miércoles, 15 de junio de 2022

¿Estoy dando de lo que Dios me ha dado?

 


¿Estoy dando de lo que Dios me ha dado?

“No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir (…) ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, ¿déjame sacar la paja que está en tu ojo, no mirando tú la viga que está en el ojo tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.”, Lucas 6:37-38,41-42

¿Estoy dando a los demás conforme lo que Dios me ha dado? Es muy fácil responder con agrado cuando todo va bien, es fácil amar a quiénes nos aman, tratar de forma amable a quien con amabilidad nos trata. Sin embargo, cuán difícil es saber reaccionar cuando la situación cambia.

Por ejemplo, ¿qué es lo que sale de nuestro corazón si nuestro esposo (a), hijos, padres, amigos, u otra persona nos ofende? Reaccionamos conforme al perdón que Dios nos ha dado y decimos ¡Señor, perdónalos porque no saben lo que hacen! o por el contrario, ¿respondemos con palabras ofensivas, guardamos resentimiento y los ignoramos? O peor aún, ¿nos quedamos callados porque no queremos decir “nada hiriente” pero por dentro; en nuestra mente y corazón; estamos diciendo lo que en voz alta no debemos?

Es claro que ante estas circunstancias la mayor parte del tiempo no reaccionamos conforme lo que la palabra nos enseña, pues al analizar nuestro actuar vemos que es nuestro orgullo por quien nos dejamos dominar; pues es quien se levanta en contra de lo manifestado por Dios y nos impulsa a victimizarnos; a persistir en la rabia, en la tristeza y el dolor que causó la ofensa; a rebeldizarnos; a juzgarlos y aún a querer castigarlos.

Ahora, ¿reaccionamos igual cuando nosotros somos los que cometen la ofensa? Acaso ¿anhelamos que nuestra familia, amigos y demás seres queridos nos midan con la misma vara con la que medimos? O, por el contrario, ¿queremos ser tratados con gentileza?

Como vemos, en esta situación se cumple lo que la palabra nos dice, intentamos sacar la paja que hay en el ojo de nuestro prójimo, pero bajo la severidad, bajo la fuerza; y nos hemos olvidado que en nuestro propio ojo hay una gran viga que es la que nos está impidiendo ver a los demás bajo la lupa del amor de Dios.

Hermanos, hemos sido llamados para dar de lo mismo que nuestro Señor Jesucristo nos dio; amor, perdón, paciencia, benignidad, bondad, misericordia; pero también para tratar a los demás como queremos ser tratados (Lucas 6:31).    Oración.

«Padre, tú me has dado amor, has sido misericordioso conmigo y por eso te alabo, porque no me has tratado conforme mis actos sino conforme a tu gracia y bondad. Perdóname Señor porque de eso tan abundante que me has dado yo no he sabido manifestar. Quiero ser como tú, pues tú hablas con bondad, tratas con benignidad y llevas en todo momento paz. Te lo pido en el nombre de Jesús, amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito

martes, 14 de junio de 2022

¡Consolados!

 


¡Consolados!

“Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro; y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto. Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús. Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré. Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro)” Juan 20:11-16

¿Cuántas veces hemos estado sumergidos en llanto ante una situación difícil? Al igual que María ante arduas situaciones nos sumergimos en la tristeza y tomamos malas actitudes en las que nos apartamos y no queremos que nadie nos hable, pues si alguien lo hace, no estamos interesados en escucharle ya que no queremos dar explicaciones de nuestros sentimientos, no deseamos palabras de consuelo, ni de aliento, pues consideramos que esto no hará que cese el dolor.

Entonces concluiremos que al único que necesitamos es a Jesús porque solo con Él nos podemos desahogar, pero ¿qué pasa cuando estamos frente a Él? Sucede que nuestro dolor, llanto y emoción nos tienen tan sumergidos que impiden que podamos escuchar y reconocer Su voz, aquella voz que siempre está presta a preguntarnos ¿por qué lloras?

Seamos sinceros ¿cuántas veces hemos ido delante de su presencia y creído erróneamente que Él no está ahí? Pues terminamos expresando, como María: ¡dime dónde está mi Señor para que yo vaya! Cuando su palabra nos manifiesta que Él siempre ha estado, que nunca nos ha dejado, ni abandonado, que cuando le hemos buscado Él no es de los que se esconde, ni de los que nos rechazan; sino que ha sido el que ha oído nuestro clamor cuando le invocamos, cuando vamos y le buscamos en oración, y lo hallamos; porque como dice su palabra, le buscamos de todo corazón (Jeremías 29:12-13).

