender que el amor de Dios no está disponible sólo para algunos, sino para
toda la humanidad (Juan 3:16)
Hermanos, debemos creer en esta gran verdad y apropiarnos de
ella, pues hoy muchos nos hemos dejado engañar pensando que no somos amados por
Dios, pero sí lo somos, por la obra de Jesús; por eso te invito a que mires al
Señor en la cruz, Sus brazos extendidos, Sus manos y pies traspasados por los
clavos, Su cabeza con una corona de espinas, Su cuerpo y cara desfigurados por
los azotes recibidos por ti y por mi, ¿Acaso ésto no nos demuestra el gran amor
de Dios y que también somos sus discípulos amados? (Romanos 5:6-8) Oración.
«Padre, no merezco tu amor, me lo has enseñado, pues si Tu
amor ha sido derramado en mi corazón tan sólo ha sido por la obra de tu Hijo
Jesús ¡Cuán grande eres Oh Señor!, ¡Cuán inmenso es Tu amor por mí! no puedo
entender cómo por Gracia me has concedido tu amor, todo esto y más me hace
admirarte y agradecerte pues no sé qué sería de mi vida si no tuviera tu amor.
Amén.
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