Conociendo
la visión del corazón del Padre
“Y aconteció
que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los
doctores de la ley, oyéndolos y preguntándoles. Y todos los que le oían, se
maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas. Cuando le vieron, se
sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí,
tu padre y yo te hemos buscado con angustia. Entonces él les dijo: ¿Por qué me
buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?
Mas ellos no entendieron las palabras que les habló”. Lucas 2:46-50
María y José
estaban buscando a Jesús, que con 12 años de edad, se había apartado del grupo
que iba de regreso a Nazaret. Finalmente lo encontraron en el templo y lo
vieron sentado en medio de los sabios de aquella época especialistas en la ley,
escuchándolos y haciendo preguntas. Aparentemente, les estaba formulando
preguntas que ellos no podían contestar. Y ellos estaban sorprendidos de sus
respuestas. Sus padres estaban preocupados y por eso al hallarlo María le dice:
“Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con
angustia. La respuesta de Jesús reveló que estaba sorprendido de que ellos no
se hubieran dado cuenta de que Él estaba ocupado en los asuntos de su Padre
celestial. María y José no entendieron estas palabras de Jesús, que les estaba
hablando de su identidad como Hijo único de Dios Padre.
En aquel
momento María aún no era totalmente consciente de quién era Él, ni de lo que su
obra implicaba, aunque seguramente reflexionaba profundamente sobre lo que
estaba sucediendo. Al concluir este incidente, el evangelio dice “Descendió con
ellos y volvió a Nazaret, y les estaba sujeto. Su madre guardaba todas estas
cosas en su corazón. Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para
con Dios y los hombres”, Lucas 2:51-52. Vemos que Jesús se sujetó a sus padres
y les obedeció, regresando con ellos a Nazaret. Y éste es realmente un detalle
digno de destacar, teniendo en cuenta que se trataba nadie menos que del Hijo
de Dios.
Para la
temporada de la Pascua, era costumbre que en el sanedrín se reuniera un público
en el atrio del templo para discutir cuestiones religiosas y teológicas. Por
eso también tenemos que resaltar el hecho de que, durante tres días, un niño de
doce años discutió la Palabra de Dios y asombró a sus oyentes con su
inteligencia y sus respuestas.
Cuando
tenemos una relación especial con Dios y su Palabra, Él nos da sabiduría e
inteligencia espiritual, para que podamos conocer la visión del corazón del
Padre y su propósito para este mundo. El anhelo de su corazón es establecer su
reino aquí en la tierra y que todos los hombres vuelvan a Él. Por eso es
necesario estar en sus negocios, como lo estuvo Jesús desde su corta edad,
sabía quién era y para qué fue enviado. Así como Jesús crecía y maduraba para
cumplir con todas las responsabilidades esperadas de un hijo mayor. Y luego, en
algún momento, José desapareció de la escena y Jesús se convirtió en el “hombre
de la familia”, trabajó su comercio, mantuvo a su familia, amó a su Dios, y
demostró ser absolutamente fiel en mil pequeñas cosas antes de que formalmente
entrara a su ministerio designado.
Qué bueno
que tengamos en claro que, como hijos de Dios, nos es necesario estar en los
negocios de nuestro Padre celestial. Y disponernos a crecer en el conocimiento
de Dios, siendo guiados por el Espíritu Santo, para que podamos cumplir su
propósito y con las responsabilidades que nos ha delegado. Oración.
«Amado Jesús qué hermoso ejemplo de vida me das, que desde tu niñez ya sabías la visión del corazón de nuestro Padre celestial y su anhelo de establecer su reino en esta tierra. Hazme como tú, diligente en crecer y madurar en el conocimiento de tu Palabra para poder cumplir con las responsabilidades que me has dado y especialmente con el cumplimiento de la Gran Comisión que es tu mandato para alcanzar a este mundo para ti, amén.