Hermanos, si hoy estamos pasando momentos difíciles, el Señor quiere recordarnos que, así como estuvo con Moisés, estará con nosotros, pues nunca nos dejará ni desamparará (Josué 1:5b); que aunque en el mundo tengamos aflicciones debemos confiar, tener paz en Él, porque Jesús ya ha vencido al mundo (Juan 16:33); que Él no nos ha dejado solos, ni huérfanos, pues nos ha dado al Consolador, el Espíritu Santo de Dios quien es el que nos consuela en todas nuestras tribulaciones y nos recuerda todas las cosas que ya Jesús nos ha enseñado (Juan 14:16-18, 26).   Oración.

«Padre, ¡gracias por consolarme en momentos de angustia! Por traer ánimo a mi vida por medio de tu palabra ¿qué sería de mí en esos momentos de dolor si tu voz no la escuchara? Hoy te doy gracias porque ella es mi consuelo en mi aflicción y quien me ha vivificado. En el nombre de Jesús, amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.

lunes, 13 de junio de 2022

Si crees verás la gloria de Dios

 

Si crees verás la gloria de Dios


“Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa. Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará. Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero. Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.”, Juan 11:20-27

Las Escrituras nos revelan la amistad que tanto Marta, María y Lázaro tenían con Jesús, y es que tal era su cercanía que vemos cómo la palabra nos menciona que el Señor les amaba (Juan 11:5). Y al leer esto seguramente se pasará por nuestra mente, pero si Jesús les amaba ¿por qué no corrió al llamado de Marta y María cuando le solicitaban? Porque su llamado era de vida o muerte, pero vemos que lo que el Señor decide hacer no es ir a Betania, sino, quedarse dos días más en el lugar donde se encontraba. Y dirás, qué identificado me siento con este relato pues ¿cuántas veces he clamado a Dios por una respuesta, y al igual que Marta y María, he quedado a la espera y no llega? Tal vez en nuestro caso han sido no solo días, sino meses, años de espera.

Pero cuando al fin llega ¿cómo reaccionamos? ¿Como Marta o María? Saldríamos corriendo a los brazos de Jesús con un reclamo preparado o ahogados en llanto diciendo: “Señor, si hubieras estado aquí” cuando te llamé, cuando te necesité, no estaría pasando esto, has llegado demasiado tarde.

O tal vez, ¿ya no reaccionamos? Pues como Lázaro, en nosotros ya no hay llanto, ni dolor, más bien pequeñas tumbas en donde están encerradas nuestras emociones, pues ya toda esperanza está como muerta.

Sin embargo, con cualquiera de estos tres personajes que nos identifiquemos, lo primero que quiere recordarnos Dios es que Él nos ama; así como Jesús manifestó que amó a Marta, a María y a Lázaro; Él nos lo manifiesta a nosotros, más que con palabras, con su gran acto de amor (Juan 3:16). Y podemos no solo decir que nos ama, sino también que está en y con nosotros, pues Él no nos ha dejado huérfanos (Juan 14:16-18). ¿Y por qué es importante tenerlo presente? Porque al igual que Jesús estuvo con María y su hermana en medio de la tristeza, entendiendo su dolor, llorando con ella; así mismo lo hace con nosotros, comprende nuestra difícil situación, pero no nos deja sumergirnos en la tristeza, pues con su palabra siempre nos recuerda que debemos recobrar el ánimo: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” Isaías 41:10.

Y aun cuando nuestras emociones nos digan que debemos dejar morir toda esperanza, el Señor nos trae a la memoria su palabra pues quiere que nuestra vida sea reconfortada y que tengamos viva nuestra esperanza en Él: “Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes. Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová” Salmos 27:13-14.

Hermanos, hoy Dios nos quiere recordar que el Señor no ha retardado su respuesta, ni sus promesas, solo está probando nuestra fe, pues quiere que permanezcamos firmes en Él; independientemente si ha llegado o no una respuesta; pues es solo por fe que veremos la gloria de Dios.  Oración.

«Padre, hoy entiendo que tú has estado en todo momento conmigo, que eres fiel con tus promesas cuando me dices que nunca me dejarás, ni me abandonarás y que siempre me sustentarás con la diestra de tu justicia. Gracias Dios por tu fidelidad, por sujetarme con tu mano poderosa en medio de la dificultad. Ayúdame a permanecer siempre firme en fe, a no desfallecer y a esperar pacientemente en ti. En el nombre de Jesús, amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.

domingo, 12 de junio de 2022

Impactados por su amor

 


Impactados por su amor

“Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” Lucas 4:17-21

¡Cuán impactante es nuestro Dios! ¿Lo sabías? Es el único que tiene el poder de, con tan solo hablar, crear, dar vida, ordenar, llenar. Es aquel que conmueve los cielos y la tierra, que encierra con puertas el mar. Es tan Poderoso que no solo vemos que impacta con su hablar, sino también con su manera de amar (Juan 3:16).

