lunes, 6 de enero de 2025

Anhelemos tu Presencia

 


Anhelemos tu Presencia

“Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”. Hechos 2:38

Debemos anhelar la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida, pedir cada día su llenura para que Él pueda fluir a través de nosotros. Para eso debemos tener en cuenta lo siguiente:

1- Debemos arrepentirnos genuinamente. Efesios 4:30 dice: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención”. En este texto la primera lección es que el Espíritu Santo también se aflige, se contrista por nuestro pecado, la desobediencia, la autosuficiencia, la prepotencia, el orgullo, la carnalidad, todo esto lo entristece y lo apaga dentro de nosotros, no lo deja fluir. Por eso, debemos reconocer nuestro pecado y confesarlo, 1 Juan 1:9 dice “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. El arrepentimiento genuino es una verdadera disposición de cambio.

2- Desearlo con ahínco. Dice el Señor Jesús en Lucas 11:13 “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”. Es importante porque anhelar la presencia del Espíritu Santo hará que la promesa de Dios se haga realidad. Dios prometió que daría el Espíritu Santo a quienes se lo pidan. Debemos anhelarlo, querer con un deseo vivo y profundo que el Espíritu Santo nos embriague con su presencia.

3- Creer. Necesitamos creer, Efesios 1:13 dice “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa”. Debemos entender que creer en el evangelio es creer en Jesús y sus enseñanzas. Cuando nosotros creemos el mensaje vivo de la Palabra de Dios, el Espíritu Santo viene a nuestras vidas para ser morada en nuestros corazones, para transformarnos a la imagen de Jesús.

Pidamos al Espíritu Santo que nos ayude a mantenernos firmes, constantes y perseverantes en la oración, en la Palabra, en el clamor, en la obediencia, en la dependencia y rendición al Dios Todopoderoso. Pidamos que derrame su fuego, espíritu de oración, de adoración, de alabanza y que traiga libertad a nuestra vida, Recordemos 2 Corintios 3:17 Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.      Oración.

«Espíritu Santo de Dios, anhelo y quiero que me llenes con tu presencia, examina mi corazón y redargúyeme de pecado, justicia y juicio y muéstrame si hay algo que está interrumpiendo mi comunión contigo. Eres la promesa hecha realidad para triunfar sobre el pecado y para dar fruto que abunde y permanezca, ayúdame a seguir las huellas de Jesús, a pensar en sus deseos, y buscar siempre la voluntad del Padre, quiero rendirme delante de ti, hoy recibo tu poder y la autoridad para ser testimonio de Cristo, amén.

domingo, 5 de enero de 2025

La promesa del Padre cumplida

 


La promesa del Padre cumplida

“Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días”. Joel 2:28-29

Joel profetiza del derramamiento del Espíritu Santo de Dios, afirmando que en los postreros días caerá sobre los creyentes el regalo del Espíritu Santo. Es una profecía que se cumplió en Pentecostés y sigue cumpliéndose en la vida de cada persona que recibe al Señor Jesucristo como Señor y Salvador.

El Espíritu Santo vino para quedarse con nosotros. Es un regalo que todo el mundo debería anhelar. Sin embargo, muchos cristianos no tienen claridad de quién es el Espíritu Santo y le dan una posición dentro de la Trinidad como la tercera persona y olvidan que Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo son uno, ninguno es más importante que el otro porque todos son un solo Dios.

Muchos desconocen su infinito y divino poder y su rol para cada uno de nosotros como cristianos. Lo primero que tenemos que entender es que el Espíritu Santo es Dios mismo, (Hechos 5:3-4). Que Él es la promesa de Dios para todo creyente, vendrá sobre todos sin distinción, sin edad, sin género, sin posición social, esa es una promesa que se sigue cumpliendo. Fue prometido para todos y su llegada fue un nuevo tiempo de poder y gracia sobre nosotros. Hechos 2:39 dice “Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”.

Aprender que el Espíritu Santo habita en nosotros y nos transforma, nos da esperanza, (1 Corintios 3:16). No solo está presente en el mundo, sino que también habita dentro de cada creyente. Eso es importante que lo tengamos en cuenta porque nuestra vida tiene que ser llena por Él para que nos guíe, direccione y controle; ayudándonos a vivir conforme a la voluntad de Dios y dándonos la fuerza para que podamos salir adelante.

El Espíritu Santo también nos enseña y nos guía a la verdad, (Juan 16:13). Y debemos recordar también que el Espíritu Santo nos da poder para testificar, (Hechos 1:8). La venida del Espíritu Santo empodera al creyente, dándonos palabras para hablarles a otros. Nos capacita, nos da dones y nos fortalece.

