lunes, 1 de septiembre de 2025

Tres cruces

 


Tres cruces

“Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección;”, Romanos 6:5

“sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado”, Romanos 6:6

Dos cruces justas, pero una cruz injusta, el inocente estaba pagando por el culpable, podemos preguntarnos con qué cruz nos identificamos. Los que creímos, estamos en la cruz del medio, juntamente con él hemos sido crucificados. Pero la recompensa es inmensa, también hemos resucitado junto con el que murió.

En otra cruz, uno que antes de morir miró a Jesús y pidió misericordia al único que podía concederla, entonces recibió una promesa impactante “Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.” (Lucas 23:43)

Espiritualmente este hombre fue llevado a la cruz de en medio, a la de Cristo, para que al ser crucificado juntamente con él, pudiera gozar de la vida eterna y estar ese mismo día en el paraíso.

Todos los que creemos en Cristo, fuimos unidos a su muerte y a su resurrección, plantados en él, unidos a él.

Pero también diariamente tenemos que ir nuevamente a la cruz, porque hay un enemigo que no es externo, es interno, que sigue en nosotros, la vieja creación, el viejo Adán. Y hay una guerra para que la vieja creación mengüe y Cristo crezca.

No es con nuestro esfuerzo, es una victoria ya consumada que debe ser notificada al alma para que esta manifieste la nueva vida, que es Cristo mismo. Solo la cruz diaria, al crucificar nuestras pasiones, deseos, pensamientos y sometiendo mi voluntad a la voluntad del Espíritu, permite que la naturaleza que domine y crezca sea la nueva naturaleza.

El hombre natural, no conoce el amor, es un atributo de Cristo. Pero si Cristo crece en mí, crece el amor, crece la obediencia. Es transmitido al alma lo que ocurre en el espíritu en unión con el Espíritu, pero la clave está en la cruz. (Lucas 9:23, Lucas 14:26)

Oración.

«Padre, ésta fue la manera en que nos amaste, enviando a tu Hijo amado a la cruz, para que juntamente con él nosotros también fuéramos a la cruz, y así mismo en la semejanza de su resurrección fuésemos colocados. Cristo en ti Padre, nosotros en él, unidos en todo, para que en todo seas glorificado, en el poder de tu Santo Espíritu, amén.

domingo, 31 de agosto de 2025

El velo

 


El velo

“Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará.”, 2 Corintios 3:15-16

“Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará. Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.”, 2 Corintios 3:16-18

Muchos leen las escrituras y hablan de Jesús, pero no les ha sido revelado realmente; es como hablar de alguien que está lejano, de un familiar o un amigo cercano, hablando de algunas experiencias que otros le cuentan, incluso de manera detallada. Pero no hay un conocimiento de la persona; cuando la biblia habla de conocimiento, se usa la misma palabra que es para un encuentro íntimo entre una pareja, por ejemplo en Mateo 1:25: “Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS.”

Hemos reflexionado que la función del Espíritu santo es «quitar el velo» para que podamos ver la realidad de quiénes somos en Cristo y cuál es la obra completa que Él ha hecho en nosotros: “Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.” (Juan 16:14)

Lo anterior significa, que la Biblia da testimonio de Cristo, pero sólo el Espíritu nos puede revelar este conocimiento, que no es un conocimiento intelectual sino una experiencia viva de la Palabra de Dios en nosotros: Cristo mismo en cada creyente. Una unión íntima. Una vida en nosotros, que lo cambia todo, lo redime todo y lo transforma todo.

Necesitamos por tanto crecer en el conocimiento de Cristo, en esta gracia que se nos ha dado por fe. Por lo tanto, todos nosotros, quienes hemos sido unidos a Cristo, a la vid verdadera, tomamos de su sustancia y nos ha sido quitado el velo, entonces podemos ver y reflejar la gloria del Señor. El Señor, por medio de su Espíritu, nos hace más y más parecidos a él a medida que somos transformados a su gloriosa imagen. (2 Corintios 3:18, 2 Pedro 3:18).

Así que no basta solo con saber que Jesús murió por nosotros; también debemos comprender y experimentar que nosotros morimos con Él. Debido a que morimos y resucitamos con Él, el poder del pecado sobre nosotros ya no tiene señorío. Y nuestra vida ha sido transformada plenamente y completamente.   Oración.