¿Y por qué lo mencionamos? Porque es justamente en el evangelio de Lucas que vemos a Jesús, el amor de Dios Padre hecho acción, revelando a través de su palabra que había llegado el momento en el que todos los abatidos, ciegos, con corazón quebrantado, cautivos y presos por el pecado; conocerían lo que sería el ser impactados por su amor. Y es que sin duda alguna, el poder de su amor fue el que hizo al paralítico, andar; al sordomudo, hablar y escuchar; al endemoniado, liberar; al necesitado, saciar, y al que estaba muerto, resucitar.

Pero ¿qué pasa con las personas de la actualidad? ¿Podemos, aún nosotros, ser impactados con su manera de amar? ¡Claro que sí! También para ti y para mí está disponible esta palabra, pues Jesús vino al mundo para dar su vida en rescate por muchos (Mateo 20:28b). Y ahí estamos incluidos tú y yo; pues antes de creer en Jesucristo; también éramos considerados como pobres, de corazón quebrantado, ciegos y oprimidos por el pecado, sin embargo, desde el momento en el que creímos en Jesús fuimos impactados por su amor, liberados, sanados, saciados, resucitados.

Reflexionemos, ¿cuántas personas tuvieron que predicar el evangelio para que tú y yo le permitiéramos a Jesús entrar en nuestras vidas, tocar nuestro corazón e impactar nuestra existencia? Sin lugar a dudas, fueron muchos hombres y mujeres que se dieron a la tarea de expandir las buenas nuevas de Dios, y sabemos no fue tarea fácil pues se vieron enfrentados por causa del evangelio a: persecuciones, prisiones, vituperios, azotes y aún fueron muertos a filo de espada ¿para qué? Para que la palabra de Dios impactara no solo la vida de los judíos, sino también, la de nosotros los gentiles. Y meditemos, cuán distinto es para nosotros en la actualidad expandir la palabra del Señor, pues estamos tan solo a un “clic” de compartir del amor impactante de Dios a nuestro prójimo y no lo hacemos, tenemos a nuestro alcance la palabra y no la enseñamos, y aun así anhelamos que todos sean impactados por Dios pero cómo lo serán ¿si no creen en Él? “¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?” Romanos 10:14b-15a.

Hermanos, nosotros hemos sido, al igual que Jesús, ungidos por el Espíritu Santo para predicar el evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones (Mateo 24:14a); y enviados por Él para que el mundo sea impactado por su amor y cuando esto suceda, entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán, el cojo saltará como un ciervo, y la lengua del mudo cantará (Isaías 35:5-6a)   Oración.

«Padre, te alabo y te bendigo por tu grandeza; y como lo manifestó el salmista, me asombro y maravillo al ver tus grandiosas obras, tu impactante amor. Quiero que el mundo te conozca Señor, pero ¿cómo sucederá si no abro mi boca para predicar? Ayúdame a hablar con denuedo tu palabra, a hacerlo a tiempo y fuera de tiempo con el poder y la unción de tu Espíritu Santo. En el nombre de Jesús, amén.    Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.

sábado, 11 de junio de 2022

De una vida en ignorancia a una vida en santidad

 

De una vida en ignorancia a una vida en santidad


“Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.”, 1 Pedro 1:13-16

Antes de aceptar a Cristo en nuestro corazón vivíamos en un estado de ignorancia, pues no éramos conscientes de que esclavos éramos del pecado. ¿Dónde surgió esta esclavitud? En el huerto del edén. A raíz de la desobediencia que el hombre tuvo contra Dios, generó en la naturaleza del ser humano una gran contaminación, tanto, que Romanos 5:12 nos revela que de ahí en adelante todo ser humano (a excepción de Jesucristo) obtiene una herencia contaminada, lo que llamamos naturaleza pecaminosa. Esta naturaleza es la que nos impulsa a estar siempre en contra de la ley de Dios, a querer ser rebeldes ante Su Autoridad y a persistir cometiendo pecado.

Sin embargo, su palabra nos dice que fuimos rescatados de esa vana manera de vivir gracias a la preciosa sangre de Jesucristo, ese cordero sin mancha y sin contaminación que se ofreció en aquella cruz por amor a nosotros como sacrificio perfecto para satisfacer la justicia de Dios (1 Pedro 1:18-19). Dado lo anterior, es que por la fe en Jesús, tú y yo podemos disfrutar ahora de una nueva condición, pues somos:

• Redimidos: Libres de la esclavitud del pecado porque Jesucristo pagó el precio.