Demos gracias al Señor, porque no nos ha dejado solos, sino que nos ha equipado sobrenaturalmente con la presencia de su Espíritu, para que podamos vivir la vida victoriosa y abundante que Jesús ofrece, pidamos cada día su llenura.   Oración.

«Padre glorioso, gracias por el regalo maravilloso de tu Espíritu. Hoy quiero Espíritu Santo creer, reconocer que eres mi Dios y que habitas en mí. Eres el sello de mi salvación y te pertenezco, eres mi Consolador, mi ayudador, el amado de mi alma, la fuente de la cual proviene mi aliento. Te alabo y anhelo que me inundes, lléname de tu poder, capacítame para ir y llevar las buenas nuevas, guíame a la verdad, dame sabiduría y revelación e intercede por mí con gemidos indecibles. Sé que estás trabajando en mi entera santificación, produce tu fruto en mí, amén.

sábado, 4 de enero de 2025

¿A quién buscamos agradar?

 


¿A quién buscamos agradar?

“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas.” Colosenses 3:23-25

“Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.” Gálatas 1:10

Ocurre frecuentemente que muchas decisiones que tomamos y muchas cosas que hacemos fueron empujadas por voluntad de otras personas. Por agradar o tal vez para evitar controversias, hicimos algo que realmente no era lo que debíamos hacer.

Tampoco se trata de seguir los impulsos de nuestro corazón, pues el principio bíblico por excelencia dicta que “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9).

Entonces, si no debemos hacer las cosas para agradar a los demás ni guiados por los impulsos de nuestro corazón ¿Cómo debemos hacer? La respuesta que debe cambiar nuestro pensamiento respecto a este asunto, es que nuestras decisiones y todo lo que hagamos debe ser el resultado de una relación con Dios, de su dirección por medio de su Palabra y de su favor.

Es decir, buscamos hacer su voluntad “no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios” (Efesios 6:6).

Cuando agradamos a Dios, entonces por efecto, su amor actúa en nosotros hacia los demás. Si amamos al prójimo entonces cumplimos la ley del amor.

Hermanos, este debe ser nuestro sentir y nuestro pensar, que luego se refleje en nuestro actuar, que, si a Cristo servimos y al Señor buscamos agradar, todo lo demás toma sentido, propósito y verdadera paz.  Oración.

«Padre, así como Cristo no buscó agradarse a sí mismo, sino a ti, haciendo tu voluntad y ejecutando la obra que le encomendaste, quiero ahora como hijo tuyo, por la fe en tu Hijo, obedecerte y buscar agradarte en todo lo que sienta, piense y haga, por amor a tu nombre, Amén.  

viernes, 3 de enero de 2025

Seguiré a Cristo

 


Seguiré a Cristo

 “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. Hebreos 4:16

hoy el Señor quiere que nos acerquemos con ayuno, lloro y lamento, con un corazón contrito y humillado, que reconoce su pecado y su necesidad de Dios. Acercarnos es buscar intimidad y comunión con Dios y entender que Él está aquí, que queremos oír su voz, que anhelamos permanecer en su presencia. Acercarnos nos da confianza, nos da seguridad, al tener un Padre al cual podemos venir sin miedo y refugiarnos en Él hallando el oportuno socorro. Recordemos que es en intimidad cuando llega la revelación y la promesa que nos hace vivir confiados en su amor. El salmista dice: “La comunión íntima de Jehová es con los que le temen, y a ellos hará conocer su pacto”, (Salmos 25:14).

Con lo que Jesús hizo en la cruz, abrió un camino nuevo y vivo, que quitó el velo que nos separaba del Padre y nos dio libre acceso a su presencia, como dice Hebreos 10:19- 20 “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne”. No solo tenemos la promesa de una eternidad con Él en el cielo, sino el privilegio de experimentar una intimidad incomparable con Él en la tierra, y ahora mismo.

Nuestro corazón debe anhelar la cercanía con nuestro Señor, una verdadera conexión con nuestro Salvador, una continua comunión con Él, no solo en un futuro lejano y celestial, sino aquí mismo.

Por eso debemos estar agradecidos con la invitación de Santiago 4:8 “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones”. Dios no puede forzarnos a acercarnos a Él, incluso como creyentes llenos del Espíritu Santo, podemos elegir vivir como si Dios todavía estuviera lejos. Entonces, este nuevo año, podemos elegir abrir nuestros corazones al Dios vivo para que podamos experimentar la plenitud de gozo en su presencia amorosa.