«Padre, que se caigan de mis ojos espirituales las escamas que no me dejan ver la gloriosa presencia de tu Hijo en mí, que pueda conocer y entender plenamente que yo morí y ahora mi vida está en Cristo, donde también he resucitado para vida nueva. Amén.

sábado, 30 de agosto de 2025

Anunciando la vida que nos habita

 


Anunciando la vida que nos habita

“Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.”, 1 Corintios 1:21

“más ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar?”, Gálatas 4:9

Todo el mundo habla de Jesús, pero solo pueden manifestar su vida los que lo conocen, que han sido primero amados y conocidos por Él. (Gálatas 4:9)

El evangelio se expresa en obras y en la Palabra, que es Cristo como la Palabra, expresándose a través de nosotros, no que seamos nosotros comunicando un mensaje intelectual o hablando de nosotros mismos, sino que es Cristo dándose a conocer a través de nosotros.

Por lo tanto, la iglesia no es una entidad que habla de Cristo, es el cuerpo de Cristo, manifestando su sentir, su pensamiento y su actuar. Los únicos que pueden expresar la vida de Cristo, somos los que formamos parte de Él.

El propósito del evangelio se cumple, cuando Cristo es formado en nosotros y Cristo en nosotros da testimonio de la verdad, que es él mismo. Cristo como la cabeza y nosotros el cuerpo, damos testimonio viviente de la plenitud de aquel que lo llena todo en todos. (Efesios 1:22-23)

Entonces la predicación del evangelio para salvación de los oyentes que creen, no es un evento o una reunión, sino una expresión constante donde todo el tiempo manifestamos a Cristo, sea en el trabajo o en nuestra familia “Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Corintios 9:16). Es una necesidad que sale orgánicamente de nuestro interior, porque es Cristo mismo queriendo que todos sean salvos y que lleguen al conocimiento de la verdad, como dice 1 Timoteo 2:4 “el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.”, y la verdad no es una filosofía, ni una religión, tampoco algo sino alguien. Cristo mismo.

Entonces, no anunciamos algo, sino a alguien que nos habita. Si el que escucha cree en él, en la persona misma que mora en nosotros y del cual damos testimonio con palabras y con hechos, entonces los demás creerán para salvación y serán sellados con el Espíritu Santo: “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,” (Efesios 1:13).

Abogados, ingenieros, médicos, deportistas, técnicos, amas de casa o la profesión que sea, tienen un pasaporte para ir a donde conviven y predicar el evangelio en esos lugares, manifestando a Cristo mismo en sus vidas. El Cristo resucitado expresado en todo lo que hacemos: “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (Colosenses 3:17)    Oración.

«Padre, que en todo lugar y en todo lo que hago, sea Cristo en mi revelándose a otros, amando, enseñando y trayendo su paz por medio de nuestros actos, y que cuando hablemos no seamos nosotros, sino Cristo hablando de la salvación que el Padre proveyó en él. Amén.

viernes, 29 de agosto de 2025

El Espíritu Santo glorifica a Cristo en nosotros

 


El Espíritu Santo glorifica a Cristo en nosotros

“Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.” Juan 16:14

“y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad.”, Colosenses 2:10

“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.”, Romanos 8:9

Para que la vida de Cristo sea manifestada en nosotros plenamente, hemos visto que la «sustancia del Hijo» que habita en el creyente no es una mera imitación de Jesús, sino la expresión de su propia naturaleza y carácter. La vida espiritual es la vida de Cristo manifestándose, pero el actuar del Espíritu Santo con el que hemos sido sellados es determinante.

El papel del Espíritu Santo es revelar a Cristo:

El Espíritu Santo no está primariamente para darnos poder para hacer obras por nuestra cuenta, sino para darnos a conocer la vida que ya portamos en Cristo. Su función es «quitar el velo» para que podamos ver la realidad de quiénes somos en Cristo y cuál es la obra completa que Él ha hecho en nosotros: “Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.” (Juan 16:14)

En este sentido, la oración, la adoración y el servicio no son actividades del ego para impresionar a Dios, sino expresiones que provienen de la vida de Cristo en nosotros y que se hacen en el poder y la guía del Espíritu, no en nuestra carne. (Efesios 6:18-20 )

Entonces, la importancia de la rendición y la identidad en Cristo es clave, a través de la «negación de sí mismo», que es el reconocimiento de que el «yo» no puede hacer nada. Es una rendición constante, diaria, a la soberanía de Dios y a la suficiencia de Cristo. (Lucas 9:23, 2 Corintios 3:5-7)

Por lo tanto, el efecto de la obra del Espíritu en nosotros, es el impacto directo en nuestra verdadera identidad, la cual no se basa en lo que sentimos o en nuestras circunstancias, sino en lo que Dios dice que somos: «Estamos completos en Él» (Colosenses 2:10). Esta realidad interna es la que se proyecta hacia el mundo.