• Reconciliados: Podemos tener una relación íntima, personal de amor con Dios.

• Identificados con Cristo: Todo lo que es verdad acerca de Él, viene a ser verdad en nosotros por la obra de su Santo Espíritu.

• Santificados: Apartados como posesión de Dios para siempre.

• Justificados: Justos delante de Dios por nuestra fe en Jesús.

• Regenerados: Al nacer de nuevo, tenemos un espíritu vivo que nos permite pasar de ser egocéntricos a ser Teocéntricos.

Y todo esto nos lo ha dado el Señor Jesús como un regalo, como un don inmerecido; para que lo disfrutemos y vivamos, ya no conforme al viejo hombre que solo está viciado de pecado, sino conforme a la justicia y santidad que por Cristo nos ha sido entregado (Efesios 4:22-24)

La pregunta es: ¿Cómo seguiremos viviendo de ahora en adelante? ¿Bajo la ignorancia? o ¿bajo la santidad? Pues si hemos creído en Él, la palabra de Dios nos dice que como justos, debemos caracterizarnos por vivir en fe y lo que esto implica, pues al hacerlo estaremos siendo; no como los que se vuelven atrás y acaban por perderse viviendo bajo la ignorancia; sino, de los que tienen fe y viven por ella para preservación del alma (hebreos 10: 38a-39)   Oración.

«¡Señor! Desde el momento en el que te abrí las puertas de mi corazón me permitiste entender que, antes de conocerte, vivía bajo la ignorancia, pues mis actos estaban viciados conforme a los deseos engañosos. Más ahora, que mis ojos te ven, puedo creer que ya no vivo bajo esta condición, sino bajo mi nueva identidad de justicia y santidad, la cual me ha sido entregada por amor, gracias a ti Cristo Jesús, amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.

viernes, 10 de junio de 2022

Siervo bueno y fiel

 


Siervo bueno y fiel

“Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo, el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor”, Mateo 25:14-18

¿Con cuál de estos tres siervos te identificas? ¿Con los que actuaron diligentemente y administraron de forma correcta lo que se les había entregado? O tal vez con el que escondió su talento por temor y no lo administró.

Quizá al leer este pasaje te identifiques con los dos primeros hombres de esta historia y digas ‘yo soy como ellos, lo que Dios me ha entregado lo he sabido administrar bien gracias a la ayuda y guía del Espíritu Santo’; pero, probablemente, este no sea tu caso, pues quizá digas “yo soy como el último de los siervos, no los he administrado porque no sé cuáles son los talentos que Él me ha dado; y si los conozco, no sé cómo usarlos, no me han enseñado y no estoy capacitado”; y pensaremos que con esta respuesta tendríamos una justificación válida ante Dios y que recibiremos de su parte un “Claro ¡no te preocupes! yo te entiendo”, pero la verdad es que esa respuesta nunca la escucharemos, pues al igual que el señor de este siervo, no se nos expresarán palabras de felicitación, sino que se nos llamará la atención, pues habiendo alternativas para poner en movimiento lo que se nos ha confiado, hemos decidido ignorar su llamado (por maldad y negligencia) y esconder aquellos talentos que nuestro Señor nos ha encomendado.

Y es que con este actuar estamos manifestando que hemos intentado gestionar esos talentos espirituales bajo nuestra carne; emociones, pensamientos y voluntad; cuando únicamente se pueden administrar, de manera espiritual, es decir, con la ayuda, guía y dirección del Espíritu Santo, quien ya sabemos mora en nosotros, pues Él es quien nos capacita para que vayamos y llevemos fruto, fruto que permanece (Juan 15:16b, Gálatas 5:22-23)

Ahora, pensaremos, como el Espíritu Santo es quien hace la obra, entonces ¿yo no debo hacer nada más? Claro que hay algo que nos corresponde hacer: Buscar intencionalmente a Dios en oración; escudriñar las Escrituras; congregarnos, pues necesitamos compartir tiempo con nuestros hermanos en la fe, ser enseñados por nuestros pastores, líderes; hacer los niveles bíblicos para conocer si lo que me están enseñando va conforme la sana doctrina; testificarle a mi familia, a mis amigos, al mundo de la obra de Cristo; obedecer, practicar lo aprendido.