La puerta del corazón de Dios siempre está abierta para nosotros, su amor incondicional y su presencia están disponibles en todo momento; somos nosotros los que nos alejamos de Él, los que colocamos el velo en nuestros propios corazones que nos impide acercarnos, porque ya el velo del lugar Santísimo fue quitado por Jesús con su sangre preciosa; por eso, el Señor nos dice: “Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos”, es nuestra decisión. Todos tenemos la capacidad en un momento dado, de seguir nuestro propio camino y perdernos la vida abundante, o volvernos y acercarnos confiadamente al Señor. Tomémonos hoy un tiempo para rasgar el velo de nuestro propio corazón y acercarnos a Dios.  Oración

«Señor, muéstrame lo que se interpone en el camino de mi intimidad contigo y dame revelación y sabiduría para quitarlo. Anhelo acercarme a ti en arrepentimiento, permitir que el Espíritu Santo ilumine cualquier área de mi vida que no esté bajo tu control, de modo que pueda pedirte perdón y disfrutar nuevamente de tu presencia llena de gracia una vez más. En el nombre de Jesús, amén.

jueves, 2 de enero de 2025

El año de volver al Señor.

 


El año de volver al Señor.

“Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo”. Joel 2:12-13

Este año es el tiempo para volvernos a Dios en arrepentimiento, el Señor nos pide que nos volvamos a Él ahora, mientras haya tiempo, porque estamos viviendo un periodo de gracia y anhela que le entreguemos nuestro corazón. Que nos acerquemos con ayuno, lloro y lamento, dando muestras claras de arrepentimiento no externas, sino internas desgarrando nuestro corazón; nos pide que regresemos a Él que es misericordioso y compasivo, lento para enojarse y lleno de amor inagotable y que se duele del castigo.

Lo que el Señor quiere de nosotros es que nos volvamos, nos acerquemos y regresemos a Él. Nos ama tanto que solo quiere nuestro corazón, porque Él conoce qué hay en él, como dice Mateo 15:19 “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias”; es necesario que este corazón duro pase a las manos de Dios para ser renovado como dice Ezequiel 36:26-27 “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra”.

Convertíos equivale a decir “vuélvanse”; porque cuando nos volvemos a Él, hallamos gracia, misericordia y arrepentimiento genuino, en Zacarías 1:3 el Señor nos dice: “Diles, pues: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Volveos a mí, dice Jehová de los ejércitos, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos”. Cuando nos volvemos a Dios lo primero que tenemos es su protección, hará un cordón de fuego alrededor nuestro, para que nada ni nadie nos pueda tocar. Abrirá puertas de bendición y nos alcanzará su misericordia, (Zacarías 1:16-17).

Cuando nos volvemos a Él en verdadero arrepentimiento, volvemos en sí como el hijo pródigo, reconociendo nuestro pecado, todo aquello que estamos haciendo que nos separa de Dios y todo lo que hemos dejado de hacer, que se cuenta como pecado. Por eso debemos pedir perdón hoy y volver en amistad con el Señor. Job 22:21 nos anima diciendo: “Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz; y por ello te vendrá bien.”  Oración

«Señor hoy te entrego mi corazón, oro por el corazón de mi familia y de mi iglesia. Quita todo corazón de piedra y danos un corazón de carne para permanecer en ti y en tu Palabra para que demos mucho fruto. Tenemos tu gracia, tu misericordia, tu favor, tenemos la revelación de nuestro pecado para volvernos a ti y ser perdonados. Que nuestro mayor deseo sea conocerte a ti y recordar de dónde nos has sacado porque grande es tu misericordia, hoy nos determinamos a volver, a acercarnos y a regresar a ti. En el nombre de Jesús, amén.

miércoles, 1 de enero de 2025

Una nueva misericordia para un nuevo comienzo

 


Una nueva misericordia para un nuevo comienzo

“Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad”. Lamentaciones 3:22-23

Estamos comenzando un nuevo año, trayendo a nuestra vida nuevos planes y propósitos que nos dan esperanza; y más cuando la Palabra de Dios nos dice que sus misericordias son nuevas cada día, es decir, que cada día es una nueva oportunidad para un nuevo comienzo. Pensemos un poco en aquellas áreas de nuestra vida que necesitan ser renovadas para vivir este año dentro de los propósitos divinos.

No podemos empezar este año separados de nuestra fuente de vida, el Señor Jesucristo. Recordemos lo que Él nos dice en Juan 15:5 “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”. Nuestra vida no solo será fructífera si permanecemos en Él y seguimos su ejemplo: debemos ser humildes de corazón como Él lo es, (Mateo 11:29), tenemos que amar como Él nos ha amado, (Juan 15:12) y perdonar como Él nos enseñó a perdonar, (Colosenses 3:13).

El Señor nos ha dado su santa Palabra para establecer límites en nuestra vida, no son límites visibles como los que vemos en un letrero que dice “prohibido fumar”, sino espirituales, que nuestro Dios ha dejado en su Palabra para que seamos bendecidos y prosperados en todo lo que hagamos, sus mandamientos son para nuestro deleite y nunca deben ser una carga, pues nuestro Padre amoroso nos los dio para nuestra protección, (1 Juan 5:3).

Tenemos que comprender que el Señor quiere que nosotros sus hijos, su iglesia, no vivamos como todos los demás, que no caminemos por senderos de pecado, sino que nos apartemos de lo malo, que caminemos por el camino de Dios, porque somos su pueblo especial como lo dice Deuteronomio 7:6 “Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra”.

Que nuestro mayor propósito en este 2025 sea caminar con Dios todos los días obedeciendo sus mandamientos, entonces veremos su manifestación gloriosa en nuestra vida, Juan 14:21 dice: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él”. Que este año sea el año de nuestra renovación espiritual, de nuestra santificación, andando irreprensibles delante de Dios, escuchando su voz para entender cuál es su buena, agradable y perfecta voluntad para nosotros.   Oración.

«Padre celestial, gracias por permitirme comenzar este nuevo año, por renovar tu misericordia cada día, sé que me amas con amor eterno, por eso has prolongado sobre mí tu misericordia, quiero permanecer en ti y caminar a tu lado, para que en este año pueda entender tus propósitos y seguir tu llamado, haciendo tu buena, agradable y perfecta voluntad, amén.

martes, 31 de diciembre de 2024

Levantar las manos caídas

 


Levantar las manos caídas

“Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec. Y las manos de Moisés se cansaban; por lo que tomaron una piedra, y la pusieron debajo de él, y se sentó sobre ella; y Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro de otro; así hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el sol.” Éxodo 17:11-12

“Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso. Orad por nosotros; pues confiamos en que tenemos buena conciencia, deseando conducirnos bien en todo.” Hebreos 13:17-18

Dios levantó en su iglesia diferentes líderes con diversas capacidades, con la responsabilidad de edificar al cuerpo de Cristo impulsando su crecimiento y madurez, y también para mantener la unidad de la fe; en pocas palabras, Dios levanta pastores para que ellos, imitando a Cristo, lleven a la iglesia a reflejar a Cristo (Efesios 4:11-13).

Sin embargo, estos líderes constituidos por Dios, se cansan. Y estamos llamados para que, con todo amor y disposición, les apoyemos y les lavemos los pies espiritualmente, y esto significa: no desanimarlos con nuestra crítica, sino animarlos con nuestra oración y decirles la verdad con mansedumbre en amor.

Aarón y Hur apoyaron a Moisés en un momento de dificultad, sentándolo en una piedra y levantando sus manos. Un acto físico que influía directamente en la batalla, representaba entonces algo más profundo, se trataba de un ámbito espiritual. A través de este suceso, donde sacaban ventaja si las manos de Moisés permanecían levantadas, Dios nos enseña que dependemos absolutamente de Él para ganar nuestras batallas, pero que también necesitamos apoyarnos mutuamente para vencer al enemigo, pues fluye a través de los hijos de Dios la victoria que Cristo nos dio por la fe. De esto se trata también la edificación mutua, de levantar las manos caídas de nuestros líderes, tal como muchas veces ellos lo han hecho con nosotros, esto se conoce como reciprocidad (Mateo 7:12).

Hermanos, sabemos que nuestro reposo es Cristo, la piedra viva; así que recordarles a nuestros líderes su identidad en Cristo es una manera de ayudarles a hallar descanso en sus dificultades. Sostener sus manos cansadas significa que tomamos un rol activo en la iglesia, lejos de la crítica y la pasividad, y empezamos a dar de lo que se nos ha dado. (Lucas 12:48)    Oración.

«Padre amado, gracias porque me hablas y me enseñas también a través de los líderes de la iglesia, que tú mismo llamaste para mi edificación y la de mis hermanos, guíame a ser sensible a sus necesidades para que con toda gratitud devuelva a ellos el amor, la paciencia y apoyo que necesitan cuando están cansados, agobiados o desanimados. Para gloria de tu nombre, en Cristo Jesús, amén.