En conclusión, lo anterior es una contundente defensa de la suficiencia de Cristo que manifiesta su vida en nosotros los creyentes, en su cuerpo, en el que hemos sido colocados.

Todos los argumentos bíblicos anteriores, coinciden plenamente con la idea de que no es el ego quien decide vivir en el Espíritu, sino que es la acción de la vida de Cristo en nosotros, que se vuelve evidente en la medida en que el «yo» mengua y se rinde a la obra de la cruz.

Hermanos, es un llamado a dejar de lado los esfuerzos humanos y a reposar en la obra completa de Dios en Cristo. El verdadero reposo espiritual del creyente en Cristo Jesús (Hebreos 4:8-11), porque como dice Romanos 9:16 “Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.   Oración.

«Padre, que tu Espíritu me recuerde cada día, en cada experiencia, que ya no se trata de mí, sino de Cristo en mí, que no hago nada por mí mismo, sino que al ser guiado por tu Espíritu, hago la voluntad del Padre, para gloria de su nombre, amén.

jueves, 28 de agosto de 2025

Necesitamos verlo espiritualmente

 


Necesitamos verlo espiritualmente

“Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida”, 1 Juan 1:1

“(porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.”, 1 Juan 1:2-4

Esta historia real, nos enseña también una verdad espiritual: necesitamos oír, ver, palpar, experimentar con nuestros sentidos espirituales lo que Dios quiere que conozcamos, respecto a su Hijo, a Jesús. Para que al experimentar por medio de la fe, podamos disfrutar del gozo y plenitud de su presencia.

No nos podemos quedar como oyentes de una historia, sino, tener una experiencia real con Dios. Pero, ¿qué fue lo que oyeron, vieron, contemplaron y palparon los apóstoles con respecto al Hijo de Dios que se encarnó?

La vida misma de su Hijo, el Padre la manifestó colocándola en nuestro espíritu. La trajo al lugar santísimo de nuestro tabernáculo interior, uniéndonos a su Hijo. (1 Juan 1:2).

Esta vida de la que ellos dan testimonio, ahora se manifiesta en cada uno de nosotros, ellos a la verdad la vieron físicamente, pero solo hasta que la vieron espiritualmente, cuando recibieron al Espíritu Santo, pudieron entender verdaderamente y ser testigos al tocar, percibir y tener esa vida en ellos, entonces les fue quitado el velo.

Necesitamos ver espiritualmente, si lo experimentamos nunca nuestra vida va a ser igual, porque esa realidad manifestada en nosotros es transformadora. Los que vieron esa realidad dieron su vida por lo que les fue revelado; nos corresponde entonces, tomar nuestra cruz y seguirle para que esa vida se manifieste plenamente.

Entonces, ¿Qué fue lo que vieron ellos, que tenemos que ver nosotros?, una vida en nosotros, la vida de Cristo que se debe expresar plenamente para que nuestro gozo sea completo.  Oración.

«Padre, la vida de Cristo en mí la colocaste para que al manifestarse por medio de mí, esa verdadera vida sea para gloria de tu nombre, y todo el fruto de tu Espíritu evidencie que me has trasladado de la oscuridad a la luz verdadera. Amén.

miércoles, 27 de agosto de 2025

Ahora mis ojos te ven

 


Ahora mis ojos te ven

 “De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven.”, Job 42:5

“y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.”, Romanos 8:23-25

“porque por fe andamos, no por vista; ”, 2 Corintios 5:7

A Job siendo un hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, le pasaron cosas terribles, insoportables para cualquiera de nosotros.

El diablo piensa que Job, se comporta así porque Dios le bendice, pero si Dios permite la calamidad, entonces Job se apartará y blasfema contra Dios. (Job 1:10–11 )

Sin embargo, luego de recibir las terribles noticias de calamidades sobre su familia, Job no pecó ni atribuyó a Dios despropósito alguno. (Job 1:21-22)

Cuando Dios responde a Job ante su clamor, le da a entender acerca de su gran poder, soberanía y grandeza, pero increpa su necedad: “¿Invalidarás tú también mi juicio? ¿Me condenarás a mí, para justificarte tú?” (Job 40:8)

Job tiene un encuentro con Dios y luego de escucharlo, declara que antes había oído de Él, pero ahora sus ojos lo ven.

Jesús dice que “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Juan 1:18). ¿Cómo pudo entonces Job ver a Dios? No hay otra manera de ver a Dios, sino es por el Hijo.

Pero cuando la escritura habla de “ver” no se trata de nuestros ojos físicos. Se trata de mirar con los ojos de la fe.

En mi testimonio personal, antes no entendía, porque trataba de entender las cosas de Dios con mi mente natural y así, es imposible, quería mirar con mis ojos naturales y quería sentir a Dios con mis emociones. Qué equivocado estaba. Dios es Espíritu y los que lo adoramos, en espíritu y verdad es su voluntad que le adoremos. (1 Corintios 2:14, Juan 4:23-24)

Por tanto, pidamos a Dios, poder verlo con los ojos de la fe, tener un encuentro íntimo con nuestro Salvador; Cristo que nos revela al Padre: “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.” (Mateo 11:27)   Oración.

«Cristo Jesús, gracias porque abriste mis ojos espirituales para ver al Padre, para entender que soy creado para gloria y alabanza de su nombre, que ahora pueda cada vez más conocer toda la riqueza de este llamado y de esta salvación tan grande que me ha sido otorgada por medio de la fe, en el poder de tu Espíritu que actúa en mí. Amén

martes, 26 de agosto de 2025

La acción constante del Espíritu en nosotros

 


La acción constante del Espíritu en nosotros

“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.”, Romanos 8:16

“Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él.”, 1 Corintios 6:17

Hay un poder, el mismo que operó en Cristo levantándole de los muertos; una persona puesta en nosotros, que nos lleva a que Cristo crezca en nosotros: su Espíritu Santo.

Su accionar en nosotros es dinámico y vital, en unión íntima con nuestro espíritu hace que Cristo emerja. El Espíritu forma a Cristo en nosotros. (Juan 16:14)

Podemos entender lo que es esta acción esencial, dinámica y mutua, entre mi espíritu y el Santo Espíritu de Dios, de la siguiente manera:

Una unión esencial de vida, pues fuimos unidos al Espíritu, sellados con él, esto nos trajo la vida de Cristo en nosotros (1 Corintios 6:17, 1 Juan 5:12),

Una interacción viva o dinámica, pues el Espíritu nos revela, nos abre el entendimiento trayendo la verdad de Dios a nosotros, cada dia nos recuerda que somos hijos del Padre (Romanos 8:16) ,

Una participación mutua que determina una unión orgánica o vital, pues es una vida completa en nosotros, que respira espiritualmente, que piensa con la mente de Cristo, que expresa el sentir de Cristo, es una vida que nos habita; esto es comunión íntima (2 Corintios 13:14)

En esta nueva naturaleza opera esta acción dinámica, vital e íntima, de manera constante; no es algo pasivo en nosotros, es alguien que nos ayuda en nuestras debilidades, que aboga por nosotros, pero que nos trae la eternidad, el cielo aquí en el presente, para que podamos participar de la naturaleza divina de Cristo.

Esto solo es posible si andamos en él, en el Espíritu, negándonos a nosotros mismos cada día, hasta que por esta acción dinámica suceda que nuestros sentidos espirituales crezcan y se ejerciten, se vuelvan cada vez más sensibles para percibir esta nueva realidad eterna operando hasta que Cristo sea formado plenamente en nosotros. (Hebreos 5:14, Gálatas 4:19)     Oración.

«Padre, tu Espíritu en mí me revela el conocimiento de Cristo y me permite ver lo que antes no podía mirar ni entender con mi mente natural. Gracias Señor porque esto no lo merezco, pero tu amor me guía a glorificarte y darte toda mi vida en servicio, para que obres por medio de mí. Amén.