Por lo tanto, no podemos seguir estancados en el “no tengo las capacidades, el talento que se necesita”, pues ya vimos que esa no es una razón justificable, pues recordemos que a ¡todos! Dios nos ha dado talentos; ya sea uno, dos, cinco o más; están bajo nuestra responsabilidad y debemos administrarlos con la ayuda de su Espíritu Santo.

Reflexionemos, ¿cuáles son los talentos que me ha dado Dios y qué estoy haciendo con ellos? Con el talento de hablar, de leer, de escribir, por lo menos alguno de ellos debo tener, pero ¿los estoy poniendo al servicio del Señor? o ¿me los estoy reservando?

En este día digámosle al Señor: Señor aquí tienes lo que te corresponde, he trabajado gracias a tu Espíritu Santo con los talentos que me has dado y te entrego otros más. Entonces saldrá de la boca de nuestro Señor: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.” Mateo 25:21b   Oración.

«Padre, hoy me rindo delante de ti y te pido me ayudes a poner a tu servicio esos talentos que me has entregado; quizá he puesto muchas excusas para no servirte, pero no quiero esquivar más mi responsabilidad. Hoy me dispongo delante de ti y te pido me uses como tu instrumento. Gracias por hacerme entender que no es en mis fuerzas que se administran los talentos que me has dado, sino con la guía y el poder de tu Espíritu Santo que vive en mí. En el nombre de Jesús, amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.

jueves, 9 de junio de 2022

Caminando por convicción

 


Caminando por convicción

“Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento.”, Mateo 14:28-32

¿Cuántos de nosotros hemos experimentado lo que Pedro? Hemos dicho al Señor: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas” pero cuando es probada nuestra fe ¿cuál ha sido el resultado? Como Pedro, damos por convicción unos pequeños pasos los cuales nos hacen andar por un momento sobre las aguas; pero al final, cuando dejamos interferir nuestra parte emocional, terminamos hundiéndonos en el mar y pidiéndole a gritos al Señor que nos salve.

Lo peligroso de dejarnos dominar por la emocionalidad, es que al hacerlo, estaremos dando paso a la duda que es la que genera que nuestro ánimo mantenga vacilando entre dos opiniones, “puedo hacerlo” o “no puedo hacerlo”, como las ondas del mar, quienes son arrojadas de un lado a otro dependiendo de hacia dónde el viento quiera soplar. Nos convertimos sin darnos cuenta en hombres y mujeres de doble ánimo, lo que hace que terminemos siendo inconstantes en todos nuestros caminos (Santiago 1:6b, 8). Pero el problema de la duda es que no va sola, pues lleva consigo a su amiga la incredulidad, que es claramente la que no nos permitirá experimentar lo que Dios quiere para nuestras vidas.

Pedro, en este pasaje, se ha dejado llevar por la duda e incredulidad y Jesús se lo manifiesta: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” pero ¿por qué viene la duda? Porque en esos momentos no permitimos que en nuestra mente se arraiguen pensamientos de fe, pues si Jesús me llama es porque en Él lo puedo hacer; sino nuestros propios pensamientos que dicen: no es lógico que esté caminando sobre las aguas, yo no tengo esa capacidad; hay vientos, mares, me voy a hundir y ahogar. ¿Vemos el error? Pensamos que si Dios nos llamó a hacer algo es solo porque tenemos la capacidad de hacerlo, pero no es así.

Citemos otro ejemplo, cuando llamó Dios a Abraham y le hizo la promesa de que su descendencia sería tan numerosa que no se podría contar, acaso Abraham le creyó porque ¿él y su esposa Sara estaban en la capacidad de hacerlo? ¡No!, pues Abraham sabía que su cuerpo estaba ya como muerto al tener casi cien años, y aún su esposa era estéril; pues su fe no se debilitó ni al considerar esto. “Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido” (Romanos 4:20-21). La diferencia entre la historia de Abraham y Pedro, es que Abraham se aferró a Dios, al conocimiento que tenía del Gran Yo Soy, pero Pedro falló y se hundió en las aguas porque no se mantuvo caminando por convicción.

Así que hermanos, basta ya de andar bajo la emoción, es tiempo de empezar a caminar permanentemente por convicción.   Oración.

«Padre, tú me conoces por completo y sabes que, aunque quiero caminar por convicción, en algunos momentos de mi vida fallo y termino siendo movido bajo lo que dice mi emoción, y esto sucede porque trato de caminar en mis fuerzas y no con la ayuda de tu Espíritu Santo que has puesto en mí. Ayúdame a permanecer firme en ti y no permitas que mi fe se debilite en momentos de angustia. Llévame como a Abraham a que mi fe se fortalezca. En el nombre de Jesús, amén.    Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito